Fragmentos de Ética





Ya pueden leer Alquimia del Amor

Espero leer su opinión
Adquiéralo en 





A continuación el lector hallará una antología de textos de ética  de diferentes épocas. Nada mejor para aprender que ir a conocer a los protagonistas de las ideas. Algunos de mis libros fueron inspirados en fragmentos como los que a continuación publico.   


MÁXIMAS PARA ALCANZAR LA FELICIDAD 

EPÍCTETO

No desees nada con pasión; si deseas cosas que no dependen de ti es imposible que no te veas frustrado; y si deseas las que de ti dependen, advierte que no estás bastante instruido de lo que es necesario para desearlas honestamente. Por lo cual si quieres hacer bien acércate a ellas de manera que puedas retirarte cuando quieras. Pero todo esto se ha de hacer con medida y discreción. (...)

Cuando se te ofrece algún objeto enojoso, acostúmbrate a decir en ti mismo que no es lo que parece sino pura imaginación. Luego que hayas hecho reflexión, examina el objeto por la regla que ya tienes para ello. Considera si es cosa que depende de ti; porque si no depende, dirá que no te toca. (...) Por ejemplo: cuando manejas una olla de barro, que, habiendo hecho esta reflexión, si acaso se quebrase no te causará alteración. Asimismo, si amas a tu hijo o tu mujer, acuérdate que es mortal lo que amas, y por este medio te libras del impensado sobresalto cuando la muerte te los arrebate. (...)

Si te hallases embarcado y el bajel viniese a tierra, te sería permitido desembarcar para buscar agua; y, asimismo, nadie te impediría el coger las conchelas que te hallares en tu camino; pero te convendría tener la vista siempre en el bajel, atendiendo a cuando el piloto te llamase, y entonces sería menester dejarlo todo de modo que no te hiciese embarcar atado de pies y manos como una bestia. Lo mismo sucede en la vida. Si Dios te da mujer e hijos, permitido te es amarlos y gozar de ellos. Pero si Dios te llama, conviene dejarlos sin más pensar y correr ligeramente a la nave. Y si ya eres viejo, guárdate de alejarte y de no estar prevenido para cuando seas llamado. (...)

Nunca pidas que las cosas se hagan como quieras; mas procura quererlas como ellas se hacen. Por este medio todo te sucederá como lo deseas.

Acuérdate que conviene que representes la parte que te ha querido dar el autor de la comedia. Si es corto tu papel, represéntate corto;  si largo, represéntate largo. Si te manda hacer el papel de pobre, hazlo naturalmente lo mejor que pudieres. Y si te da el de príncipe, el de cojo o el de un oficial mecánico, a ti te toca el representarlo y al autor el de escogértelo. (...)

Ten cada día delante de los ojos la muerte, el destierro y las otras demás cosas que la mayor parte de los hombres ponen en el número de males. Pero ten cuidado particularmente de la muerte, porque por este medio no tendrás ningún pensamiento bajo ni servil, ni desearás nada con pasión. (...)

Por opinión que tenemos de las cosas que nos tocan podemos conocer lo que desea la naturaleza. Cuando el criado de tu vecino rompe un vidrio decimos, luego, aquello sucede ordinariamente; conviene comportarse de la misma manera cuando te rompa el tuyo, y quedar tan mesurado como cuando se rompió el de tu vecino. Aplica esto también a las cosas mayores. Cuando el hijo o la mujer de tu vecino se mueren, no hay quien no diga que eso es natural; pero cuando nos sucede tal accidente nos desesperamos y gritamos diciendo: "¡Ah, cuán desgraciado soy! ¡Ah, cuán miserable!", pero deberás recordar en este suceso lo que sientes cuando a otro le acontece la misma cosa. (...) 

El aplicarse demasiado a las cosas corporales es señal de un alma baja, como es ser continuo en ejercicios de comer y beber mucho, el darse demasiado a las mujeres y gastar más tiempo del que es menester en las demás funciones del cuerpo. Todo esto se ha de hacer de prisa y como de paso. Al espíritu se han de dar todos nuestros cuidados.

(Manual o Máximas de Epícteto)


SI EL SABIO PUEDE  SER ÚTIL AL SABIO.


¿Deseas saber si el sabio es útil al sabio?  Nosotros andamos diciendo que el sabio se halla colmado de todo bien, que ha alcanzado la cumbre; se pregunta ahora cómo puede ser útil al que posee el bien supremo.  Los buenos son útiles entre sí, pues practican las virtudes y conservan la sabiduría en su estado; cada uno de ellos desea otro con quien conversar e investigar. Los hábiles en la lucha se mantienen en forma mediante el ejercicio; el músico es estimulado en su arte por el maestro. El sabio necesita la práctica de las virtudes; tal como él se ejercita es ejercitado por otro sabio. ¿Qué utilidad reportará el sabio al sabio? Prestarle impulso, mostrarle las ocasiones de los actos virtuosos.

