Las mujeres de la independencia de José Dolores Monsalve
Con motivo del Bicentenario de La Batalla de Boyacá compartiré con ustedes algunos textos que sirven para levantar un monumento de gratitud a quienes ofrendaron su tranquilidad, sus bienes y hasta su vida para legarnos una patria libre y soberana.
Comenzaré con un libro que se publicó en 1926.
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PRÓLOGO
Simpático en extremo el terna de este volumen. El general
Monsalve, que ha laborado bastante en los campos de la historia y que en ellos
ha cosechado hermosos y sazonados frutos, nos presenta hoy, en opulento racimo,
los nombres venerables de las mujeres que se destacaron, de algún modo, en las
horas de nuestra magna revolución. Y de cada una de ellas nos revela, con
erudición y acierto, sus influencias, sus servicios, sus afanes o sus
martirios.
Páginas dispersas existían por ahí, en libros, folletos y periódicos
sobre algunas de esas damas notables, pero en lo general, con datos
incompletos. Desconocidas eran otras de estas colaboradoras en la tremenda
lucha, y los documentos que atestiguaban sus tareas y sus sacrificios yacían
olvidados en los viejos archivos. Merced a tenaces investigaciones van en estas
hojas todas ellas ya con su patente de méritos, ya con su panoplia de trofeos,
ya con su aureola de glorias.
Encabeza el grandioso desfile la heroína de los comuneros,
que sale de entre la turba de mercaderes y rompe, en admirable gesto, el edicto
despótico. Y ese impulso, que de simple vendedora de baratijas la torna en
figura de relieve, viene a ser el golpe inicial de aquella sublevación colosal.
Y vienen luego la digna matrona que reunía en su hogar, un
areópago, donde al lado de la ciencia se cultivaba el patriotismo; la joven de
noble cuna que fue madre de Antonio Ricaurte, y la mártir excelsa sacrificada
en Tumaco, en los preludios de la hecatombe. Y entre esas tres efigies, de
matices distintos, se ven los bocetos de venezolanas que desempeñaran papel en
el sublime escenario. Allí, también, la interesante silueta de La Libertadora.
En la gran tragedia de 1813 se ven figuras femeniles que
sufren amarguras ingentes y que marchan serenas al sacrificio. El autor las
enumera con paciente cuidado y exhuma papeles que atestiguan su benéfica ayuda
o su patriótico holocausto.
Otros capítulos son para las que el 20 de julio
participaron en el patriótico movimiento; para las que descollaron en los años
primeros de libertad, y para las víctimas de la época pavorosa de la
reconquista.
Y junto con esas relaciones van mencionadas las abnegadas
mujeres que en las provincias coadyuvaron de alguna manera en la formidable
contienda. Ahí las que estuvieran en el sitio de Cartagena; y las tres víctimas
de Cúcuta, Mariquita y Socorro, cuyas memorias deben tener recordación perpetua;
y las que sirvieron en su marcha triunfal a las legiones de 1819. Apunte
hacemos tan sólo de algunas páginas del libro, pues en esta débil introducción
difícil es seguir al fecundo biógrafo en todas sus pinceladas. Citamos tan sólo
las que se destacan en las horas más trascendentales, con perfiles más
acentuados.
Entre esa constelación del cielo de la patria, aparece como
astro rutilante la famosa Policarpa, que emblema es del valor y el heroísmo, y
que adorada ha sido siempre en las aras de la República.
Buen aporte ha traído el autor del presente libro a nuestra
historia. Aquí se rememoran nombres desteñidos por el tiempo, se precisan
lugares y fechas, y se exhiben documentos hasta hoy inéditos, que comprueban
los hechos narrados y que revelan nuevos detalles. Tarea encomiable sería la de
hacer un nuevo diccionario de nuestros próceres. El que publicaron en 1879 los
señores Vergara y Scarpetta, ya es hoy deficiente ante las recientes pesquisas
de los cronistas. Muchos adalides han surgido de los viejos códices, cuyas
vidas no están registradas en aquella obra. Y para quien emprenda esa
compilación de esbozos, será preciosa fuente el trabajo de Monsalve. Todas esas
compañeras del hombre que él inscribe con galana pluma en el libro de nuestros
anales, serán recogidas cuando se haga ese monumento de gratitud y patriotismo.
