Carta abierta a la Ministra de Educación
Carta abierta a la Señora
Ministra de Educación.
María
Victoria Angulo González
El pasado
viernes, a eso de las siete de la mañana, vi a una niña con su habitual uniforme
escolar yendo hacia su colegio en compañía de sus padres. Esa visión del futuro me hizo estremecer. En
muchas de las ceremonias de grados escuché al orador de turno decir que los
niños y jóvenes son el futuro del país. Confieso que esta idea, aunque sea tan
repetida, la considero un juicio categórico para recordar a Kant y en mi mente existe
la evidencia como la exige Descartes.
Aunque
nunca quise fundar un sindicato y tampoco me presté para oficiar como esquirol,
en esta ocasión me opongo como abuelo, aunque podría invocar las decenas de
años que dediqué a la docencia, para que volvamos a clases presenciales sin
tener la seguridad de haber derrotado al Covid 19 totalmente.
No
entro a discutir el manoseado constructivismo, uno de los mejores productos del
eclecticismo pedagógico, que pondera la
interacción social y la zona de desarrollo próximo, ((Vygotsky), el aprendizaje
significativo (Ausbel), no puedo negar que el medio
ambiente y las cualidades individuales influyen
recíprocamente de unos a otros (Bandura) y que en las aulas hay personas
más preparadas que los abuelos, amas de casa y cuidadoras de niños que tuvimos
que asumir la responsabilidad de guiar las tareas de párvulos y jóvenes que los
profesores envían por medios electrónicos.
Pero
tampoco, podrá usted, Señora Ministra, convencernos de que las escuelas y colegios
seguirán protocolos que impedirán que la pandemia, aliada de la muerte, se
lleve la vida de quienes más amamos y de paso, las nuestras. Las emociones de
los niños son impredecibles y mantenerlos aislados para que no las manifiesten
en besos, abrazos y risas es una tarea imposible. Llevar nuestros hijos y
nietos a la escuela es demostrar indiferencia ante el genocidio de un pueblo,
que en la miseria a la cual lo han conducido las élites políticas, sueña con
una oportunidad de bienestar que sólo la educación puede brindar.
Usted, Señora Ministra,
que se halla más cerca al solio del poder y a las estadísticas de la muerte, sabe
que los contagios y los ataúdes crecen con cada hora que pasa. Mire hacia el
Tolima, tierra de Pijaos, donde los dos nacimos y podrá observar no las coronas
de nieve sino el fúnebre color de las cenizas humanas.
No juzgue, por tener
un argumento laboral y económico, a los maestros que ocultos tras una pantalla
muestran la intimidad de su hogar a los estudiantes y pasan más horas en un
mundo virtual que exige interacción digital para reemplazar la social y más preparación
para evadir la fuerza del error a la cual estamos sometidos los humanos.
No invoque el amor a
los estudiantes porque el verdadero amor es sacrificio por el Otro, pero no sacrificio
del Otro para beneficio propio. Conciliemos
diferencias y pidamos a Dios que nos permita encontrar las soluciones sanitarias
en el menor tiempo posible y podamos volver a graduar a nuestros niños y jóvenes,
demostrando más con hechos que con discursos, que ellos son el futuro de un país
que supo mantenerse unido para derrotar un mortal enemigo, muy parecido en su
rostro, a la ignorancia que ataca a todo ser humano que se deja confundir.
Efraín Gutiérrez
Zambrano, 16 de agosto de 2020
Axcelente profesor Efrain y totalmente de acuerdo.
ResponderEliminar