A más de esto le manifestará algunos pensamientos, mostrándole lo que ha descubierto. Pues siempre quedarán al sabio descubrimientos por hacer en cuya busca pueda expansionar su inteligencia.  El malo mueve al malo y lo torna peor, excitándole la ira, aprobándole la tristeza, alabándole sus placeres. Nunca son más terribles los perversos que cuando muchos de ellos juntan sus vicios y asocian sus maldades.  Por la ley de los contrarios, pues, el bueno será útil al bueno. ¿Me preguntas cómo?.  Le procurará alegría, le hará más firme la confianza, y la contemplación y la seguridad mutuas harán crecer la alegría de ambos.  Además, le facilitará el conocimiento de muchas cosas. Pues el sabio no lo sabe todo, y aunque lo supiese, otro puede descubrir y mostrar vías más breves por las cuales pueda ponerse toda aquella máquina en movimiento. El sabio puede ser útil al sabio, no sólo con sus fuerzas, sino hasta con las de aquel a quien ayuda.  Es cierto que el sabio, aún dejado solo, puede desplegar sus facultades; se servirá de su propia velocidad, pero, sea como fuere, quien corre es también ayudado por quien exhorta: " Tienes que saber que el sabio no aprovecha al sabio, sino a sí mismo.  Quítale la fuerza propia y no hará nada." De igual manera que la miel no tiene dulzor, por cuanto aquel que ha de comerla debe estar de tal mnera dispuesto de lengua y de paladar para este sabor  que el dulzor le resulte agradable, ya que de otro modo le ofendería pues hay hombres que encuentran la miel amarga por causa de enfermedad, conviene que uno y otro estén sanos, porque uno puede ser útil y el otro prestarle material adecuado.  "Si - dices -  sería cosa superflua calentar un cuerpo que se halla en el grado más alto de calor, asimismo lo es querer procurar provecho al hombre que ha ascendido al bien supremo. El agricultor provisto de todas sus herramientas, ¿iría, por ventura, a pedir otra?.  El soldado lo bastante armado para salir a la batalla, ¿siente necesidad de alguna otra arma?.  El sabio tampoco: cuenta con todas las herramientas y armas que le precisan." A ello respondo: el cuerpo que se encuentra en el más alto grado de calor, ¿no necesita que se le añada aún más de éste para mantenerse en aquel grado tan alto? "Pero el calor - me dices - se conserva solo."  Primeramente hay mucha distancia en estas cosas para comparar. Pues el clor es uno, y la utilidad es varia.  Además, el calor no es ayudado a ser caliente por la añadidura de calor, pero el sabio no puede permanecer en igual situación de espíritu si no acepta algunos amigos semejantes a él a los que comunicar sus virtudes.  Añade aún que todas las virtudes son amigas entre sí.  Es por lo tanto, útil a su semejante quien ama sus virtudes y, a su vez, le ofrece las suyas propias para que sean amadas por aquél. Las cosas semejantes deleitan, sobre todo cuando son honestas y saben seducir y ser seducidas.  Nadie ha podido aún poseer el arte de influir en el alma del sabio que no haya sido sabio, de igual manera que nadie puede mover racionalmente al hombre.  Así como para mover la razón es necesaria la razón, para mover la razón perfecta precisa la razón perfecta. Se dice también que nos reportan provecho aquellas que nos procuran medios, como dinero, influencia, seguridad, y otras cosas que nos son caras o necesarias para los usos de la vida y mediante las cuales hasta el hombre más torpe puede ser útil al sabio.  Pero ser útil  es mover el alma según la Naturaleza por obra de la virtud propia, como también mediante la de aquel que es movido.  Y ello no puede acontecer sin provecho de quien influye en el otro, por cuanto al ejercitar la virtud de otro es menester que ejercite la suya propia.  Pero aún prescindiendo de estos bienes supremos o de las causas que los producen, los sabios pueden ser útiles unos a otros.  Ya que para un sabio es cosa deseable encontrar otro, puesto que todo lo que es bueno tiene naturalmente simpatía por lo bueno, y por esto cada uno de ellos toma afecto al hombre bueno como a sí mismo.  A fin de seguir mi argumento me es necesario pasar de esta cuestión a otra.  Se pregunta si el sabio deliberará solo o llamará a alguien en busca de consejo. Será necesario que lo haga cuando descienda a la vida civil y doméstica, a la vida, por decirlo así, de las cosas mortales; en estos asuntos el consejo de otro le es tan necesario como al médico, al piloto, al abogado o al iniciador de procesos.  El sabio, pues, será alguna vez útil al sabio porque le aconsejará.  Pero también en aquellas cosas grandes y divinas, según ya hemos dicho, le será útil, ya que juntos podrán discurrir sobre las cosas honestas y juntar sus almas y sus pensamientos.  Además, es algo muy conforme con la Naturaleza abrazar a los amigos y alegrarse de sus progresos como de los propios.  Porque si no lo hacemos así no quedará en nosotros aquella virtud que tiene su fuerza en el ejercicio de la sensatez.  Pero la virtud aconseja ordenar bien las cosas presentes, proveer a las futuras, deliberar y tener el ánimo siempre diligente.  Y le será más fácil mostrar ánimo atractivo y bien desplegado a aquel que se haya juntado con un compañero.  Para ello debe buscar un varón perfecto, o uno que se halle en camino de perfección y muy cerca de ella, y este hombre perfecto le será útil si le hace, debido a la prudencia de ambos, más firmes las resoluciones. Se dice que los hombres ven más claro en lo negocios de ls demás.  Esto es un defecto que tienen los hombres cegados por el amor propio y a los cuales el temor quita la visión de la utilidad: comenzamos a cobrar buen juicio cuando nos sentimos más seguros y libres de temores.  Pero, por otra parte, existen cosas que hasta los sabios ven más claramente en otro que en sí mismos.  Y, en fin, el sabio podrá dar al sabio aquello tan dulce y tan egregio de  "querer y no querer ambos las mismas cosas": una empresa nobilísima les conducirá bajo el mismo yugo.  He satisfecho tu existencia, por más que esto entraba en el orden de materias que hemos alcanzado en nuestros volúmenes de filosofía moral.  Según tan frecuentemente acostumbro decirte, piensa que estas cosas no utilizan más que la sutilidad del ingenio.  Pues vuelvo siempre a lo mismo: ¿de qué nos sirve tal cosa? Tórname más valeroso, más justo, más temperante.  No es hora aún de dedicarme a los ejercicios, necesito todavía al médico.  ¿Por qué me pides una ciencia inútil? Me has prometido grandes cosas y no veo más que cosas pequeñas.  Decías que me tornaría intrépido aunque en derredor mío brillasen las espadas o el puñal rozase mi garganta; decías que permanecería tranquilo aunque en derredor mío llameasen los incendios o una súbita borrasca arrastrase mi navío por todos los mares; proporcióname el afán de menospreciar el placer y la gloria.  Luego me enseñarás a resolver cuestiones complicadas, a distinguir las que son ambiguas, a aclarar las obscuras; ahora enséñame lo que necesito.  Consérvate bueno.

SÉNECA, CARTAS MORALES A LUCILIO, TOMO II.

¿En qué consiste
la felicidad del hombre?

Artículo 1. Si la felicidad del hombre está en las riquezas.

Es necesario responder que es imposible que la felicidad del hombre esté en las riquezas. Al decir del filósofo  en la Política, hay dos clases de riquezas, las naturales y las artificiales. Las naturales son aquellas que sirven al hombre para satisfacer sus necesidades naturales, como el alimento, la bebida, los vestidos, los vehículos y las habitaciones y otras cosas semejantes. Las artificiales son aquellas con las que de suyo no se ayuda a la naturaleza, como el dinero, pero que el arte humano inventó para facilitar los cambios, a fin de que sean como una medida de las cosas venales del comercio.

Pues bien, es evidente que la felicidad del hombre no puede consistir en las riquezas naturales porque a éstas se las busca con otra finalidad ulterior, es decir, para sostenimiento de la naturaleza del hombre y, por ello, no pueden ser fin último del hombre sino que se ordenan al hombre como a un fin. De ahí que en el orden de la naturaleza todas ellas están por debajo del hombre y hechas para el hombre.

Y las riquezas artificiales no se buscan sino por las naturales, pues no se buscarían si con ellas no se comparan las cosas necesarias para el uso o ejercicio de la vida; luego tienen mucho menos razón de fin último. Es imposible, por consiguiente, que el fin último del hombre esté en las riquezas (...).

Artículo 4. Si la felicidad del hombre está en el poder.

Es necesario responder que es imposible que la felicidad del hombre consista en el poder. Primero, porque el poder es principio, , afirma el libro V de la Metafísica, y la felicidad es fin, y último. Segundo, porque el poder sirve para el bien y para el mal, mientras que la felicidad es bien propio y perfecto del hombre; luego más bien un cierto modo de felicidad podría consistir en el buen uso del poder mediante la virtud más que en el poder mismo.

