El ser humano pierde valor.
3. El ser humano pierde valor.

Por eso tampoco sorprenden a las
autoridades y a la sociedad tanto suicidio, actos vandálicos y violencia
premeditada entre los jóvenes porque no hay consciencia de que sin sentido la
existencia humana es un fardo que cae en el abismo de la nada. Como no se
entrena a la niñez y a la juventud para que desarrollen la fuerza del deber, la
responsabilidad y el compromiso escasean y sin ellos el amor resulta un juego
divertido para las parejas que se enamoran y desenamoran con la facilidad con
que hoy se enciende y se prende un bombillo. Como consecuencia de estas nuevas
costumbres la familia está a punto de desaparecer y los hijos, como veletas,
son arrastrados por los vicios que cada día se multiplican geométricamente. Niñez
y juventud crecen sin la influencia del buen ejemplo y sin la protección de sus
padres unidos por la magia del amor. Instituciones para defender la unidad
familiar y la infancia se han especializado en la escisión de la pareja y la
infelicidad de la prole. Como se desconoce el poder de la paciencia y la
belleza de la tolerancia el consejo más a la mano es el divorcio y la medida
cautelar más apropiada es entregar a los hijos a los orfanatos y correccionales
estatales donde el frío de la ley se impone sobre el afecto necesario para crecer.
Ante esta realidad donde la familia es
un nido sin calor de hogar el ser humano de hoy pierde los valores
humanos tan necesarios para el espíritu
como las proteínas y vitaminas lo son para el cuerpo. Paralelo a este deterioro
familiar, el incremento del capital, que estimulan los monopolios y los avaros
dueños de él, atenta contra la célula social con horarios inhumanos, contratos
sin prestaciones sociales y por períodos de tiempo que ni siquiera llegan al
año y hacen del trabajo no un derecho
humano sino una manera legal de explotación ante la cual los políticos dan su
aprobación con leyes que benefician a los poderosos y desconocen a los humildes.
Hoy más
que nunca, la institución educativa debe asumir el reto de enseñar con entereza
y coherencia que la vida humana es digna y el ser humano está llamado a la
grandeza.
Hoy más que nunca la escuela tiene el
deber de enseñar a superar los vacíos
de sentido que se presentan como grandes obstáculos a la niñez y juventud que
no atinan a descubrir su papel en el mundo y hacer de la existencia humana una
oportunidad para servir sin egoísmos y descubrir el encanto de la amabilidad.
Hoy más que nunca los educadores deben
asumir el compromiso de educar para que sus estudiantes desarrollen la
entereza del carácter y comprendan la satisfacción del trabajo honrado que
implica para el trabajador dar lo mejor de sí mismo y para el empresario el
pago de un salario digno y generoso.
Se hace necesario, en consecuencia, desarrollar
en las instituciones educativas programas transversales que faciliten la
vivencia de valores humanos, actitudes de compromiso ejemplar y presenten a la
niñez y a la juventud los ideales que transformen el fracaso en éxito, el sufrimiento
en alegría, el dolor en solidaridad, el aislamiento en amistad y posibiliten el
desarrollo de todas las dimensiones humanas que refleje una verdadera educación
integral de la más alta calidad. Porque si la sociedad anda mal es porque la
escuela tal vez cojea y no se ha dado cuenta.
Lo invito a leer Cavilaciones y Escolios, otro de mis libros.
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