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Mostrando entradas de febrero, 2013

Yo por aquí, Dios por allá.

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En estos tiempos de reduccionismo y superficialidad, reflexionar sobre la religión o sobre Dios es tarea de orates y fanáticos. Opuestos en su demencia  mantienen como fundamento el aceptar una ilusión, según pregonan los ateos. Pero tampoco resulta fácil negar a un conjunto numeroso de seres humanos que cultivan la fe como gran virtud y que rotulamos como creyentes. Los mismos altercados y divisiones se han presentado en el pasado como en la época presente. Podríamos hacer un gran volumen con aforismos y anécdotas sobre el tema, pero para no contrariar la tendencia actual bastan estos pocos ejemplos.  Cicerón, en su libro De natura Deorum , cuenta que el tirano de Siracusa, Hierón, solicitó al vate Simónides de Ceos que le explicara la naturaleza y atributos de Dios. Ante la petición, el poeta, a su vez suplicó, se le concediera al menos un día. Al vencer el plazo aumentó la solicitud a dos y luego a cuatro y así extendió tanto el tiempo que Hierón exigió una explicació
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El trabajo es una oportunidad valiosa. 27  de febrero de 2013 Si bien el ideal de la vida y su mayor tarea es trabajar no siempre se valora esta misión con el agrado que merece. Y aunque todas nuestras aptitudes nos conducen hacia el trabajo y de esa forma nos vemos inclinados, no todos los seres humanos lo encuentran placentero. Pero el trabajo trae al ser humano innumerables beneficios. Sin el esfuerzo diario el cuerpo pierde su vitalidad y el espíritu se torna abúlico. Sin la constancia todas las obras resultarían inacabadas y carentes de valor y gusto estético. El trabajo, lejos de abrumar la existencia humana, prepara el ser para la realización de las empresas encomiables y de las cuales los años se mostrarán orgullosos. Gracias a la labor diaria el hombre pone orden en el caos y evita que la locura emplee su mejor arma, que es el ocio inútil, para vencerlo y hundirlo en los abismos lúgubres.        A veces olvidamos que el trabajo requiere no sólo diligencia y que
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Aladino y la maravillosa felicidad. 26  de febrero de 2013 Se dice que todos los seres humanos deseamos ser felices. Pero olvidamos formularnos la pregunta cuya respuesta nos indicará lo que debemos hacer para ser felices. La felicidad más que un estado es una opción frente a las circunstancias y las cosas que nos rodean. La mayoría de las veces procedemos igual que Aladino al encontrar la lámpara. Comenzamos a frotarla y a pedir sin pensar en lo que realmente nos haría felices. No somos capaces de escuchar la pregunta que el genio nos hace: ¿Hay algo que pueda hacer por usted y que lo haría feliz y hasta llenaría de gozo su corazón inquieto? Tampoco advertimos que esa cueva siempre ha existido allí en el bosque donde solemos ir todos los días como le ocurría a Aladino. Esa cueva es nuestra conciencia y su voz es la del genio que la acompaña. A veces se pasa la vida entera sin que hallemos el tiempo y el lugar para formularnos esa pregunta vital, esencial  e indispensable. Y

Resentimientos y discusiones alejan a la paz.

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Muchas veces se ha dicho que nuestra vida es como una película donde el principal protagonista es cada uno de nosotros. En ella hay cuadros individuales y momentos que llaman más la atención que otros. Pero no siempre lo hacen porque nos maravillan sino porque dejan en el alma profundas heridas. Y entre estos instantes destacan los que se iniciaron en una discusión y que por falta de prudencia nos llevaron a la separación en el hogar o al abandono del trabajo, de los cuales más tarde nos arrepentimos.    Cuanto más tratamos de arreglar la vida y de man­tenerla en orden, más se empecinan personas y circunstancias en llevarnos hacia el caos. Lo peor es que nosotros alimentamos esa hoguera que nos consume y nos hace sufrir. Nos demoramos mucho tiempo en aprender en cómo superar esos momentos terribles en que actuamos de manera alocada y peligrosa contra nosotros mismos y contra nuestros amigos, familiares y vecinos. Las consecuencias inevitables de esas conductas son los resentimie
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La discreción no es cuento   24  de febrero de 2013 En la infancia se lee, pero no se comprende. Pasados los años, ya en plena madurez, regresar a los cuentos infantiles suele ser muy provechoso. En ellos se halla una sabiduría profunda y de gran beneficio para este aprendizaje continuo que es la vida. Los hermanos Grimm legaron a la humanidad uno de los mejores cuentos sobre la discreción. Tal vez usted lo conozca, pero resumirlo para todos aquellos que no lo hayan leído resultará útil. Una niña, llamada Caperucita, recibe de su madre el encargo de llevar una cesta a su abuela enferma que vive en el bosque. Antes de emprender la travesía le advierte que no hable con desconocidos. Por el camino se encuentra un lobo, que la interpela y al cual la pequeña da los detalles del encargo y de lo que realizará. El lobo saca ventaja de esta información para engañar a Caperucita. Llega antes a casa de la abuela, a quien se come, y luego ocupa su lugar para engañar a la niña y comérsela