Finalmente, se pueden invocar cuatro razones generales para mostrar que la felicidad no está en ninguno de los bienes citados. Primera, porque, al ser la felicidad el bien sumo del hombre, no es compatible con ningún mal, mientras que todos los bienes anteriormente señalados pueden encontrarse en los hombres buenos y en los malos. Segunda, porque, siendo esencial a la felicidad el ser “suficiente por sí misma”, como se dice en el libro, I de la Ética, una vez lograda la felicidad es forzoso que al hombre no le falte ningún bien necesario y, sin embargo, logrados todos y cada uno de los bienes citados, todavía pueden faltar muchos bienes necesarios al hombre como la sabiduría, la salud corporal y otros. Tercera, porque al ser la felicidad el bien perfecto, no puede provenir de ella ningún mal para nadie, lo cual no ocurre con los bienes citados... Cuarta, porque el hombre se ordena a la felicidad por principios interiores puesto que por la misma naturaleza está hecho para ella; ahora bien, los cuatro bienes señalados provienen más bien de causas exteriores y en la mayoría de los casos de la suerte o fortuna y por eso se llaman bienes de fortuna. Queda manifiesto, por consiguiente, que la felicidad no consiste de ningún modo en dichos bienes (...).

Artículo 5. Si la felicidad del hombre está en algún bien del cuerpo.

Es necesario responder que es imposible que la felicidad del hombre esté en algún bien del cuerpo. Por dos razones. Primera, porque es imposible que el fin último de una cosa que se ordena a otra consista simplemente en que esa cosa se conserve en su ser. Por ejemplo, el piloto no intenta como fin último la simple conservación de la nave puesta bajo su dirección, ya que la nave se ordena como fin a otra cosa, a la navegación. Pues bien, así como se le encomienda al piloto la nave para que la dirija, así el hombre es entregado a su propia razón y voluntad, de acuerdo con aquello del Eclesiastés, 15, 14: “Dios creó el hombre en el principio y lo dejó en manos de su libertad”. Ahora bien, es evidente que el hombre está ordenado a algo como a un fin pues el mismo no es el bien supremo. Luego es imposible que el fin último de la razón y de la voluntad del hombre sea la simple conservación del ser humano.

 Segunda, porque, aun suponiendo que el fin de la razón y de la voluntad humana fuera la conservación del ser humano, no podría afirmarse que el fin del hombre fuese algún bien corporal. El ser del hombre consiste en el alma y en el cuerpo, y, si bien el ser del cuerpo depende del alma, el ser del alma humana no depende del cuerpo, en el sentido que se expuso anteriormente; el cuerpo es por el alma como la materia por la forma y algo así como el instrumento por el motor, para que por él realice sus acciones; luego todos los bienes del cuerpo se ordenan a los bienes del alma como a su fin. En consecuencia, es imposible que la felicidad, que es el fin  último del hombre,  consista en los bienes del cuerpo (...).

Artículo 6. Si la felicidad del hombre está en el placer.

Es necesario responder que, según Aristóteles en el VII de la Ética, “ como los deleites corporales son los más conocidos para la mayoría recibieron el nombre de voluptuosidades o placeres voluptuosos”, aunque existan otros mayores. Sin embargo, la felicidad no consiste en ellos porque en cualquier realidad una cosa es lo que constituye su esencia y otra lo que es su  accidente propio como, por ejemplo, en el hombre el ser animal racional mortal es cosa distinta de ser risible. Según esto hay que tener en cuenta que todo placer o gozo es un cierto accidente propio que se sigue de la felicidad o de algún elemento parcial de la misma; alguien, en efecto, se goza o deleita, porque posee algún bien que conviene a la naturaleza, sea que lo tenga realmente, sea en esperanza, sea al menos en la memoria. El bien conveniente, si de verdad es perfecto, es la felicidad misma del hombre; si es imperfecto, es cierta participación próxima o remota o por lo menos aparente de ella. En consecuencia, es claro que ni el gozo mismo que se sigue del bien perfecto es la esencia misma de la felicidad sino una cierta consecuencia que se sigue de la misma a la manera de accidente propio. 

Pues bien, el placer corporal ni siquiera de ese modo puede ser el resultado del bien perfecto ya que es una consecuencia del bien que percibe el sentido y el sentido es una potencia o fuerza del alma que usa del cuerpo. El bien que pertenece al cuerpo y que es aprehendido por el sentido no puede ser el bien perfecto del hombre: en efecto, como el alma racional excede la proporción de la materia corporal, la dimensión o parte del alma que está liberada de órgano corporal posee cierta infinitud respecto del cuerpo mismo y de las partes o dimensiones del alma sujetas al cuerpo; así como las realidades inmateriales son en cierto modo infinitas respecto de las materiales porque la forma se limita y contrae por la materia y,  por lo mismo, la forma independientemente de la materia es en cierto modo infinita, así el sentido, que es facultad corporal, conoce lo singular,  que es determinado y limitado por la materia, mientras que el entendimiento, que es facultad independiente o absuelta de la materia, conoce lo universal, que es abstraído o abstracto de la materia y que contiene en sí infinitos singulares. Por lo tanto, es evidente que el bien conveniente o proporcionado al cuerpo, el cual causa el deleite corporal por medio de la percepción sensorial, no es bien perfecto del hombre sino mínimo en comparación con el bien del alma... En consecuencia, el placer corporal ni es la felicidad misma, ni es siquiera un accidente propio de ella.   

Tomás de Aquino  (Suma Teológica)


La situación ideal de diálogo para Habermas


1. ¿Qué entiende Habermas por acción?

Para Habermas la  acción es un modelo teórico, que se plantea a partir de la teoría sociológica y analítica de la acción. De esta forma, delimita el concepto de acción en el contexto de la ontología,  de la teoría del conocimiento y la del lenguaje. Habermas entiende la acción como la aplicación de un plan de acción en el que un actor postula un acuerdo o un saber común de ciertos actores sobre otros, el plan se apoya en la interpretación de alguna situación específica en la que el actor domina dicha situación al llevar a termino su plan de acción.  Ésta  debe ser concebida de tal manera que permita diseñar un orden social, una teoría de la acción ligada a los roles sociales que permita establecer el interaccionismo entre el campo simbólico y el campo etno-metodológico. Es decir, que permita considerar al hombre como persona y no como simple medio.

2. ¿Qué es la situación ideal de diálogo, y cuáles son las condiciones para que se pueda dar?

La situación ideal de diálogo para Habermas es la que se da a partir de un saber común en el cual los participantes coinciden en algunas opiniones y aceptan como válido un saber, es decir, un acuerdo que contenga componentes o implicaciones relevantes para la secuencia de interacción.

Para que tal situación se efectúe, los participantes se deben referir en términos de reciprocidad en los que no debe existir una influencia sobre el otro. Un acuerdo no puede formarse o venir por la imposición de una u otra parte, ya que perdería su eficacia y el carácter de convicción común en cuanto el afectado se da cuenta de que es el resultado de la influencia externa que otro ha ejercido sobre él.

2.    ¿Qué entiende por acción teleológica?

