Quasimodo


Quasimodo
Me estremece el dolor
de Quasimodo.
Aún veo el humo que lo ahoga.
La impotencia se refleja
en sus ojos.
El encanto de sus torres
se ha derruido.
Brillan sobre el Sena las perlas que caen.
La flama quema su corazón y su joroba.
La primavera de los vitrales se evaporó.
Las gárgolas de piedra, sus amigas,
descuidaron el campanario.
Quasimodo no escucha el bullicio de los peregrinos.
Silencio y murmuración agrietan los recuerdos.
No pudo librar de las llamas el rostro de Esmeralda.
Quasimodo, como yo,
siente los estertores de la ceniza.  

Efraín Gutiérrez Zambrano      


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