Siempre tú
Comparto con mis lectores dos poemas de un autor que en mi adolescencia estuvo entre mis favoritos.
Entre el mínimo incendio de la rosa
y la máxima ausencia del lucero,
se quedó tu recuerdo prisionero
viviendo en cada ser y en cada cosa.
Te recuerdo en la cita milagrosa
que se dan la mañana y el jilguero,
y en el aire, traslúcido tablero
donde escribe en color la mariposa.
Todo me habla de ti. Sobre la brisa
persiste la nostalgia de tu risa
como una dulce música remota.
En los labios tu nombre me florece,
y al saberte lejana, me parece
que me bebo tu ausencia gota a gota.
y la máxima ausencia del lucero,
se quedó tu recuerdo prisionero
viviendo en cada ser y en cada cosa.
Te recuerdo en la cita milagrosa
que se dan la mañana y el jilguero,
y en el aire, traslúcido tablero
donde escribe en color la mariposa.
Todo me habla de ti. Sobre la brisa
persiste la nostalgia de tu risa
como una dulce música remota.
En los labios tu nombre me florece,
y al saberte lejana, me parece
que me bebo tu ausencia gota a gota.
¡Qué horrible es el olvido!
Ver la mujer amada
Y no sentir que el alma
Se curva de dolor.
Cuando cerca a su nombre
No nos punza la espina,
Ya no vale la pena
Nuestra estéril canción.
Ver la mujer amada
Y no sentir que el alma
Se curva de dolor.
Cuando cerca a su nombre
No nos punza la espina,
Ya no vale la pena
Nuestra estéril canción.
Qué horrible es el olvido.
¡Qué horrible es el olvido!
Saber que la quisimos
Y que sigue en la sangre
Sin producir dolor.
Cuando nos resignamos
A vivir con su ausencia,
Es porque ha envejecido
Por dentro el corazón.
Y entonces, ya la vida
No vale una canción.
Jorge Robledo Ortiz
¡Qué horrible es el olvido!
Saber que la quisimos
Y que sigue en la sangre
Sin producir dolor.
Cuando nos resignamos
A vivir con su ausencia,
Es porque ha envejecido
Por dentro el corazón.
Y entonces, ya la vida
No vale una canción.
Jorge Robledo Ortiz
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