La acción teleológica es entendida como una relación entre un actor y determinado mundo, en esa relación el actor debe tener la capacidad de formarse opiniones, someterlas a evaluación, y concebir intenciones y ejecutarlas. De esta forma el actor adopta inicialmente dos relaciones con el mundo objetivo: puede conocer estados de cosas existentes o traer a existencia estados de cosas deseadas.

4. ¿Qué entiende por acción instrumental?

La acción instrumental es aquella en la que el objetivo de las relaciones interpersonales de los sujetos que actúan es su propio éxito, y sólo son reguladas por el intercambio de intereses  (poder).

La orientación que se da a las acciones instrumentales se plantea en términos de competencia por el dinero y por las políticas de poder, las decisiones se coordinan a través de relaciones de mercadeo o de dominación. Así mismo los participantes de esta acción se desenvuelven en relaciones interpersonales de carácter instrumental ya que los individuos son vistos como medios para alcanzar sus propios fines.

5. ¿Qué entiende por acción estratégica?

La acción estratégica es una acción social que representa una alternativa desde la perspectiva del mismo agente. Los participantes en la acción deben elegir entre una actividad orientada al éxito o una actitud orientada al entendimiento. En la acción estratégica los individuos no se limitan a intervenciones instrumentales, ya que aquellos persiguen sus fines por medio de influjos sobre otros actores, ampliando así su aparato categorial a lo que puede presentarse en el mundo.

 El modelo de acción teleológica puede llegar a convertirse en acción estratégica cuando en el cálculo que el actor hace de su propio éxito entran las expectativas de otro actor que también actúe con el fin de alcanzar sus metas.

6. ¿Qué es la acción regulada por normas?

Para Habermas la acción regulada por normas es la que presupone un consenso valorativo en el que el entendimiento sirve a la actualización de un acuerdo grupal normativo ya vigente. La acción regulada por normas responde a un orden social que se entiende como un sistema de instituciones vigentes o de normas legitimadas por un grupo social.                          

En este tipo de acción, los miembros de un grupo social orientan su conducta a valores comunes y, de acuerdo a ello, el actor particular sigue o transgrede una norma. El actor es portador de roles sociales a partir de los cuales puede entablar relaciones interpersonales legítimamente reguladas. Las normas expresan un acuerdo vigente en un grupo social que son aceptados y justificados por los destinatarios de las normas.

7. ¿Qué es la acción dramatúrgica?

La acción dramatúrgica es la que se apoya en las relaciones consensuales entre  participantes que se ponen a sí mismos y a su público en escena. El actor genera ante su público una imagen, la cual proyecta determinadas impresiones de sí mismo, revelando con subjetividad la apariencia que desea mostrar. El modelo de acción dramatúrgica cuenta con un pluralismo de identidades que se reafirman a sí mismas y que comunican entre sí por medio de la autorepresentación, igualmente se puede definir como un modelo expresivista que otorga un espacio creativo al actor.                      

En la acción dramatúrgica el comportamiento de los actores corresponde a una ínter-representación en la que se muestra una estabilización de la expresión de las propias vivencias, efectuada con vista a la imagen que se quiere proyectar de sí mismo a un espectador.

8. ¿Qué es la acción comunicativa?

La acción comunicativa es entendida como aquella que se desenvuelve en el mundo objetivo, subjetivo y en el mundo social  en el que los individuos son agentes activos que juegan el papel de hablantes y oyentes, los cuales relativizan sus acciones sobre algo en el mundo teniendo en cuenta la posibilidad de que determinada acción sea puesta en cuestión por otros actores.

En la acción comunicativa el entendimiento coordina las acciones a partir de que el hablante pretende manejar un grado de verdad para los enunciados y presuposiciones de existencia, rectitud para las acciones legítimamente reguladas para su contexto normativo y veracidad en lo que se refiere a las manifestaciones subjetivas. De esta manera se puede asegurar que la acción comunicativa es el dominio de las situaciones a partir de: el aspecto teleológico de la ejecución de un plan de acción y del aspecto comunicativo de interpretación de la situación y obtención del acuerdo.

9. ¿Por qué, según Habermas, la acción comunicativa es superior a todas las anteriores y dónde radica su dimensión ética?

Según Habermas, la acción comunicativa es superior a los otros modelos de acción en la medida en que sirve a la tradición y a la renovación del saber cultural. Así mismo es importante ya que se convierte en un aspecto socializador en cuanto sirve a la construcción de la acción social y al establecimiento de la solidaridad.
De otro lado, la acción comunicativa cataliza el desarrollo de las identidades personales, la reproducción de agentes culturales y la gestación de procesos de integración social, elementos estructurales del mundo  y componentes que hacen parte de la cultura, la sociedad y la persona.

En esta instancia la cultura es entendida como la provisión de saber de la que los participantes en la interacción, al entenderse entre sí sobre algo en el mundo, se proveen de interpretaciones. La sociedad es concebida como los órdenes legítimos a través de los cuales los participantes en la interacción regulan su pertenencia a grupos sociales y con ello aseguran la solidaridad. En este contexto, la personalidad llega a ser el conjunto de competencias que convierten a un sujeto en un ser con capacidad de lenguaje y acción, es decir, lo pone en la situación de participar con entendimiento y afirmar en ellos su propia identidad.

10. ¿Por qué propone una ética dialógica o comunicativa?

Se propone una acción comunicativa para que se pueda crear un mecanismo cuya base sea el entendimiento para coordinar la acción y la socialización de los actores. Se establece que bajo el aspecto del entendimiento la acción comunicativa sirve al saber culturalmente acumulado, ya que la tradición cultural se reproduce. Por otro lado, bajo el aspecto de la coordinación de la acción, la acción comunicativa  sirve a un cumplimiento de normas que se debe ajustar al contexto.

La acción comunicativa se propone como tarea investigar la razón inscrita en la propia práctica comunicativa cotidiana y reconstruir, a partir de la base de validez del habla, un concepto no reducido de la razón. Hablaríamos así de un concepto de la racionalidad comunicativa que lleva consigo connotaciones que finalmente remiten a la experiencia central de la capacidad de unir sin coacciones y de fundar el consenso que tiene un habla argumentativa en la que distintos participantes superan la subjetividad inicial de sus concepciones.

11. ¿Cómo se emplea el lenguaje en los diferentes tipos de acción?

* Acción teleológica: El uso del lenguaje es orientado por las consecuencias y la formación lingüística por consenso no funciona.

* Acción estratégica: en la acción estratégica el lenguaje se emplea con el fin de generar efectos perlocucionarios. Mediante un empleo manipulativo del lenguaje, el actor adopta el comportamiento deseado para lograr el éxito de su acción.

* Acción instrumental: en esta acción el uso del lenguaje es de carácter regulador y controlador orientado al éxito.
* Acción Dramatúrgica: supone un uso del lenguaje orientado al entendimiento. La formación lingüística exige el establecimiento de un consenso que se puede dar por un rol interpretativo o uno creativo.

* Acción por norma: propone un uso del lenguaje orientado al entendimiento, ya que sirve a la actualización de un acuerdo grupal normativo ya vigente.

