Interrogarnos debe ser una costumbre.
Cuando observo a las personas que van por la calle me doy cuenta que son muchas las que llevan demasiada prisa. Mas cuando a una de ellas le pregunto que hacia dónde se dirige suelen titubear al darme una respuesta. Este hecho demuestra que no saben su objetivo o que no se creen capaces de conseguirlo. En sus palabras hay inseguridad y en sus acciones ligereza. Aunque como seres humanos estamos inclinados al error, si tuviéramos la sana costumbre de interrogarnos evitaríamos equivocarnos tanto. De nada sirve establecer metas si fallamos en el diseño de las estrategias para conseguirlas. O al intentar ir hacia ellas equivocamos el camino. El fracaso comienza cuando no hacemos la pregunta correcta o no sabemos la respuesta. Saber interrogarnos es todo un arte y dar la respuesta acertada es demostración de gran sabiduría. Tomemos la pregunta: ¿Qué deseo yo de la vida? Lo primero que advierto es que la formulación de esta interrogante disminuye la extensión de mis deseos y facilita ...