Orar es un diálogo



Tenemos muchos errores acumulados en nuestra memoria. Es como una montaña que nos impide ver los resplandores del sol de la verdad. Y esos errores toman la forma de prejuicios que se pegan a los ojos como escamas. Con esa ceguera inadvertida es imposible que veamos las bondades de las personas, del mundo y de Dios.
Hoy quiero detenerme en esa relación que el ser humano establece con su Creador y que definimos como oración. Pero resaltaré todo aquello que no es orar y es causa de muchos procederes equivocados ante la presencia de Dios. Espero no me confundan con un puritano o con un fanático religioso. Siempre procuro que mis reflexiones sean objetivas y apartadas de los credos religiosos particulares que los humanos muchas veces pretenden imponer. En Secretos de los triunfadores, libro de mi autoría, manifesté que muchas son las religiones y sectas que se presentan, pero no existe más que un solo Dios. Es a Él a quien debemos buscar y relacionarnos a través de la oración. 
Un primer error que cometemos al orar es tomar a Dios en un sentido utilitarista. Sólo nos acordamos de Él ante el peligro inminente o la situación desesperante que se nos viene encima. Pero el resto del tiempo vivimos sin pensar ni advertir su omnipresencia y dedicamos todo el tiempo a nuestros negocios y empresas sin importar lo que Él pueda sugerir o mandar. Si lo tuviéramos en cuenta no seríamos tan avaros y vanidosos.
También es una actitud utilitarista ir hacia Él para que a cambio de una plegaria o una veladora nos conceda lo que pedimos sin reparar si es lo más conveniente para nuestra salud física y espiritual. Hacemos unos diálogos de orates y prometemos lo que no vamos a cumplir, todo por conseguir chantajearlo de acuerdo con nuestros mezquinos intereses. Pero Dios en su omnisciencia sólo sonríe.
En otras ocasiones tomamos la oración como espectáculo y cuando nos dicen que en tal secta o grupo sí se siente la presencia divina nos vamos para allá para formar parte de los que saltan y hasta se tiran al suelo como si en medio de la algazara Dios pudiera hablar. Eso es desconocer que el lenguaje preferido de Dios es el silencio. Cambiamos de religión, pero no cambiamos de actitud.
Pero también sucede que tomamos la oración como un ejercicio de yoga y buscamos encerrarnos dentro de nosotros mismos como si fuéramos tortugas asustadas. Creemos hallar la paz en la soledad y la reflexión propia sin tener en cuenta que Dios exige la comunicación sincera y servicial con nuestros semejantes. Olvidamos que a Dios sólo se puede llegar mediante el amor al prójimo y que en cada uno de los que sufren está Dios suplicando misericordia. Si nuestro corazón no es bondadoso y nuestra mano, generosa, ¿cómo esperar que Él nos perdone y nos dé su amor?
Otro error en el que incurrimos es pensar que Dios responde con la celeridad de las leyes de la física y que a la acción de orar inmediatamente Dios se manifestará como si fuera el genio que Aladino manipulaba según sus deseos. En la oración es donde debemos demostrar que aprendimos de Él las ventajas de la paciencia y el poder de la fe. La creación entera no fue un acto de magia sino el fruto de largos siglos de paciente espera. Y con todas estas maravillas del mundo visible aún dudamos de su presencia y su amor porque pretendemos que Dios sea el sirviente a quien ordenamos para que inmediatamente actúe.

Si oramos con fe y esperamos pacientemente que Dios actúe nos convenceremos de que sin Dios nada somos pero que podemos trascender y vencer todas las dificultades, incluso la enfermedad y la muerte, si en Él nos refugiamos y hacemos su santa voluntad. Si comprendemos esto no buscaremos las religiones para comunicarnos con Él sino el momento diario para decirle gracias Padre por la vida, el trabajo, mi familia y todo lo bello que puedo compartir con el que llama a la puerta. Orar es  un diálogo con Dios y con el que está a mi lado. Oremos, pero no dejemos de construir un mundo que a todos nos agrade y donde Dios reine.  

Gracias por detenerse a leer esta reflexión y si amas a alguien... compártela.    
Ya está en librerías la tercera edición de Secretos de los triunfadores de Efraín Gutiérrez Zambrano. 

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