El campanazo de las pruebas Pisa
Publicado en La Tribuna Enero de 2014
A finales del año anterior se dieron a
conocer los resultados de las pruebas Pisa y comenzaron estudiosos y críticos a
buscar culpables del pésimo desempeño de la gran mayoría de nuestros
estudiantes. “Es un campanazo de alerta”, dijo la Ministra de educación. Los
profesores estaban entretenidos con la finalización de labores académicas que
exige un gran desgaste y no tuvieron tiempo de analizar y comparar, porque al
fin y al cabo, pruebas Saber y Pisa reflejan lo mismo, pero las primeras son
internas y aunque las comparaciones son odiosas, no por esta molestia dejan de
ser necesarias las segundas para saber cómo estamos en el concierto del mundo.
De ahí la importancia de las Pisa. Aquí podemos alabarnos y pontificar sobre la
calidad de la educación, pero la auditoría externa nos dice que es mejor que
cambiemos de agua bendita y hasta de sacristán.
En consecuencia, si somos responsables de
niños y jóvenes, gobiernos nacional y local, instituciones educativas privadas
y oficiales, y sociedad en general no debe contentarse con escuchar el
campanazo sino que es urgente salir
corriendo a planear y ejecutar lo que deba hacerse para no morir engañados y
seguir aumentando la mala racha en el desempeño de nuestros estudiantes, que no
debemos olvidar, son dizque el futuro y si no lo hacemos de inmediato estamos
renunciando a un mejor nivel de vida y a una prosperidad que les hará falta a
nuestros hijos y nietos. Es que al futuro nadie tiene derecho si no se trabaja
desde hoy.
Y es que esos resultados de Pisa, debemos
decirlo aunque nos sonrojemos, que son alarmantes. Que el 51% no alcance el
nivel mínimo que se exige en lectura es de preocupar y aún peor, el 56% en
ciencias siga el descenso, y el 74% carezca de las competencias en matemáticas
que el mundo exige, por lo menos a mí, como ciudadano y profesor, me llenan de
vergüenza.
Pero todo hecho tiene su causa, ¿pero será
que comenzaremos a buscarla? Yo tengo ya algunos resultados como frutos de mi
investigación, ¿pero será que hay secretarios de educación e instituciones
educativas cuyos rectores y coordinadores académicos y profesores deseen escuchar,
como en los tiempos de Diógenes a alguien, que con campana en mano, busca un
educador y una familia para compartir estas preocupaciones?
Como educador, sé que esta profesión es emocionante,
apasiona cuando se ama lo que se hace, pero también sé que quien se dedique a
ella debe huir de la arrogancia para no terminar como sofista y estar dispuesto
a aprender todos los días, incluso del torpe e ignorante, como lo dice
Desiderata, pero tampoco se debe olvidar que este oficio exige un gran esfuerzo
intelectual y una gran lucha por ser íntegros.
En mis constantes visitas a las instituciones
educativas observo, que aún hay maestros que no se toman el tiempo para
reflexionar como lo hizo Montaigne, quien acertadamente expreso: “El niño no es
una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender.”
Hoy, la sociedad cosmopolita, exige más
las habilidades de pensar y aplicar que la acumulación de conocimientos. Es
necesario redefinir el proceso de aprendizaje y más que idolatrar las nuevas
tecnologías, se hace indispensable desarrollar en los estudiantes las funciones
mentales básicas y llevarlos, en el lenguaje de Jean Piaget, del pensamiento
operatorio concreto al pensamiento operatorio formal. Y el estudiante, debe
cambiar su enfoque de aprendizaje para no contentarse con la superficialidad
impulsada por algunos maestros y comprometerse con la búsqueda en la
profundidad de su propio ser para alcanzar nobles ideales y metas que lo
motiven a ser mejor cada día. Eso sí que sería hablar de calidad educativa y
mejora continua y dejar de llenar formatos y seguir rutas que los teóricos de
la calidad empresarial trasladaron a las aulas como si en ellas se fabricaran
camisas y zapatos.
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