La motivación, base fundamental del aprendizaje humano.

“Lo cierto es que pensar en los resultados es uno de los métodos más efectivos para convertir nuestros deseos en realidad.”

David Allen, consultor estadounidense

Introducción

Padres y educadores afirman que el mayor problema al cual se enfrentan en el proceso de aprendizaje es el de la motivación. Es una afirmación inobjetable que de nada sirven los talentos naturales que los hijos e hijas tengan si se carece de esa fuerza interna que llamamos motivación. Sin ella no se pueden esperar progresos en la estructuración de nuevos saberes.   
En consecuencia, la pregunta inicial debe ser, cómo se puede vencer la inercia que causa la apatía y poner en acción a un niño o niña hacia el conocimiento. Siempre resulta más fácil empujar un carro que está sobre ruedas, que hacer rodar uno que carece de ellas.
Se deben analizar algunos factores que influyen en la motivación humana, pero antes conviene definir lo que es un motivoLa palabra motivo etimológicamente proviene del latín “motivus” y significa provocar movimiento. Implica un hecho psicológico que conduce a obrar. Es una capacidad común a los seres animales, para satisfacer necesidades físicas, y en el caso de las personas, también intelectuales. En algunas circunstancias, los motivos, llevan a las personas a abstenerse de obrar,  como por ejemplo, motivado por el miedo a las alturas, no viaja en avión.
Este impulso a obrar o a no hacerlo, explica el por qué se han producido las conductas o abstenciones, y constituyen la intención del acto, el aspecto interno que se materializa en el obrar (o en el omitir en su caso). Cuando alguien no encuentra motivos para actuar se dice que se halla desmotivado.
Dentro de este concepto, como se deduce, se hallan dos clases de motivaciones: la extrínseca, que tiene como fundamento el ambiente en que se desarrolla o desenvuelve el individuo y la intrínseca, que proviene del interior de la persona.
Las motivaciones intrínsecas resultan ser las más importantes, porque nacen en el núcleo recóndito del individuo y lo llevan a la convicción y el compromiso personal. Con los factores extrínsecos no pasa lo mismo. La persona hace las cosas por imitación y, en muchos casos, por la presión que otros ejercen sobre él; no porque desee realizar la tarea encomendada.
Este es el caso de muchos estudiantes que cumplen con las actividades escolares por temor a la reprimenda que sus padres les puedan infligir. Para ellos las tareas son actividades tediosas que ocasionan castigos si no las realizan.   Ellos no ven que el conocimiento es un regalo que encuentra quien lo busca. Tampoco experimentan la satisfacción del deber cumplido.
Esta es una de las razones que debe tener en cuenta el educador o el padre responsable si desea alcanzar resultados positivos en los aprendizajes y mediante motivaciones intrínsecas que conduzcan a la convicción y no al temor. 
Sin embargo, no se pueden desconocer las ventajas de las motivaciones externas o extrínsecas. Estas, cuando se saben usar, favorecen el despertar de las intrínsecas que tienen más eficacia a la hora de crear hábitos de estudio que perduren en la vida adulta.
Lamentablemente, estamos para comenzar la tercera década del siglo XXI y aún hay educadores, padres y madres que no logran superar las técnicas del conductismo y siguen reforzando motivaciones externas en las personas, por ejemplo. la de dar premios si cumple con sus deberes o castigar su negligencia. Se estimula al estudiante mediante una nota sin haber hecho una explicación de este procedimiento. La persona lo toma como recompensa por hacer bien la tarea, pero el problema cognitivo se mantiene. El resultado sigue siendo el mismo: Apatía, temor y tareas hechas de mala gana. La inteligencia no se desarrolla, pero se incrementa el autoritarismo del adulto y disminuye la autonomía de quien se halla en proceso de formación. El estudiante desarrolla un enfoque estratégico y así aprende a mantener un buen resultado, pero sin haber resuelto los problemas de su aprendizaje. A la final obtiene el certificado, pero no la idoneidad profesional.
La mejor prueba que demuestra si hubo motivación durante la vida escolar, no es un certificado sino ver una persona responsable, amable, de iniciativa, emprendedora, honesta, respetuosa, crítica, defensora de la vida y las buenas costumbres y dispuesta a servir a la comunidad a la cual pertenece para engrandecerla mediante sus aportes.
Y, ¿cómo puede la familia y la escuela contribuir a la formación integral que exigen los tiempos actuales para superar los males que tienen a la civilización en los límites de la barbarie?  

En la próxima entrega se indicarán formas y estrategias que educadores, padres y madres pueden usar para responder a la pregunta anterior.

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