No se busquen en estos pliegos rasgos de literatura refinada
o decadente, pues el tema no es para dadaísmos, cubismos y simbolismos. La
majestad de Clío pide claridad y rectitud, y que las ofrendas sean puras,
espontáneas y sinceras.
Ya lo dijo con hermosas frases el insigne polígrafo, cuya
tumba se cerró hace pocos meses:
"Todo lo que no
vale más que por la novedad del giro y por satisfacer determinado gusto
estético, envejece pronto. La moda artística pasa corno las otras modas. Hay
frases afectadas que desean parecer nuevas, corno trajes salidos de los grandes
talleres, pero sólo duran una estación._ Diremos, pues, con Ludovico Halevy,
que la forma sencilla es la única a propósito para resistir tranquilamente no
ya los siglos, que es demasiado decir, sino los años" (1).
Y otro intelectual eximio, Guyau, tuvo también palabras
semejantes:
"El sentido más profundo pertenece, a menudo, en
poesía, a la palabra más sencilla; pero esa sencillez del lenguaje conmovido,
no impide, de ningún modo, la, riqueza y complejidad infinita del pensamiento
que se condensa en él. Lo sencillo es la fina gota de agua que cae de la nube y
que ha necesitado, para formarse, de todas las profundidades del cielo y del
mar."
El autor de Mujeres
de la Independencia nos da, en estilo fácil, sin hojarascas ni enigmáticos
giros, patrióticas descripciones y minuciosos episodios. Buenas son las ideas
generales, magnífica la filosofía de la historia, pero aquéllas y ésta,
fundarlas es preciso sobre el dato verdadero, sobre la prueba irrefutable, de
nó, se establecen preceptos falsos y deducciones erróneas. Para un día de
síntesis, exclamó un escritor, se necesitan en historia muchos años de paciente
análisis (2).
Pero el general Monsalve no prescinde de exponer su tesis
después de cada noticia, de hacer sus reflexiones al margen de esas vidas que
traza con maestra mano.
Lugar común se ha hecho el decir que la misión de la historia
no es satisfacer simplemente la curiosidad sino que debe tener más elevados
propósitos, cierto es que de ella podrá sacarse enseñanza, que sus episodios
habrán de ser guía para el futuro de los hombres y de los pueblos, que de sus
fastos deben salir el comentario, la crítica, los dogmas, pero sin todo esto y
como simple información también es bella. Todo relato interesa y hay deleite en
oírlo corno se escuchan los cuentos en las horas de la infancia, como se atienden
las narraciones de los acontecimientos en otras edades y como se leen en los
periódicos las novedades del día, no obstante que carezcan de sentimiento y de
estética.
Buenas también las galas del estilo, la pulcritud de la
frase, la selección de los vocablos, la composición artística, pero aun sin
ello las crónicas atraen y tienen vida perdurable. Historia, quoque modo scrípta detectat, dijo Plinio, y esas palabras
las pusimos en la portada del primer volumen de esta biblioteca. En realidad
las relaciones de los hechos pasados dan siempre embeleso cualquiera que sea su
lenguaje. Y si amamos la forma y pedimos para ella el mejor cultivo, la mayor
elegancia, la más exquisita delicadeza, no por esto hemos de quemar las
ingenuas leyendas, los sencillos cuentos, los toscos relatorios, sino más bien
salvarlos del olvido y guardarlos con cariñoso esmero
Apuntamos esto, aprovechando el presente prefacio, pues hay
gentes que desdeñan los estudios históricos si ellos no van modelados con todo
arte y si abundan en datos más que en filosóficas deducciones; pero no porque
el presente libro reclame tales observaciones. El general Monsalve se cuida de
la redacción, que es correcta y suave, y pone, como arriba dijimos, al lado de
sus efemérides acertadas meditaciones y notables dictámenes sobre los
acontecimientos.
Estas páginas vienen a complementar el almanaque patriótico,
y la compilación por sí sola de tantos nombres y tantas fechas merece fervorosa
congratulación. Ellas serán leídas con atención por todos los que aman las
antiguas proezas, y guardadas con respeto en bibliotecas públicas y privadas
como un homenaje a la memoria de las que coadyuvaron en algún sentido en la
hora bendita de nuestra independencia.
