Hacia un nuevo paradigma educativo

Hacia un nuevo paradigma educativo


1.   Preguntas que exigen respuesta.


Cada día esta aldea global es más estrecha para tantos seres humanos que no saben qué esperar de una sociedad que exige de ellos nuevas competencias para enfrentar los desafíos y naturales temores ante la incertidumbre que el futuro deparará. Pareciera que el conocimiento y la tecnología en lugar de ser aliados de la raza humana se hubieran convertido en sus grandes amenazas. Cada día la velocidad de los cambios sociales, políticos, económicos, científicos y tecnológicos es mayor y la sensación de locura colectiva es pasmosa. Para comprobarlo basta con seguir el curso de la avalancha de noticias que nos llegan por tan diversos y numerosos canales.    

 ¿Cómo adaptarse a esos cambios dónde las constantes son el desplazamiento de la fuerza humana para que ocupe su puesto la máquina, el robot, el software y el afán de acumular riqueza en pocas manos? ¿Cómo seguirle el paso a los avances científicos y tecnológicos en este baile desigual entre tecnologías y necesidades humanas básicas? ¿Cómo preparar al ser humano para que desarrolle capacidades que le permitan interrelacionar saberes, culturas y personas tan disímiles? ¿Cómo enseñar valores humanos a la niñez y  a la juventud en una sociedad donde cada día se practican menos entre sus líderes? ¿Cómo creer en unas instituciones sociales y políticas que se desmoronan como castillos de arena ante las impetuosas olas de la corrupción?

Hoy más que nunca se hace necesario hallar respuestas a los anteriores interrogantes, cuyos argumentos apuntan a nuevos modelos y metodologías educacionales, que se deben no sólo formular sino ante todo construir para no seguir el mismo destino de los arrogantes dinosaurios que se creyeron insustituibles y eternos.     

Los responsables de las decisiones de hoy, para no ofenderlos calificándolos de políticos, como personas inteligentes que son, no pueden negar que la educación es la llave que abre la puerta hacia un futuro mejor y, en consecuencia, se debe empezar a formar al nuevo ciudadano de esta sociedad sin fronteras convulsionada por su propio desarrollo. El problema que emerge como un gran muro de rocas en el camino es: ¿qué competencias, valores, principios y saberes han de constituir el nuevo paradigma pedagógico?

Para responder a la pregunta, para comenzar, se puede afirmar sin dudas aparentes que uno de los principales objetivos del mundo actual es conseguir una educación de calidad que humanice a todos los usuarios del sistema educativo. Promover la búsqueda continua de la calidad humanizadora es trabajar por un futuro mejor de la educación y de la sociedad. Y la abanderada para iniciar esa búsqueda es la institución educativa, una organización sui generis que trabaja con personas, entre personas y para personas. Por eso es indispensable someterla a un exhaustivo análisis que permita repensar sus elementos esenciales y su vocación de faro en las tormentas que hieren de muerte a su madre nutricia que es la sociedad entera. La historia de la paideia ha demostrado que para llegar al equilibrio de donde brotan los bienes deseables, es indispensable fundamentar la Escuela y el Estado en el ethos de la persona justa. La renovación política del ciudadano, líder del futuro, no es posible sin la implementación de un modelo axiológico de educación que sirva de base a las capacidades, saberes y competencias que la globalización impuso y exige en él. No es saludable seguir rumiando el aforismo de Rousseau (El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe) como si se tratara de un dulce inofensivo que se lleva a la boca cuando vemos que la dignidad humana esta erosionada y arruinada. Si la sociedad es la culpable de la maldad de las nuevas generaciones se debe llevar a juicio e imponerle los correctivos necesarios para que no siga corrompiendo a niños y jóvenes.

Hoy más que nunca se deben examinar con objetividad las estadísticas que reflejan el incremento de la delincuencia infantil y juvenil. Seguramente que detrás de esas conductas existen unos factores que las determinan y no se pueden cerrar los ojos para evitarlas porque esta actitud no demostraría sino estulticia de la mayoría y ceguera de la minoría. En momentos de angustia convienen más las reflexiones serias y comprometidas para saber qué hacer, antes que la desesperación de las nuevas generaciones conduzca hacia más actos irracionales y trágicos. Los resultados de estas reflexiones redundarán en provecho de los usuarios naturales de la educación (familia, niñez y juventud) y deberán ser el producto de un auténtico liderazgo político y administrativo que impulse la gestión de la calidad hacia la excelencia con una mente abierta y decida actitud de cambio e innovación.

Continuará...



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