* Acción comunicativa: es un tipo de lenguaje orientado al entendimiento.

12. ¿Cuáles son los mundos que distingue Habermas?

* El mundo objetivo, que corresponde al mundo de los hechos. Aquí el actor asume una postura objetivante en la que un observador neutral se acerca a algo que tiene lugar en el mundo.

* El mundo social, que corresponde al mundo de las normas. El individuo actúa de conformidad con las normas, en las que los miembros de un grupo social cumplen o infringen condiciones legítimas de comportamiento.

* El mundo subjetivo, el cual corresponde al mundo de las vivencias. Aquí el actor asume una actitud expresiva en la que el sujeto que hace presentación manifiesta algo de su interior ante un público.

13. ¿Cuál es la propuesta ética Habermasiana?

La dimensión ética Habermasiana se basa en la teoría de la acción comunicativa, la cual radica en amalgamar correctamente el mundo objetivo, con el mundo social y el mundo subjetivo, de tal forma que se dé una simultánea orientación por las correspondientes pretensiones de validez que son la verdad proporcional, la rectitud normativa y la veracidad o la autenticidad.

Ambiente espiritual
de nuestro tiempo.

Es la manera como se realiza la humanidad en sí lo que decide todo lo demás Puede ajustarse al mecanismo (técnico) de la manera más ingeniosa; si los hombres en cuanto tales faltan, no se está aún en ninguna parte. Para no dejar que el hombre se pierda en la pura continuidad de su existencia vital, es, parece casi necesario poner su conciencia ante la nada, hay que recordarle su origen. Si al principio de su historia se encontraba amenazado en su existencia física por las fuerzas de la naturaleza, hoy es el mundo construido por él mismo lo que le amenaza en su esencia. Aunque la cuestión se sitúa en otro nivel que en el origen, por lo demás muy oscuro, de su desarrollo, se trata una vez más de todo su ser.

La salvación no puede encontrarse en el puro presente del gozo del vivir, ni en la decisión sin esperanza por la que se sufre la nada. Estas dos actitudes son sin duda indispensables como refugios momentáneos en caso de fracaso, pero no bastan.

El hombre necesita, para ser él mismo, un mundo positivamente lleno. Cuando está falto de apoyo, y las ideas parecen vacías de su contenido vivo, el hombre se mantiene oculto a sí mismo todo el tiempo que se retrasa en encontrar, en su propia creación, la idea que viene a su encuentro en el mundo.

Pero es en el Ser-sí del individuo donde se inicia lo que va a realizarse en forma de mundo. Si el mundo parece estar vacío de esperanza, tomando la forma de una organización sin alma, no por ello el hombre deja de guardar en él una fuerza interior que se encuentra hoy reducida al estado de pura posibilidad. A quien pregunta, con tono de desesperación, lo que subsiste aún en el mundo presente, sólo se le puede dar una respuesta, siempre la misma: lo que tú eres en tanto que puedes. La situación espiritual obliga hoy a cada hombre a aceptar conscientemente el combate cuya esencia auténtica es la que se arriesga. Encontrará en ello la victoria o el fracaso, según la manera como se haga consciente del fundamento de su ser en la realidad de su vida.

El instante actual se presenta en la forma de la exigencia más difícil que pueda concebirse, de una exigencia irrealizable. Despojado de su mundo por la crisis, el hombre debe recrearlo a partir de su origen, gracias a las presuposiciones que ha visto que se constituían para él. Ante él se abre la mayor posibilidad de su libertad; no puede más que comprenderla, aunque sea en su imposibilidad, o perecer en su nada. Si no sigue el camino de su ser-sí, se hunde en el gozo arbitrario de la existencia, se deja arrastrar por las obligaciones del mecanismo, al que no puede ofrecer resistencia. Le hace falta dominar esos mecanismos de la existencia, fundándose en su propia independencia, o bien haciéndose máquina, convertirse en su víctima. Le hace falta establecer en la comunicación el lazo de un sí a un sí, y darse cuenta que aquí todo se decide en la fidelidad o la infidelidad, o bien aceptar el ver degradarse su existencia al rango de una función sin alma. Le hace falta tocar los límites para comprobar su trascendencia, o bien ser engullido por la ilusión de que las cosas de este mundo se entregan a él como ser absoluto. Las exigencias que se le imponen tienen algo de titánico, pero él debe reconocerlas y esforzarse en comprender hasta donde puede empujar el despliegue de su ser-sí; si las rechaza, se encontrará reducido a una existencia que no puede ser propiamente ni la de un hombre ni la de un animal.

Sobre la técnica:

La complejidad cotidiana de un mundo invadido por la técnica nos obliga a dominarla por medio de un rodeo (Umwelt) que nos es accesible. La relación con las cosas se modifica, se alejan de nosotros y se hacen indiferentes tomando la forma de funciones intercambiables; la técnica ha separado al hombre del presente inmediato. La nueva tarea que se impone (al hombre) es encontrar, por medio de las realizaciones técnicas, una presencia inmediata de su ser en todas las cosas que constituyen su mundo. Las nuevas condiciones creadas por el desarrollo de las posibilidades teóricas deberían ser puestas al servicio del hombre. La realización de la existencia llevada hasta la organización del tiempo y hasta una estrecha economía de las fuerzas, debería permitir a cada individuo encontrar en sí mismo la posibilidad de estar totalmente presente en el mundo: en la reflexión, en la maduración (interior), en una proximidad real a las cosas que forman parte de su contorno. La nueva posibilidad que se nos ofrece, no es sólo l perfección de una manipulación completamente exterior de las cosas, la realización eficaz de las necesidades materiales de nuestra existencia, es la adquisición, por medio de esta técnica misma, de una libertad que excede las determinaciones materiales.        

(Karl Jaspers)


El Itinerante.

Lo esencial en el creador es el acto por el que se pone a disposición de algo cuyo ser, sin duda, depende de él en algún sentido, pero que al mismo tiempo se presenta a él como más allá de lo que él puede juzgarse capaz de lograr directa e inmediatamente de sí. Esto se aplica con toda evidencia al artista, a la única gestación que hace posible la obra de arte. No hay necesidad de insistir en ello. Pero lo que hay que recordar es que el proceso creador no es menos efectivo, por ser menos aparente, donde se realiza el desarrollo personal, cualquiera que sea. Sólo que lo que corresponde crear a una persona no es una obra en algún modo exterior a ella, y susceptible de afectar una existencia independiente, es, en verdad, ella misma. ¿Cómo no reconocer que la persona no se deja concebir fuera del acto por el que se crea, sino al mismo tiempo que esta creación queda subordinada de alguna manera a un orden que la supera ? Este orden se le aparecerá tanto si lo inventa como si lo descubre, y la reflexión demostraría por lo demás, que entre la invención y el descubrimiento, lejos de poder establecerse una demarcación tan rigurosa como ordinariamente admite el sentido común, hay siempre una verdadera continuidad.

