Una canción para reflexionar

Una canción para reflexionar

Tal vez mirar al interior del alma es algo demasiado complejo para que un humano lo ejecute con entereza y alegría, tal vez sentir dolor no es más que un puro y frío sentimiento que emerge como la punzada del alfiler que se clava por accidente en el dorso de la mano, tal vez percibir el susurro de la soledad puede enloquecer  tan sólo unos días o para siempre, pero estos hechos, por sí solos no arrojan verdades profundas para adoptarlos como elementos esenciales de una doctrina vital.
Pero viajar al interior, llevando como equipaje la nostalgia, abre una puerta hacia el sufrimiento que petrifica y congela los caminos del ser. Es cuando los ríos de la melancolía se asoman por los ojos y la incertidumbre de los arrepentimientos nubla la mente con esos colores que anuncian las tormentas. Describir sobre una hoja esos paisajes del desierto espiritual  es un rigor inútil y expresar la amargura es como vomitar a media noche sobre el mantel blanco que ilumina la luna que abusa del silencio de la ventana. Algunos dicen que ese sentir es propio del poeta, pero comenten el error de negar que todos nos hemos visto en el desfiladero impulsados por un tornado que viene del pasado y que no podemos presagiar ni controlar. Ante su presencia desaparece en el firmamento de su oscuridad tanto el débil rayo de fe como el inquieto rescoldo de la esperanza. El pavor que embarga y acelera el corazón sumerge en la ceguera lo sublime que daba fuerza al deseo de vivir. En ese estado lamentable el corazón no vale nada y el fuego del infierno devora todo lo bello y bueno que da sentido a la existencia humana. Los amigos como los vecinos se retiran a sus zonas de confort para no compartir el fracaso y el sufrimiento del desgraciado que maldice el mundo y el sol que lo vio nacer. La culpa cae como lava que exaspera y hace dudar al alma de su bondad. La angustia ostenta su diadema iluminada e indolente el pensamiento se confunde y comienza a sembrar sobre las voraces llamas el efímero árbol cuyos frutos expulsaron al ser humano del paraíso.
¿Acaso la muerte libra de la miseria y del sufrimiento? Cualquier respuesta carece de fundamentos racionales pero se deduce que es un escape indigno de la especie que ha hecho de la inteligencia el principal motivo de su orgullo. Escribir la canción de la vida o de la muerte es tan difícil como esculpir sobre el alma propia el sentimiento ajeno pero no intentarlo es felonía.
La vida está cargada de acciones mientras la muerte está sembrada de negaciones, omisiones y estáticos espejos donde se miran las sombras. ¿Pero cómo conservar la fe en las bondades de la vida en un mundo que acelera la muerte desde el momento de la concepción? ¿Qué respuesta podemos dar a quienes no tuvieron ni siquiera la oportunidad de ver un rayo de luz? La vida no será el secreto mejor guardado ni la muerte la más temida de las tragedias pero tanto la una como la otra obedecen a leyes superiores que los humanos debiéramos respetar. Lamentablemente estos tiempos esconden delirios e ilusiones jurídicas que hacen de los humanos dioses que matan a su antojo para salvar sus apariencias poderosas…
Sólo cuando se mira al infinito mundo de la interioridad se comprende el  sentido de la vida y el afán de preparar el viaje definitivo para ir a contemplar la inmensidad de la grandeza humana que se levanta sobre el respeto al ser humano, a la vida como valor y derecho del cual emanan todos los demás e inteligencia para descubrir que la humildad abre los caminos que la soberbia ignora y pisotea. Escuchemos este susurro del céfiro y busquemos la Sabiduría, pues sólo ella convierte la indecisión y el deseo en motivos de magnificencia.

Huir de la vida para abrazar la muerte es una de las más peligrosas alucinaciones que impiden que despertemos a la eternidad de la gloria y a verdades que el misterio impide que veamos con claridad meridiana. No perdamos el derrotero que el cielo nos señaló, que por cerrada que sea la noche, llegará el momento en que el sol brillará para llenar de vida y color a quienes no perdieron la fe ni la esperanza y fueron capaces de soñar con un mundo mejor.  

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