Sobre la navidad
Llega diciembre. Algunos comienzan los
preparativos de navidad. Pintan la casa. Decoran las ventanas con luces y
muñecos. Salen a disfrutar las brisas que vienen del río. Se unen los vecinos y
sobre las calles dibujan la gordura de Papá Noel. En los almacenes y centros
comerciales se ofrecen promociones y espectáculos para atraer a los clientes.
Los parques se iluminan con bastones, estrellas, ángeles y figuras que rompen
la monotonía de las noches.
Este año tiene algo maravilloso, algo mágico.
Dios me mostró los sentimientos y pensamientos de quienes me aman de verdad. Me
dijo mediante hechos quienes son mi familia y mis amigos verdaderos. Me hizo
fuerte al mantenerme, como el árbol, de pie. No temo al frío ni a la
indiferencia. Siento el calor de aquellas personas que están conmigo. Me siento
seguro cada vez que me abrazan y besan.
Pero lo mágico de diciembre es que nos da una
tregua en la batalla. Puedes ver la débil luz que aún ilumina a las personas y
bordeas el riachuelo de felicidad que baña los alrededores de tu casa. Si
aprendes a vivir esta magia, afrontarás de manera diferente las fiestas y te dejarás llevar por el Santo Espíritu que
engendró a Jesús. Comprenderás que la soledad del pesebre se cambiará a dicha
con la presencia de un niño humilde si lo recibes en tu casa.
Recordarás a aquellas personas que se
tuvieron que ir a las moradas del Padre Celestial. Probablemente notarás su ausencia
y les honrarás con el poder de la oración, si en ti vive la alegría de ser hijo
del Señor de la Vida. Brindarás por los que están a tu lado y que seguramente
te seguirán acompañando el año entrante.
Si haces el balance del año, que se agrega a tu
historia y a la mía, hallarás muchas coincidencias que nos hermanan. No podemos
negar los altibajos que embellecen el camino de los seres humanos y las
montañas que se alzan como desafíos o sueños por subir. Probablemente muchos esfuerzos fueron
inútiles, según nuestra perspectiva, pero hacia el final del camino
comprenderemos que sin esos intentos fallidos jamás hubiéramos llegado a
contemplar la serenidad de los páramos que llenaron de manantiales de alegría
las vidas de quienes se acercaron a nosotros para compartir el gozo de la labor
paciente y honrada.
La lógica aconseja que del balance se debe pasar a
los planes y promesas para el año venidero. Hay quienes dicen que lo importante es seguir
adelante, pero olvidan que sin sentido la vida conduce a la muerte. En
consecuencia, debes buscar significado a los días por venir. Sin
trascendencia el ser humano no es
superior al grano de arena y sin la
presencia de Dios en su corazón, el llanto y el dolor se hacen insoportables
sanguijuelas.
De qué sirven las calles iluminadas y los regalos
debajo del árbol si no se vive el amor en la familia y la solidaridad entre los
miembros de la comunidad no existe. El mayor regalo es el amor en familia.
Navidad es la excusa perfecta para perdonar y ser
perdonado, para superar odios, rencores, envidias y acciones equivocadas. Es el
instante para poner fin a esa soledad que experimentamos cuando entre las
multitudes nos sentimos como insignificantes ladrillos de la sociedad. Sólo la acción
solidaria pone fin a ese caminar monótono entre ese desierto atiborrado de
gentes. La gran alegría la proporciona el compartir lo que somos y poseemos con la disposición de quien busca la felicidad ajena, más que la propia.
Navidad sólo es fiesta en los corazones que vencen
el egoísmo humano y abren las puertas de sus casas a la luz que viene de lo
alto. Si nos dejamos iluminar tendremos esperanza que nos impulse durante los
días del próximo año. Así dejaremos la apatía y con fe firme veremos que Dios
vive entre nosotros.
Salgamos, pues, al encuentro de quien se hizo
humilde para que el ser humano saliera de las tinieblas y pudiera brillar en
los jardines de la eternidad.
Que tengas una feliz navidad y un próspero año
2018.
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