Si es así, habrá que decir que la persona no podría en modo alguno ser asimilada a un objeto al que podamos decir que está ahí,  es decir que está enteramente presente delante de nosotros, que forma parte de una colección innumerable por esencia, o incluso que es un elemento estadístico susceptible de entrar como tal en los cálculos de un sociólogo que procediese con el método de un ingeniero. O bien, al considerar las cosas, no ya desde fuera, sino desde dentro,  desde el punto de vista de la persona misma, no parece, en rigor, que pueda afirmar de sí misma:  yo soy. Se comprende a sí misma  mucho menos como ser que como voluntad de superar lo que, en conjunto, es y no es; una actualidad en la que, a decir verdad,  se siente comprometida o implicada, pero que no la satisface, que no está en la medida de la aspiración conque se identifica. Su divisa no es Sum sino Sursum...

En un mundo escandaloso donde lo absurdo llevaría, finalmente, ventajas, es decir, donde lo que hay de mejor y más alto estaría a merced de fuerzas ciegas; donde, "porque un trozo de hierro les ha atravesado la cabeza, sería completamente imposible entenderse con gentes como Péguy o como Alain-Fournier". (Jacques Riviére, A la trace de Dieu). No hay, quizá,  un sólo valor que no esté expuesto a aparecer como irrisorio y dudoso. Y esto conduce a preguntarse si la esencia del valor  - independiente de la función que hemos tenido que reconocerle - no reside en su traslucidez. Por lo cual sólo podemos entender que el valor es el espejo en el que siempre podemos leer imperfectamente, a través de una orientación deformante, el aspecto auténtico de nuestro destino, eso "más verdadero que hay en nosotros mismos" a lo que nunca se le permitirá desplegarse en toda plenitud más que en un mundo en el que la función de nuestras experiencias terrestres parece consistir en franquearnos la puerta, o en entornárnosla, y quizás en casos extremos en prohibirnos el acceso.           

Orientar de esta forma nuestra vida hacia el más allá, es, no cabe duda, tomar la posición contraria a la adoptada por la casi unanimidad de los filósofos contemporáneos, y no discuto que, en el fondo de mí mismo, una voz, inquieta, protesta y defiende con insistencia a favor de las metafíscas  de la tierra. Sin embargo, podemos preguntarnos si la negación sistemática del más allá no origina la base de las convulsiones que , en nuestra época, han alcanzado su paroxismo; quizá sólo puede instaurarse un orden terrestre estable si el hombre conserva una conciencia aguda de lo que podríamos llamar su condición  itinerante, es decir, si recuerda constantemente que se trata de abrirse un camino precario, a través de los bloques erráticos de un universo hundido y que parece escaparse a sí  mismo por todas partes, hacia un mundo de constitución ética más fuerte, y de la cual aquí abajo sólo puede percibir unos cambios y unos reflejos inciertos. ¿No ocurre todo como si este universo hundido se alzase implacablemente ontra el que pretende establecerse en él hasta el punto de habitarlo permanentemente ? Ciertamente, no se discutirá que la afirmación de ese más allá lleva consigo un riesgo, el "atractivo riesgo" del que hablará el filósofo antiguo, pero todo consiste en saber si, negándose a recorrerlo, no se compromete uno en un camino que, pronto o tarde, lleva a la perdición.

GABRIEL MARCEL.


Principios de legislación.


Vuestro objeto único es buscar el placer y evitar el dolor. Estos sentimientos eternos e irresistibles deben ser vuestro gran estudio.  El principio de utilidad lo subordina todo a estos móviles; y la utilidad es el primer eslabón de la cadena de mi enseñanza. Mal es pena, dolor o causa de dolor. Bien es placer o causa de placer. Estas palabras, pena y placer, las tomaréis en su significación vulgar, sin inventar significaciones arbitrarias para excluir ciertos placeres o para negar  la existencia de ciertas penas. Pena y placer es lo que todos sienten como tal, el labrador como el príncipe, el ignorante como el filósofo y como el marrano. La virtud no es un bien sino cuando ocasiona un placer ; el vicio no es malo sino cuando ocasiona pena. Así, si en el catálogo vulgar de las virtudes (como los mandamientos del Décalogo) halláis una que os produzca más pena que placer, borradla y pasadla al catálogo de los vicios y si en el catálogo de los vicios (como el de los siete pecados capitales) encontráis alguno que inocentemente os conduzca al placer, borradlo y pasadlo al catálogo de las virtudes.

La lógica de la utilidad consiste en partir del cálculo o de la comparación de las penas y de los placeres en todas las operaciones del juicio, y en no comprender en ellas ninguna otra idea. Los elementos del cálculo moral son los placeres y las penas, según la clasificación y graduación por su intensidad, duración, certeza, proximidad, fecundidad, y pureza. Por esta última palabra se entiende que el placer no tenga riesgo de producir pena. Sumados los placeres y sumadas las penas, se comparan,  y el saldo determinará la acción que se intenta ; en la inteligencia de cada uno se debe hacer juez la utilidad, porque así debe ser ; de otro modo el hombre sería un agente irracional, y el que no es juez  de lo que le conviene, es menos que un niño, es un idiota. Las reglas de este cálculo son las mismas que las de otro cualquiera, aunque el valor de las cifras esté sujeto a subir y bajar por el termómetro de nuestras inclinaciones, dándole más valor a lo que apetece y disminuyéndolo  a los malos resultantes del placer que se desea. Se os dirá tal vez que el principio de utilidad no es otra cosa que la renovación del epicureísmo y que los males que esa doctrina hizo en las costumbres fueron bien conocidos, porque ese hombre fue de los más corrompidos. No le hace. Es una verdad que sólo Epicuro entre los griegos tiene el mérito de haber conocido la verdadera fuente de la moral y suponer que su doctrina da origen a las consecuencias que se le imputan, es suponer que la felicidad puede ser enemiga de la felicidad. Se dice que el hombre tiene cierta cosa que le advierte interiormente lo es bueno y lo que es malo, y que esa cosa se llama conciencia. No hay tal conciencia ; todo eso en el fondo es arbitrario. La ley natural y el derecho natural en el fondo son ficciones ; no hay más ley natural que los sentimientos de pena y placer. Es imposible razonar con fanáticos armados del derecho natural.   

Jeremías Bentham


MORAL CÍVICA COMO MORAL MÍNIMA


1. Moral Religiosa y moral secular.

En la vida cotidiana encontramos distintas morales que van configurando el vivir de los hombres. Algunas son religiosas, es decir, apelan expresamente a Dios para dar sentido a sus propuestas, y podemos decir que han sido y son numerosas; otras, por el contrario, no hacen tal apelación expresa, y son, por tanto, morales seculares1.

Claro que existe un parentesco entre ellas, y muy estrecho, porque, si estar alto de moral es estar en el quicio humano, también las religiosas buscan Ilevar a las personas a su plenitud vital. Las religiones nacieron para responder al afán de salvación que las personas experimentamos; un afán de salvación que, al menos en las tres religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo, islamismo), se refiere sobre todo al anhelo de librarse del mal voluntario (el pecado), de la muerte y de algo que es casi peor que el pecado y la muerte: el sinsentido, la convicción de que el origen y la meta de cada persona y de la humanidad en conjunto es la pura casualidad.

