Lo imposible y lo posible

Cuántas veces la fatiga diaria nos lleva a
pensar que todas las puertas se cierran cuando más necesitamos que alguien nos
acoja. Muchas veces replicamos a quien dice que no desesperemos, que tengamos
fe y que seamos valientes y continuemos esforzándonos.
La naturaleza humana y las reflexiones que
hacemos sobre las ajenas y nuestras propias experiencias, después de serias y
maduras reflexiones, parecen convencernos de que nos hallamos ante el abismo y
que sólo existe el paraje donde la desgracia reina. Por eso no podemos creer
que exista un camino diferente a la angustia que cercena la razón.
Ante tales circunstancias, la muerte aparece
como la más atractiva de las esperanzas y en una decisión, más fruto de la
desesperación que del buen juicio, nos entregamos a la nada, que es el
verdadero rostro de la muerte.
Con el rostro mustio y el ánimo intemperante
nos hacemos dignos de lástima y en algunas ocasiones, para ganarnos unas horas
de vida, recurrimos a esa enumeración de acciones que Jonathan Swift en Viajes de Guilliver señala:
“De aquí se derivaba la necesidad de que muchos de mis compatriotas
hubieran de ganarse la vida pidiendo, robando, hurtando, estafando,
falsificando, adulando, cohechando, jurando en falso, jugando, mintiendo,
empeñando, asesinando, votando, garabateando papeles, mirando las estrellas,
envenenando, difamando, pensando libremente y con otras ocupaciones análogas,
términos todos ellos que sólo con mucha dificultad expliqué a su honor.”
Pero para la persona digna existe el camino
de la fe, senda que conduce hacia la vida y la gracia divinas, y que muchas
veces nos resistimos a aceptar. Es que en el mundo en que vivimos fructifican
más la molicie, la vanidad y la avaricia que esa fuerza espiritual que viene de
lo alto, pero que por su naturaleza espiritual confunde a quienes sólo admiten
la materialidad y el sensualismo.
Gracias a la fe podemos ver lo que otros
consideran utopías e ilusiones. Como ellos no creen no es raro que se burlen de
nosotros y que nos califiquen de ilusos y recibamos de ellos el rechazo y la
desconfianza.
Pero si tenemos fe en un Dios bondadoso y
eterno debemos aceptar que por el poder de su palabra el desierto florece como
cuando las lluvias abundantes caen sobre él.
Es por la fe que muchos hallan la vida cuando
todas las circunstancias apuntaban a la muerte segura. Ante el dictamen médico
que señala la puerta ineluctable algunos encuentran el milagro de la sanidad
porque recurren al poder de la oración. Sus testimonios son hechos imposibles
que el mundo no cree porque en él se impone el ateísmo. Y es que sin Dios el
mundo y la persona humana marchan hacia la muerte como única realidad posible.
Es por la fe en el otro que existe el amor y
el compromiso. De ellos surgen las familias felices y los padres orgullosos de
tener hijos ejemplares.
Es por la fe que aceptamos los milagros donde
Dios se manifiesta para cambiar el corazón y el destino de las personas que
recurren a Él.
Es por la fe que creemos en sus promesas y
esperamos una vida eterna donde el amor se imponga sobre el odio, la violencia
y la muerte.
Dejemos a los ateos el mundo de lo posible y
comencemos a forjar el maravilloso paraíso donde lo imposible existe porque
allí estaremos con Dios que todo lo puede.
¿Ya leyó Secretos de los triunfadores de Efraín Gutiérrez Zambrano?
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