Owens y Lutz, una verdadera amistad.

 


Por Efraín Gutiérrez Zambrano

En el cielo de Berlín se ven unas pocas gotas de algodón que distraen la vista de los miles de espectadores alemanes que esperan la victoria de su compatriota. Sobre la pista se hallan en este día de competencias olímpicas de 1936, entre varios que destacan, un atleta de origen afrodescendiente, recogedor de algodón desde los 6 años y Lutz Long, hijo de una familia de farmaceutas y favorito de Hitler quien desde el palco observa con ojos inquietos. Este duelo, espera el dictador, demostrará al mundo la superioridad de una raza. Por su parte el atleta alemán, abogado de profesión, piensa y así lo ha hecho saber a su madre que “la raza y el color de piel no tienen importancia, no determinan el destino de un pueblo”.

Owens es el deportista del récord mundial, con 8,13 metros. Se destaca desde 1933 cuando batió el récord mundial de salto de longitud para estudiantes de secundaria, con una marca de 7,55 metros, e igualó el récord mundial en 100 metros planos con una marca de 10,4 segundos.
Long lo admira desde años atrás. Ahora lo tiene cerca y puede verlo correr. La marca necesaria para la clasificación es de 7,15 metros. Long, dicen los árbitros, alcanza 7,73 metros, una marca floja, pero Owens falla en su salto. En el segundo intento, Long llega a los 7,87 metros, El estadio se estremece con los gritos. Desde el palco oficial, Adolf Hitler sonríe, aunque no es su costumbre, al mirar a sus ministros de Propaganda Joseph Goebbels y Rudolf Hess.

“Lo que Owens hizo a continuación no admite discusión –escribe Walters, autor de Los Juegos de Berlín–. En lugar de iniciar su carrera, caminó hasta Long y lo felicitó. ‘Corrí hasta él –recordó Owens–. Lo abracé. Estaba contento, muy contento.’ Long recordó cómo Owens ‘vino, me felicitó, deportiva y caballerosamente’.”

Luego el estadounidense se anima, toma aire y corre como una gacela. En la pizarra escriben 7,94 metros. Su amigo y rival alcanza 6,50 metros. El alemán estaba derrotado. Hitler abandona el palco. Owens, en su último intento modifica los números y ahora la marca es de 8,06 metros. El alemán se alegra y felicita a su amigo por haber conquistado el oro. Luego se abrazan y dan la vuelta olímpica. Owens, dice a Grantland Rice: “Supongo que el señor Hitler es un hombre muy ocupado como para quedarse todo el tiempo”. Pero las cuatro medallas de oro que mereció por sus esfuerzos no fueron su mayor orgullo.

Long muere en combate el 14 de julio de 1943. Owens sufre al saber la noticia y, al concluir la Segunda Guerra Mundial, vuelve a Berlín para conocer a la familia de su amigo porque "se podrían fundir todas las medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad de 24 quilates que hice con Lutz Long en aquel momento".

En la foto se puede apreciar en el centro a nuestro vencedor y fiel amigo.
Lo invito a leer mi libro Secretos de los triunfadores.

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