El escritorio


Nuestra mente es como un escritorio de oficina; nuestro ser, como la superficie de ese escritorio. Tenemos muchas cartas sin leer, hay demasiados papeles que no dejan ver el color de la madera, hay lápices comenzados sin razón… 

Ordenemos nuestro escritorio y descartemos aquellas baratijas que impiden que veamos lo esencial para hacer en la vida. ¡Lo demás fuera! Cuando en nuestra vida hay muchas preocupaciones, compromisos y gentes que nos apabullan es bueno que hagamos un análisis para convencernos de las prioridades en las tareas y los valores, en las personas que nos rodean. Nos daremos cuenta que por preocuparnos tanto, no vemos la solución a los problemas que las causan. 

Además, observaremos que nos hemos comprometido a hacer las cosas que no debemos o deben ser ejecutadas por otros, pero por no tener el coraje de rechazar los ofrecimientos que nos comprometimos en realizar sin poder cumplir. Si pasamos revista a nuestra lista de amigos comprenderemos que la amistad verdadera es muy escasa y la lealtad humana, difícil de hallar. Pero de nada sirve el análisis propuesto si queremos continuar anclados al asiento que acompaña al escritorio. 

Es necesario levantarnos para sacudirnos y mirar por la ventana hacia la calle. Lo más seguro es que en el paisaje de la calle hay muchos objetos valiosos que no tenemos porque no les damos su valor correcto y es probable, que allí se encuentren todavía esas personas que despedimos de nuestra vida porque fueron sinceras y honestas con nosotros. Y también, lo más seguro, es que se opongan a nuestros cambios aquellas que llamamos amigas, pero que en realidad no sienten otro afecto que aquel que causan sus lisonjas y calumnias. 

Si es nuestra voluntad mejorar y emprender nuevos caminos no otra cosa que acicalarnos u ordenar el escritorio nos queda por hacer. Pero hagámoslo con decisión certera, tomemos conciencia de nuestra misión y salgamos al encuentro del destino que espera a quienes deciden romper esquemas para ser felices y poder contagiar de sus ganas de vivir a todos aquellos que han hecho de su vida un fardo.

Efraín Gutiérrez Zambrano, 11 de mayo de 2008


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