Saber elegir requiere sabiduría

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A Dios pertenece la vida como la muerte; al ser humano, la acción de elegir. La primera es el cambio incesante y bullicioso; la segunda, la quietud y el silencio. Y si optamos por la vida, esta se manifiesta para unos como sueño, para otros, como pesadilla. Gustavo Adolfo Bécquer, en Rimas , así la describe: “Es un sueño la vida, pero un sueño febril que dura un punto; cuando de él se despierta, se ve que todo es vanidad y humo.” Y en La representación intuitiva de Arthur Shopenhauer podemos leer: “A la ilusión que abrigamos acerca de la inmortalidad del alma, se une siempre la de un mundo mejor, lo cual demuestra lo poco que esta vida vale.” Ante este panorama quedan nuestros ojos como los de aquellos que contemplan y no saben lo que al frente los interpela. Saber elegir, sin temor a equivocarnos, requiere mucha sabiduría. No podemos fundamentar nuestra respuesta en los bienes de este mundo visible porque el incesante cambio nos mantiene en lucha constante con la existencia d

¿De qué sirve la experiencia?

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De los empiristas aprendimos que la experiencia es fuente de conocimiento, pero para muchos también de ella proceden las tristezas y las culpas que impiden que alcancemos la felicidad a la cual fuimos llamados. Para ellos su pasado carece de valor y de todas las lecciones que la vida les ha dado, nada han aprendido. Pero no podemos negar que Fedor Dostoievski tenía mucha razón cuando escribió en Nietchokta Nezvanova : “Hay instantes en los que hemos podido aprender mucho más que en años enteros.” Hay ciertas experiencias que dejan huellas imborrables y enseñanzas inolvidables. No es conveniente restar importancia al pasado y evadir las explicaciones que las vivencias de los días anteriores brindan. Es mejor leer la historia personal con sentido crítico y reconocer nuestros errores para enmendarlos en el menor tiempo posible. No alimentemos culpas pensando que deberíamos haber sabido cómo evitarlos o que habríamos podido obrar sin precipitación. Nadie puede cambiar los hechos del d
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¿Qué hacer frente al imperio del tedio? 21  de febrero de 2013 La razón, al igual que los músculos, se cansa. Cuando experimentamos que el pensamiento se vuelve lerdo es que está fatigado y le es difícil subir la empinada senda del esfuerzo intelectual. Este es un síntoma de especiales cambios en los paisajes de nuestra interioridad. Sentimos que nos cuesta trabajo reflexionar y que hemos perdido la vista y por tanto no alcanzamos a vislumbrar el horizonte que esperábamos iluminara y atrajera. La alegría como la esperanza huyen de nosotros y el espíritu se llena de angustia indefinible que nos hace insoportables hasta con nosotros mismos. Ninguna posición es cómoda y no existe placer ni para el paladar ni para la piel. Todo es sólo sed y hambre de algo pero no atinamos a saber lo que es. Los jóvenes para no fatigarse en la nominación denominan este estado como “mamera existencial.” Es el diminuto imperio del tedio que está desmantelando el alma, piensan algunos como yo. Resen
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Que el amor te acompañe   20  de febrero de 2013 Siempre me deja perplejo que somos seres complejos y extraños. Tenemos conductas que no se explican con facilidad y no responden a la lógica natural. Nuestra comunicación con los demás algunas veces no es afectiva y efectiva. Y lo más extraño es que aunque nos cause dolor la incomunicación preferimos la soledad a la compañía. Se nos olvida que muchas de las cualidades y actos que desarrollamos en nuestras relaciones humanas dependen de la manera como nos acercamos o nos alejamos de las personas. Para algunos ese acercamiento no resulta placentero porque se es tímido o porque somos bruscos y antipáticos al entablar la conversación primera con el otro. A veces nos gusta mucho una persona pero no hallamos las palabras adecuadas ni la ocasión propicia para decírselo y terminamos en preocupaciones y frustraciones. Entonces nos sentimos culpables y dejamos que el tedio se apodere de nuestro espíritu.        Pero si tenemos suer
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Libre como la mariposa 19 de febrero de 2013 Hay noches en que al salir al parque siento la brisa fría como una caricia del universo. Levanto al vista al cielo y miro a las estrellas, allí veo que unas brillan más que otras. Entonces comparo ese cielo estrellado con la humanidad y me doy cuenta que hay muchas personas que sobresalen más que yo. Son dueñas de muchas cosas mientras yo carezco de ellas. Pero no es para mí causa de vergüenza. Soy realmente consciente que siempre existirán esas diferencias y éstas no deben preocuparme ni causarme envidia. ¿Acaso quien me ha dicho que mis cualidades, destrezas, talentos y  apariencia no son las que necesito para brillar con luz propia? ¿Quién me impide que yo sea lo que deseo ser? Si no he llegado al nivel al cual aspiro es porque no he trabajado en mejorar y crecer al ritmo que mis objetivos necesitan. Tal vez me he acostumbrado a centrar el pensamiento en las limitaciones y errores que me han llevado al lado oscuro de la existe