Las religiones nacen entonces de la experiencia vivida por personas concretas y por pueblos concretos de que Dios salva del pecado, de la muerte y del absurdo, lo cual tiene mucho que ver —todo que ver— con alcanzar la felicidad Pero desgraciadamente en muchas ocasiones se han olvidado de que Dios "es el que salva" y se han empeñado en que es "el que manda”, sobre todo, “el que prohíbe", con lo cual algunos de sus representantes han acabado censurando películas, libros e investigaciones científicas.

Como es natural, toda religión lleva aparejada una moral, unas orientaciones para la forja del carácter y para adquirir hábitos humanos, y las actuales morales tienen todas en muy buena medida orígenes religiosos. Pero en occidente, sobre todo desde la Ilustración, la moral fue independizándose de la religión y tratando de basarse en la razón. Lo cual no significa que en ella no tenga una parte fundamental el sentimiento, que por supuesto la tiene, sino que una moral racional ha de ser aceptable por toda persona, sea creyente o no.

Hoy en día una moral racional o una moral cívica, situada a la altura de nuestro tiempo, difiere poco en el contenido del de una moral religiosa, igualmente situada a la altura de nuestro tiempo, al menos, en lo que se refiere a unos minutos de justicia. El distintivo de la religión es sobre todo que la experiencia de salvación al menos en las religiones monoteístas, es inseparable de la un Dios, que es totalmente íntimo a cada persona, pero que no se identifica con ella ni con el mundo, porque es un "Tú", con el que se dialoga.

La moral civil2, que aquí nos ocupa, es un tipo de moral secular, porque no recurre a Dios para fundamentar sus valores, pero también conviene recordar que no es una moral "laicista" sino "laica" que no es lo mismo ni mucho menos.

Una moral laicista, como en otro lugar he expuesto con detalle, "propone extirpar la religión, un paso indispensable para la realización de los hombres, porque la considera una de las fuentes de desmoralización"3 una moral laica, por contra, es aquella que "para orientar el hacer personal y colectivo no remite expresamente a Dios, pero que tampoco lo niega."4

La moral civil no puede ser ni creyente ni laicista, porque en tal caso discriminaría a quienes no comparten o la fe religiosa o la increencia; por lo tanto, tiene que ser necesariamente laica, porque es la que hace posible la convivencia en una sociedad pluralista, en la que los ciudadanos tienen creencias diversas.

A diferencia de las morales religiosas, que tienen una larguísima historia, la moral cívica es relativamente reciente, ya que tiene su origen en la experiencia vivida a partir de los siglos XVI y XVII en Europa, de que es posible la convivencia entre ciudadanos que profesan distintas morales religiosas o ateas, siempre que comparten unos mínimos axiológicos y normativos; precisamente el hecho de compartir esos mínimos permite la convivencia de los máximos.5

2. Éticas de máximos y éticas de mínimos

En el conjunto de las morales contemporáneas conviene hacer una distinción que no sólo resulta sumamente fecunda, sino que nos permite entender mejor la naturaleza de la ética cívica: la distinción entre ética de máximos y ética de mínimos.

Las primeras tratan de dar razón del fenómeno moral en toda su complejidad y por eso, entienden la moral como el diseño de una forma de vida felicitante. Las éticas de máximos son, por tanto, éticas conciliatorias, éticas que invitan o dan consejos desde la experiencia vivida en primera persona o desde la experiencia heredada de quienes merecen confianza. Por eso en ellas son importantes las aportaciones científicas y contar con la ayuda de autoridades morales, es decir de gentes a las que se cree porque se confía en su saber y hacer.6

La moral cívica, por su parte, se encuentra en el contexto de las morales de mínimos, es decir, de aquellas que únicamente proponen los mínimos axiológicos y normativos compartidos por la conciencia de una sociedad pluralista, desde los que cada cual debe tener plena libertad para hacer sus ofertas de máximos y desde los que los miembros de esa sociedad pueden tomar decisiones morales compartidas en cuestiones de ética aplicada.
Sin una moral de mínimos compartidos sería imposible hablar de una ética empresarial, de una ética médica, ecológica, de una ética de los medios de comunicación y de las distintas instituciones y profesiones, porque si en una sociedad no existe un núcleo de valores morales compartidos, ¿cómo vamos a poder exigir moralidad a cada uno de los sectores de esa sociedad y a proponer proyectos comunes? Pero además sería un atropello enseñar ética en nuestras escuelas no confesionales y empeñarse en potenciar unos valores u otros, teniendo en cuenta que una parte de la población los aceptaría y otro no, con lo cual la discriminación resultaría inevitable. ¿Qué haríamos entonces para educar, si es público y notorio que no existe ningún tipo de educación "axiológicamente neutral"?

3.    La moral cívica es una moral de mínimos

La moral cívica consiste, pues, en unos mínimos compartidos entre los ciudadanos que tienen distintas concepciones de hombre, distintos ideales de vida humana; mínimos que los llevan a considerar como fecunda su convivencia.

Precisamente por eso pertenecen a la escencia misma de la moral cívica al menos los siguientes caracteres: es una moral mínima, no se identifica en exclusiva con ninguna de las propuestas de grupos diversos, constituye la base del pluralismo moral, y no permite a las morales que conviven más proselitismo que el de la participación en diálogos comunes y el del ejemplo personal, de suerte que aquellas propuestas que resulten convincentes a los ciudadanos sean libremente asumidas, sean asumidas de un modo autónomo. Por eso carece de sentido presentar como alternativa el par "moral cívica  / moral religiosa", ya que tienen pretensiones distintas y, si cualquiera de ellas se propusiera engullir a la otra, no lo haría sino en contra de sí misma.

Que la ética cívica es una ética de mínimos significa que lo que comparten los ciudadanos de una sociedad moderna no son determinados proyectos de felicidad, porque cada uno de ellos tiene su propio ideal de vida buena, dentro del marco de una concepción del mundo religiosa, agnóstica o atea, y ninguno de ellos tiene derecho a imponerla a otros por la fuerza. Las concepciones religiosas, agnósticas o ateas de mundo que propongan un modelo de vida feliz constituyen lo que Ilamamos "éticas de máximos", y en una sociedad verdaderamente moderna son plurales; por eso podemos hablar en ellas de un pluralismo moral.

Una sociedad pluralista, es entonces, aquella en la que conviven personas o grupos que se proponen distintas éticas de máximos, de modo que ninguno de ellos puede imponer a los demás sus ideales de felicidad, sino que, a lo sumo, les invita a compartir a través del diálogo y el testimonio personal. Por el contrario, es totalitarista una sociedad en la que un grupo impone a los demás su ética de máximos, su idea de felicidad, de suerte que quienes no la comparten se ven coaccionados y discrimnados.

