A Francisco le dio la bienvenida un parche agradecido.

El parche de rehabilitados a ritmo de cumbias recibió a Francisco, el Papa. Sonriente les vio bailar y cantar. Los hijos del padre Javier de Nicoló, como también se les conoce, entregaron un vitral, un velón y una ruana al sucesor de San Pedro. Ruana que de inmediato vistió. Los jóvenes pidieron que Javier fuera llevado al santoral católico.  Después de escucharlos,  Francisco, en un discurso lacónico les dijo: “Jóvenes, no se dejen robar la alegría, no se dejen robar la esperanza”.  Para el Papa, ese nombre no debió pasar desapercibido, pues, Javier de Nicoló nació en Italia y presencio los horrores de la Segunda Guerra Mundial.  Llegó a Colombia porque un misionero le habló de Agua de Dios. Vino y se quedó trabajando por la juventud descarriada. Su estrategia era cambiar lo sórdido de la calle por un  ambiente lleno de risa y color.  Sin duda  este parche que solicitó de manera pública  la canonización de su benefactor  fue una noticia amable y ejemplar para el mundo que se muestra indiferente ante el dolor de quienes viven en las calles y los socavones a los que conduce la adicción a las drogas.     
Efraín Gutiérrez  Zambrano.          

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