E. POSADA
_______________________________
(1) A. France, El jardín de Epicuro.
(1) A. France, El jardín de Epicuro.
(2) Este-hermoso pensamiento de Decouclages lo citó el
argentino señor J. L. Suárez, en Buenos Aires, el 20 de julio de 1924, en un
festejo en honor de Colombia.
INFORME DEL CONCURSO
DE 1922
Señor Presidente de la Academia Nacional de Historia:
Honrados con el cargo de Jurados en el concurso relativo al
tema fijado por la Academia en su sesión de 15 de septiembre del año pasado,
tenemos ante todo la pena de informaros que a pesar de lo atrayente y simpático
de dicho tema, poco explotado en la historia de modo conjunto, tan sólo dos
trabajos se presentaron sobre la “Mujer en la Independencia”.
El primero, firmado Oríente,
a pesar de que lo adornan algunos méritos como ensayo de ese orden, es tan
sintético, que no puede competir con el segundo, firmado por Martíníano Martínez
y Martín. La premura del tiempo nos excusa de entrar en un análisis de fondo de
este último trabajo: apenas con el presente informe nos proponemos complacer a
la corporación en el sentido de que se le diga cuál de aquellos dos estudios
merece el premio ofrecido, a fin de que la Academia pueda cumplir el deber
reglamentario de otorgarlo en oportunidad, es decir, en la sesión solemne (3).
Bien sabido es que quienes en esta clase de informes optan
por conceder el premio a una monografía determinada, no están obligados a
compartir todas las ideas expresadas en ella, ni tampoco salen garantes de la
completa exactitud de todos y cada uno de los datos históricos que contenga. Un
trabajo de escrupulosa expurgación de hechos, o de crítica histórica
propiamente dicha, sería muy distinto de lo que se acostumbra para los efectos
del caso en informes como el que hoy tenemos el honor de rendir a la Academia.
Hechas estas salvedades o advertencias, nos es grato dejar
constancia de que el trabajo mencionado merece los honores del premio, por
diversos conceptos, siendo el principal la misma extensión de la obra, que no
se limita a simple recopilación de datos en cada partícula, sino que siempre
deja, en lo principal, satisfecha la curiosidad del lector, siendo pues el
con-junto un resultado de laboriosa y prolija investigación. Tanto más
apreciable es todo ello, cuanto que el estudio no sólo comprende a la mujer de
nuestra patria en la Independencia, sino que abarca las que se distinguieron
por el mismo concepto en casi todo Hispano América.
Siguiendo el autor las recientes normas de la Academia,
apoya sus dichos, en la mayor parte de los casos, en respetables fuentes,
resultando así al fin de cada capítulo una copiosa y muy ilustrativa
bibliografía. Son pocos los asertos en que el autor, seguramente por
inadvertencia, no deja constancia de su erudito hábito de documentarse, y son
pocos, igualmente, los datos que aparecen sin la fuente respectiva citada.
En cambio abonamos gustosísimos al autor la rica documentación,
hasta hoy desconocida, relativa a la manera como se fue cumpliendo la pena de
confinamiento por parte de cada una de las víctimas del terror en las
poblaciones que les señalaba al efecto las autoridades españolas. Encuéntranse
también en el libro que estudiamos muchos nombres femeninos olvidados, o poco
menos, por el común de los historiadores, y eso habla muy alto de la
escrupulosidad y patriotismo del escritor que ha tomado parte en este concurso.
Creemos que las anteriores consideraciones sean suficientes
para fundamentar el fallo que precede, favorable a la obra titulada Las Mujeres de la Revolución de la
Independencia, y que se presenta con el seudónimo Martiniano Martínez y Martín.
ARTURO QUIJANO — JOSÉ JOAQUÍN GUERRA — ANTONIO GÓMEZ
RESTREPO (4).
Bogotá, octubre 10 de 1922.
___________________________
(3) No cumplió la
Academia ese deber, ni lo ha cumplido todavía.
(4) Abierto el sobre resultó ser el autor el académico José
D. Monsalve.
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