Precisamente porque es un tipo de convicción al que nos Ileva la experiencia propia o ajena, pero sin imposición, la ética cívica sólo ha sido posible en formas de organización política que sustituyen el concepto de "súbdito" por el de "ciudadano". Porque mientras se considere a los miembros de una comunidad política como súbditos, como subordinados a un poder superior, resulta difícil, —pero no imposible— pensar convicciones morales propias en lo que respecta a su modo de organización social. Lo fácil es pensar en ellos como menores de edad, también moralmente, que necesitan del paternalismo de los gobernantes para poder Ilegar a conocer qué es lo bueno para ellos.

El paternalismo de los gobernantes va quedando desde estas afirmaciones deslegitimado y en su lugar entra el concepto moral de autonomía, porque aunque la ética y la política no se identifican, están estrechamente relacionadas entre sí, como lo están también con la religión y el derecho, de suerte que a un tipo de conciencia política —como es la idea de ciudadanía— está estrechamente ligado a un tipo de conciencia moral —como es la idea de autonomía—.

 4. Los contenidos de una moral cívica7

La ética cívica nace de la convicción de que los hombres somos ciudadanos capaces de tomar decisiones de un modo moralmente autónomo y, por tanto, de tener un conocimiento suficientemente acabado de lo que consideramos bueno como para tener ideas moralmente adecuadas sobre cómo organizar nuestra convivencia sin necesidad de recurrir a los proyectos de autoridades impuestas. El primero de los valores que componen nuestra ética cívica será, por tanto, la libertad, entendida como autonornía y el segundo la igualdad, en la medida en que todos los hombres pueden ser igualmente autónomos.

Igualdad significa aquí lograr para todos iguales oportunidades de desarrollo de sus capacidades, corrigiendo las desigualdades naturales y sociales8 y ausencia de, dominación de unos hombres por otros, ya que todos son iguales en cuanto autónomos y en cuanto capacitados para ser ciudadanos.9

Libertad e igualdad son los dos primeros valores de la Revolución Francesa de 1789, de la que surgió la Declaración de los derechos del Hombre y el Ciudadano, y son dos de los valores que componen el contendido de la ética cívica. El tercero es la fraternidad, que con el tiempo las tradiciones socialistas, entre otras, transmutaron en solidaridad, un valor que es necesario encarnar si de verdad creemos que es una meta común la de conseguir que todos los hombres se realicen igualmente en su autonomía. Ahora bien, los valores pueden servir de guía a nuestras acciones, pero para encarnarlos necesitamos concretarlos: el respeto y la protección de los derechos humanos en sus distintas generaciones vienen a concretar de algún modo estos valores que componen la ética cívica.

En efecto, la idea de libertad promueve los derechos de la Ilamada "primera generación", es decir, los derechos civiles y políticos, que resultan inseparables de la idea de ciudadanía. Son estos derechos los que reciben también el nombre de libertades: libertad de expresión, de conciencia, de asociación, de reunión, libertad de desplazarse libremente, derecho de propiedad, derecho para participar en las decisiones que se toman en la propia comunidad política.

Las tradiciones socialistas, por su parte, consideran que estas libertades son formales mientras no vengan respaldadas por unas seguridades materiales. De ahí que la aspiración a la igualdad sea la que guíe el reconocimiento de la "segunda generación" de derechos: los derechos económicos, sociales y culturales. Son éstos el derecho al trabajo, a un nivel de vida digno, a Ia educación, a la asistencia sanitaria, al seguro de desempleo y a la jubilación. Estas tradiciones han sido ya reconocidas explícitamente por las Naciones Unidas en la declaración del año 1948.

La "tercera generación" de derechos, que todavía no ha sido recogida en declaraciones internacionales, viene guiada por el valor de la solidaridad, ya que se refiere a un tipo de derechos que no puede ser respetado sino por medio de la solidaridad internacional: El derecho a la paz, o derecho a un medio ambiente sano. Aunque todavía no han sido expresamente reconocidos en declaraciones internacionales, forman parte ya de la conciencia moral social de los países.

Ahora bien, resulta imposible que diferentes proyectos de vida feliz convivan si quienes los persiguen no son tolerantes con aquellos que tienen un ideal de felicidad distinto. De ahí que otro de los valores que componen la ética cívica sea la tolerancia. Justamente este año ha sido declarado "Año de la tolerancia" y yo entiendo que con esa actitud nos referimos a la tolerancia activa: a la predisposición a respetar proyectos ajenos que puedan tener un valor, aunque no lo compartamos.

La idea de tolerancia activa, de libertad, la igualdad, la solidaridad y el respeto a los derechos humanos se expresan de forma óptima en la vida social a través de un tipo de actitud que Ilamaremos la actitud dialógica, una actitud que urge potenciar.

Porque quién adopta semejante actitud a la hora de intentar resolver los conflictos que se plantean en su sociedad, muestra con ello que tiene a los demás hombres y a sí mismo como seres autónomos, igualmente capaces de dialogar sobre las cuestiones que les afectan y que está dispuesto a atender los intereses de todos a la hora de tomar decisiones. Lo cual significa que toma en serio su autonomía, le importa atender igualmente a los derechos e intereses de todos, y lo hace desde la solidaridad de quien sabe que "es hombre y nada de lo humano puede resultarle ajeno". Este es sin duda el mejor modo de conjugar dos disposiciones éticas, que algunos autores tienen por difíciles de conciliar: el universalismo y el respeto a la diferencia.

La moral cívica es hoy un hecho en las sociedades pluralistas con democracia liberal, porque sus valores son los que dan sentido compartido a las instituciones democráticas. Por eso pueden ser éstas criticadas por cualquier ciudadano que considere que no los encarnan debidamente. A mayor abundamiento, en los distintos ámbitos sociaies van descubriéndose principios morales específicos que permiten a los agentes de los distintos campos tomar decisiones compartidas en los casos concretos, aunque las razones que apoyen tales valores sean diferentes. Rastrear principios semejantes es, a mi juicio, una de las grandes tareas de nuestro tiempo y un deber ineludible para quienes empeñan su vida en la tarea educativa.
Adela Cortina
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1 CORTINA, Adela. Ética aplicada y democracia radical. Anaya/Alauda. Madrid. 1994 Cap. 12
2 CORTINA, Adela y otros. Ética de la empresa. Trotta. Madrid. 1994 Cap. 2
3 VIDAL, M. Conceptos fundamentales de ética teológica. Trotta. Madrid. p. 269-291
4 MARTÍNEZ NAVARRO, E. G. Reflexiones sobre la moral cívica democrática, en Documentación social, 83. 1991. p. 11-26
5 CORTINA, Adela y otros. Ética de la empresa. Trotta. Madrid. 1994. Cap. 11,12 y 13.
6 CORTiNA, Adela. La moral del camaleón. Espasa-CaIpe, Madrid. 1991, Cap. 10.
7 CORTINA, Adela. La ética de la sociedad civil. Cap. 6
8 RAWLS, J. Teoría de la Justicia. F.C.E. Madrid. 1978. Parágrafo 11
9 WALTER,  M. Esferas de la Justicia. C.E. México.1993.



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