Adolescencia, un dolor de cabeza para padres y educadores.
Adolescencia, un dolor de cabeza
para padres y educadores.
Por Efraín Gutiérrez Zambrano. Correo: efraguza@hotmail.com
La palabra adolescencia nos transporta en su acepción latina y etimológica
a los conceptos: madurar, crecer. En jornadas pedagógicas y conferencias para
padres de familia este tema lo hemos explicado con más detalle y profundidad,
pero tratándose de un medio impreso como éste, nos vemos en la necesidad de
esbozarlo en apretada síntesis.

Es el momento de analizar y sintetizar teorías y concepciones de los
grandes pensadores y científicos; es el instante para los altruismos,
idealismos y luchas por las ideologías y gustos; es la época de crear e
imaginar utopías que reemplacen los mundos que consideran obsoletos e injustos;
es el tiempo propicio para escuchar y establecer hipótesis, considerar
alternativas que se
ajusten a sus concepciones y examinar las variables que
causan la incertidumbre o la certeza; son los años imposibles que ponen en tela
de juicio la apariencia, la inteligencia y la personalidad de los jóvenes; es
la edad en que se hace de la hipocresía, común entre los adultos, un arma
defensiva y convincente. Y es, para los padres, psicólogos y educadores, la
prueba máxima de su capacidad para orientar con sabiduría.La característica sobresaliente del pensamiento de la adolescencia lo constituye el razonamiento abstracto. En él se fundamentan las más elevadas funciones mentales que contrastan con las del pensamiento infantil que gira en torno de la realidad fáctica. Realidad que es determinada y específica y hace que el niño se detenga en los carruseles del pensamiento concreto que le hacen difícil diferenciar lo real de lo fantástico.
La brevedad del tiempo y el espacio nos obliga a desplazarnos al plano
de los sentimientos. Pero regresemos a la visión general de la adolescencia y
advirtamos que si hay algo que la caracterice y distinga de las demás etapas
del desarrollo del ser humano es el cambio. Pero no queremos hacer énfasis en
los aspectos físicos como estructura, peso, proporciones del cuerpo, madurez
sexual, voz sino detener nuestra mirada, aunque sea de soslayo, en la dimensión
emotiva.
La presión de la influencia social, representada por la familia y la
escuela, desbordan el cauce natural de la sensibilidad juvenil e irrumpe como
una explosión de juegos pirotécnicos en el fenómeno emocional sobresaliente de
esta etapa del desarrollo humano: la ira. Pecado capital que condenan los
adultos y que los muchachos y muchachas expresan en apariencias de miedo,
timidez, terquedad, envidia, enfrentamiento, inseguridad, soberbia y hasta
remordimiento. Las palabras de los adultos, por livianas y sinceras que
parezcan suelen causar irritación y escozor sobre los paisajes interiores.
La soledad, la exaltación del yo y la búsqueda del alma gemela ponen
los colores al intrépido espíritu adolescente. Es en el ensimismamiento donde
se descubre el yo y la necesidad del otro. Nada extraño existe en el diario
íntimo, el poema lírico y la aventura excitante porque eso es lo que distingue
y va dando identidad y pertenencia a los futuros adultos. Tampoco es insólito
que en esas tormentas interiores se halle el adolescente refunfuñando que no
hay quien lo comprenda.
Pero como el tiempo apremia es indispensable sintetizar el tercer plano
donde se hallan las relaciones con la familia y los amigos. Por esfuerzos que
se hagan, para el adolescente, la atmósfera familiar está casi siempre
enrarecida mas en el fondo sabe que no existe en el mundo mejor espacio para
desarrollar su emotividad y experimentar con ese corcel brioso llamado
libertad. El joven tiene conciencia de que ha llegado al segundo nacimiento
donde él mismo tiene que romper el cordón umbilical que lo ata a ese núcleo
donde creció y maduró. Es hora de comenzar a hacer negociaciones que le
permitan ir adquiriendo la libertad psicológica y la independencia personal.
Como adultos tenemos la necesidad de demostrar a los jóvenes la serenidad ante
los distanciamientos que originan los enfrentamientos generacionales. Tomar el
control, por parte de los progenitores y formadores exige firmeza y tolerancia
ante las demandas que deben ser argumentadas por parte de los jóvenes para no
caer en las rebeldías inocuas o sin causa que degenera en pandillas y grupos de
poder anárquico. Lo anterior nos recuerda que es saludable tocar
tangencialmente el tema de las amistades para finiquitar lo relativo al plano
social-afectivo.
Con los amigos se desarrolla la
reciprocidad, la solidaridad y se satisface la necesidad de comunicación. En
muchos casos calificada de exagerada por los mayores, pero escasa por los
muchachos y muchachas. Con los amigos el tiempo se detiene y la verdad se
apuntala, la duda y la vacilación se elevan a certezas compartidas y las penas,
lamentos e incomprensiones hallan paladines y paños de lágrimas.
Por último, y para contestar a una pregunta que se hacen los padres y
educadores, respondemos que los y las adolescentes sí tienen valores. Pero en
esa etapa se hallan en proceso de categorización y critica, razón por la cual
se manifiestan en el conflicto moral que evidencia no sólo tensión emocional
sino desconfianza parental e incertidumbre pedagógica. En el libro de mi
autoría, Cavilaciones y Escolios,
explico con mayor extensión este tópico que consideramos, quienes estamos
comprometidos con el oficio formador, de vital importancia.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por su comentario