La inspiración, un camino insospechado.

Difícil es para el ser humano aceptar el dolor y más arduo aún permitir que el sufrimiento que causa inspire su vida. El árbol de los sentimientos no puede dar este fruto porque carece del abono y el agua tonificada por la buena actitud. Siempre se asocia el dolor al llanto y las lágrimas empañan la visión sin que se pueda ver el campo florecido y fecundo que podrá disfrutar quien supere la prueba de sentir sus garfios desgarrando el cuerpo y el alma cual león hambriento. Por eso ante su presencia se desea la muerte como el mejor método para evitar que se ensañe en la debilidad humana que proporciona la falta de inspiración para enfrentarlo. Si se consiguiera aprender las lecciones que el dolor entrega a quienes lo desafían con valentía se lograría bendecir la vida, aún en manos del sufrimiento.
Cuando el dolor llegue a golpear la aldaba de la puerta de su casa no deje que la angustia se le una para derribarla. Procure inspirarse porque el dolor huye ante quien lo mira a los ojos para encararlo. Tenga presente que la inspiración es fuerza mental y física que recorre el ser, equilibra las emociones y concede armonía al espíritu. Por eso es que muchos ante la desgracia se ríen de ella en su propia cara y a quien los observa parece una locura. Ellos no saben que la persona inspirada consigue cosas extraordinarias a niveles ni siquiera imaginados.
A diferencia del que sufre sin buscar sentido a su dolor el inspirado en él halla la motivación que trasciende lo físico y mental para revelarle el paraíso que espera a quien le hace frente con argumentos. Quién se inspira, aunque no lo crean algunos, goza de una fuerza maravillosa y sorprendente que deja a otros boquiabiertos. Quien se inspira entra en trance y genera la serenidad que obra como antídoto ante el ataque depresivo que lanza la desesperación.
La inspiración es un pequeño arroyo que comienza a brotar para irrigar los paisajes de la interioridad convulsa y darle luz al alma que se siente abandonada y en las profundidades del abismo. La inspiración no es como el volcán que martiriza con su violenta erupción y desea destruirlo todo. La inspiración es un atajo que comunica al ser humano con su creador y facilita trascender el plano físico y real, fuente de angustia y desequilibrio ante la presencia del dolor. La inspiración genera sabiduría y es el origen de la creación de ideas que jamás otros imaginaron. Por eso muchos la desean, pero no están dispuestos a pagar su precio siempre alto.  
Quienes conocen la inspiración saben que ella aparece en el lado oscuro del corazón y en momentos de intensa adversidad. Ella es causa de estímulos emocionales que abren la puerta del ser a los espacios donde brilla el amor y la eternidad. La inspiración es expresión de sentimientos de hijo pródigo que desea volver a las comodidades que tienen los jornaleros que viven en la casa del Padre.   
Para que exista la inspiración debe invocarse la ayuda divina, por eso los antiguos la llamaron iluminación. Es luz que viene de lo alto, es manifestación de una necesidad que sólo puede satisfacer el autor de la vida que llama al ser humano a su reino majestuoso, eterno y feliz.
La inspiración hace que se den las condiciones del milagro, es decir, la fe y la oración continua. Por eso la inspiración se manifiesta en los seres humanos que confían en Dios y lo invocan en todo momento. En ellos se manifiesta la grandeza y la entereza que muchos admiran y no logran explicarse.
Así, la inspiración se vuelve instrumento que motiva a otras personas que se convencen de que lo efímero puede ser superado y que la intensidad del dolor se puede aminorar. ¿Por qué optar por la eutanasia o el aborto o el suicidio cuando se puede recurrir a la inspiración? La inspiración es camino hacia la vida; la desesperación, hacia la muerte. Y Dios puso a los seres humanos a escoger entre la vida y la muerte.

Efraín Gutiérrez Zambrano.  


Publicado en el periódico El camino, edición de abril de 2017

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