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Mostrando las entradas etiquetadas como Discreción
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Aprende a escuchar. 9  de marzo de 2013 Desde que nace el ser humano experimenta la necesidad de escuchar. En la infancia, cuando apenas balbucea, desea indagar. En la adolescencia espera que alguien le sepa guiar y aconsejar. Cuando su mente se llena  de preocupaciones y comienza a sentir la existencia como fardo, aspira a manifestar lo que piensa, y para conseguirlo, busca a alguien que lo escuche. Aunque receloso, se da a la tarea de encontrar una amistad, una compañía, para tratarla como gran tesoro. En las palabras, los mágicos vestidos de las ideas, varones y mujeres hallan el vehículo que el alma necesita para proyectarse hacia otro y henchida, ya de alegría, ya de tedio, romper el silencio que impone la desconfianza. Cuando alguien lo escucha entiende que a esa persona le interesa y deja de ser taciturno. Sabe que la timidez es signo de incomprensión e incompetencia. No saber comunicarse le aísla y disminuye. Hallar a alguien que lo escuche, lo acoge y tran...
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Oportunidad o debilidad. 4  de marzo de 2013 Fabio Máximo, a quien sus contemporáneos llamaron algunos Verrucoso porque encima del labio superior tenía una verruga; otros, Ovícula, ovejita, porque en su niñez se mostró tímido y lento para aprender el lenguaje, no fueron impedimento para que en Vidas paralelas , Plutarco su biógrafo, escribiera de él: “Cuando con el tiempo le excitaron los negocios, hizo ver a todos que era imperturbabilidad la que parecía ineptitud; prudencia, la apacibilidad, y seguridad y entereza, la dificultad y tardanza en determinarse. Poniendo la vista en la extensión de la república y las continuadas guerras, ejercitaba su cuerpo para los combates como arma natural y cultivaba la elocuencia para la persuasión al pueblo de la manera que más conformaba con su carácter. Porque su dicción no tenía la brillantez ni la gracia popular, sino una forma propia sentenciosa, llena de cordura y profundidad, muy parecida, dicen, a la frase de Tucídides.” Despué...
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La discreción no es cuento   24  de febrero de 2013 En la infancia se lee, pero no se comprende. Pasados los años, ya en plena madurez, regresar a los cuentos infantiles suele ser muy provechoso. En ellos se halla una sabiduría profunda y de gran beneficio para este aprendizaje continuo que es la vida. Los hermanos Grimm legaron a la humanidad uno de los mejores cuentos sobre la discreción. Tal vez usted lo conozca, pero resumirlo para todos aquellos que no lo hayan leído resultará útil. Una niña, llamada Caperucita, recibe de su madre el encargo de llevar una cesta a su abuela enferma que vive en el bosque. Antes de emprender la travesía le advierte que no hable con desconocidos. Por el camino se encuentra un lobo, que la interpela y al cual la pequeña da los detalles del encargo y de lo que realizará. El lobo saca ventaja de esta información para engañar a Caperucita. Llega antes a casa de la abuela, a quien se come, y luego ocupa su lugar para engañar a la niña y ...