El mundo patas arriba



2016, que se acerca a su final, pasará a la historia como el año de los terremotos políticos a nivel nacional e internacional. Las teorías políticas y sociológicas fueron sometidas a la confrontación real del comportamiento electoral de los pueblos y perdieron su vigencia. Como consecuencia de los resultados en las urnas, la estadística entró en crisis y las empresas encuestadoras quedaron peor que los mapas estelares de Ptolomeo. Los candidatos del futuro tendrán que confiar más en la incertidumbre que en la firmeza de las barras de los gráficos. Los plebiscitos y referendos serán procesos innombrables en los congresos y palacios de gobierno. La polarización de las sociedades atraerá hienas al bosque y cernícalos sobre los techos de las casas. En las calles las banderas de los partidos antagónicos producirán golpes de sables que amenazarán la serenidad de la noche. El sentido común que enseñaba que la unidad es superior a cualquiera de sus partes argumentará que en Inglaterra no se cumple tal ley. Entre las mujeres feministas y reinas de belleza Donald Trump será un aderezo en las faldas y entre los oprimidos inmigrantes su nombre traerá olas de lágrimas. El muro levantará la espada para cortarle la cabeza a la estatua de la libertad. En Colombia NO será una palabra asociada a la guerra impulsada por la derecha y los pastores imitadores de Lutero. SÍ un vocablo para exorcizar la paz de los espíritus de los muertos. Quienes regresen del futuro a examinar este tiempo dirán que fue el año del mundo patas arriba.                

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