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Unos textos sobre solidaridad

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Primero se llevaron a los comunistas, pero a mi no me importó porque yo no lo era; enseguida se llevaron a unos obreros, pero a mí no me importó porque yo tampoco lo era, después detuvieron a los sindicalistas, pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista; luego apresaron a unos curas, pero como yo no soy religioso, tampoco me importó; ahora me llevan a mí, pero ya es demasiado tarde. Bertolt Brecht, poeta y dramaturgo alemán (1898-1956) Pero a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Este texto atribuido a Bertolt Brecht, realmente pertenece al pastor luterano alemán Martin Niemöller (1892–1984), es parte de un sermón dado por él en la Semana Santa de 1946 y dice así: Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron ...
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  Una mala costumbre…   Valoramos las personas cuando se han ido de nuestra vida. Valoramos la salud cuando estamos enfermos. Valoramos las cosas cuando las hemos perdido. Valoramos el dinero cuando nos falta. Valoramos el tiempo cuando estamos muriendo. Valoramos la familia cuando ya no la tenemos. Valoramos el frío cuando hace calor; deseamos que haga calor cuando sentimos frío. No esperes que alguien te enseñe cuando puedes aprender leyendo, pero tienes que hacer la inversión en dinero y tiempo. Cuando recibimos la traición comprendemos cuando nos advertían que esa persona no correspondía a nuestro afecto.   Vivimos de recuerdos, anhelamos lo que tal vez no alcanzaremos, mientras el presente lo desperdiciamos dejando ir minutos, horas y oportunidades. Nos quejamos de nuestros hijos pequeños; luego, cuando crecen, deseamos que vuelvan a ser niños. Vivimos discutiendo con nuestros padres, y luego cuando mueren deseamos retroceder el tiempo y...

APRENDIZAJE

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  A eso de caer y volver a levantarte, de fracasar y volver a comenzar, de seguir un camino y tener que torcerlo, de encontrar el dolor y tener que afrontarlo, a eso, no le llames adversidad, llámale SABIDURÍA .   A eso de sentir la mano de Dios y saberte impotente, de fijarte una meta y tener que seguir otra, de huir de una prueba y tener que encararla, de planear un vuelo y tener que recortarlo, de aspirar a ser águila y no ser más que gorrión, de querer alcanzar la cima y no saber ni el camino, de avanzar hacia la montaña y no llegar ni a la orilla, a eso, no le llames castigo, llámale ENSEÑANZA .   A eso, de estar en compañía de quien amas,   de tener días felices y días tristes, días de fracasos y días de triunfos, a eso, no le confundas con la monotonía, llámale EXPERIENCIA.   A eso, de buscar el porqué tus ojos miran las cosas y tus oídos oyen las voces del universo, y tu pensamien...

LA HISTORIA EN TORNO A ESTA PÁGINA

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  EL TIEMPO ES ORO Escribió Alejandro Dumas: “Nunca se está en paz con los que nos hacen un favor; porque, aunque se pague la deuda, se debe la gratitud”. Por mi parte en Secretos de los triunfadores, libro hecho para alimentar el alma, expresé: La ingratitud es el gesto de la pequeñez espiritual. He querido comenzar con estos dos aforismos que se aplican a hechos de mi vida pasada, pero que hoy deseo compartir para agradecer a Dios y a ellos el hermoso gesto que tuvieron. Se acercaba la celebración del día de la estudiante. Hubo reuniones previas para acordar cuál sería el detalle para cada una de las matriculadas aquel año de 1987 en el Colegio Nuestra Señora del Rosario—Bogotá. Debo aclarar que yo no formaba parte de los que se reunían y por eso la sorpresa fue mayor. El 7 de octubre, día de Nuestra Señora del Rosario, cada una de las estudiantes desde preescolar hasta once recibieron el pequeño libro, primera edición de Secretos de los triunfadores. La directora, Sor María Il...

El color de la soledad

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  Un relato de Efraín Gutiérrez Zambrano    La infancia era el tema de las vigilias en los meses que siguieron a la muerte de la esposa. Su olfato había perdido el olor dulce de las fragancias a las cuales lo había acostumbrado la coquetería y vanidad de Verónica. De su piel se habían borrado las sensaciones que dejan los besos llenos de pasión y una monótona lluvia de visiones pasadas mantenía con vida las pérdidas humanas que alimentaron la guerra y la enfermedad. Al marcharse el sol cada recuerdo se erguía en un rincón con parsimonia para hacer más cansina su presencia. La nostalgia agazapada en la oscuridad de la noche golpeaba en cada puerta de la casa como si fuera el viento de la tempestad. Las resonancias, la mayor parte dolorosas, daban una atmósfera de campanario abandonado a quien mirara la edificación que contrastaba con la algazara del comercio que en cada mañana despertaba y aletargaba su memoria durante las horas del día. La casa era suya y la guard...