Observe y escuche antes de actuar.

Vosotros, los blancos, siempre estáis haciendo preguntas. Nunca os limitáis a observar y escuchar. Suele ser posible aprender todo lo que realmente importa saber sólo observando y escuchando.”
Anciano Indio Norteamericano

Los conflictos sociales que a diario se presentan indican que se observa poco y se escucha menos. La sociedad actual se acostumbró al sonido espectacular, a la noticia impactante, al titular gigantesco, a la farsa política, al carnaval, a la comparsa, al frenesí, a la protesta con cacerolas, al consumo masivo y homogéneo. En todo lo anterior hay intensidad, pero no profundidad. Hay movimiento, pero no se ve la armonía. Hay caos, pero no hay orden.
  Por tanto, y para poner fin a tanto ruido inútil, una de las estrategias metodológicas que un educador o un padre debe considerar a la hora de formar integralmente a un niño o una niña es enseñar a observar y escuchar. Como la mejor manera de enseñar es el ejemplo, en el primer momento de iniciar un curso o año lectivo quien media el aprendizaje debe detenerse, antes de explicar cualquier tema del currículo, a observar a sus estudiantes y escuchar sus expectativas.
En este primer ejercicio es recomendable tener presente que no se debe contaminar la observación con prejuicios y rumores. El educador profesional hace caso omiso a los comentarios de los colegas que rotulan a ciertos estudiantes con elogios y vituperios. Si la mirada está cargada de prejuicios no es posible tener un conocimiento objetivo porque éste es fruto de la espontaneidad, es decir, de la actuación del sujeto en un contexto y unas circunstancias particulares, pero de manera libre. El profesional de la educación debe estar capacitado para palpar esa conducta y someterla al análisis con el fin de elaborar sus propios criterios y juicios. Debe examinar no solamente los comportamientos individuales sino también las interacciones entre estudiantes y entre estos y sus familias y si fuese posible abrir más el lente para abarcar su desempeño social. Esa práctica le facilitará la elaboración de instrumentos de observación.                 
Así se inicia el proceso de investigación previo a cualquier toma de decisiones sobre lo más sagrado que tiene el aula y que son esas personas que esperan al menos un poco de comprensión. Recuérdese que toda investigación implica la búsqueda de algo preciso a través de una determinada metodología. O sea, que se investiga para conocer y explicar aspectos concretos de la realidad que rodea a cada uno de los estudiantes y que constituyen elementos cruciales para determinar la sugerente personalidad humana.
La otra metodología que reclama la pedagogía de hoy es saber escuchar. Ésta acción, más que una metodología es una actitud del mediador del aprendizaje. Es una estrategia poderosa que transforma los modelos de comunicación tradicionales. Se trata de comprender lo que se escucha y a quien habla. El estudiante se convierte en un sujeto activo en el diálogo, aprende a identificar y diferenciar ideas y a reconocer al otro. Además, valida si lo que escuchó, es lo que quiso expresar. Puede apreciar maneras distintas de narrar, desde su propia realidad o desde las historias ajenas. Así comprenderá que los seres humanos son distintos, pero no por eso deben construir muros que los aíslen. El escuchar prepara para el respeto al otro. Reconocerlo como alguien diferente, pero necesario. Es entender que forma parte de un mundo en continua comunicación. El escuchar, es sin duda, una competencia comunicativa que exigen los días de un siglo que avanza a vertiginosa velocidad e impulsa la tecnología. 
Hay quienes viven preocupados porque las nuevas tecnologías quieren reemplazar al maestro, pero el ejemplo y la escucha son exclusivos del ser humano y ninguna máquina puede mejorar la condición humana. De llegar la superioridad tecnológica a rebasar el valor humano estaremos ante una desgracia. Pero esto debe ser tema de una nueva reflexión. Volvamos a tomar el hilo de lo que tratamos.      
Es mediante la observación y la escucha que se posibilita el conocimiento de los estudiantes y, en general, de las personas. Conocer a una persona implica descubrir sus necesidades, expectativas, intereses y sentimientos. De ese conocimiento surge la comunicación asertiva porque se tiene en cuenta qué decirle y cómo decírselo.  
Al hacer esta investigación se hallarán los primeros obstáculos y las motivaciones interiores y exteriores de los educandos. Se comprenderá que la misión encomendada no es fácil y sí de mucha responsabilidad. Se concluirá que la realidad educativa es compleja y trasciende los muros de la escuela porque lo que se hace y se vive en las aulas influye, al pasar el tiempo, en los comportamientos de los adultos al asumir sus roles en la división social del trabajo. Escuchar en el aula hace que los estudiantes se sientan implicados en los quehaceres diarios del aprendizaje. Esta acción les demuestra que son importantes en esa micro sociedad experimental que se llama escuela.    
Para cerrar, por ahora, el tema y abrir el debate examinemos la lección que deja esta historia:
“El herrero del pueblo contrató a un aprendiz dispuesto a trabajar duro por poco dinero. El muchacho era joven, alto y muy fuerte, aunque un poco despistado. Era obediente y hacía las tareas que le encomendaban, pero se equivocaba a menudo y tenía que repetirlas porque prestaba muy poca atención a las instrucciones que el herrero le daba.
Al herrero esto le molestaba un poco, pero pensaba: ‘Lo que yo quiero no es que me escuche cuando le doy una explicación, sino que acabe haciendo el trabajo y que me cueste muy poco dinero’.
Un día, el herrero dijo al muchacho: ‘Cuando yo saque la pieza del fuego, la pondré sobre el yunque; y cuando te haga una señal con la cabeza, golpéala con todas tus fuerzas con el martillo’.
El muchacho se limitó a hacer exactamente lo que había entendido, lo que creía que el herrero le había dicho. Y ese día el pueblo se quedó sin herrero. Falleció por accidente a causa de un espectacular martillazo en la cabeza”.

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