Una mirada a las Pruebas Saber


Por Efraín Gutiérrez Zambrano

El alumno, principal protagonista del proceso enseñanza-aprendizaje, tiene este domingo 11 de agosto que actuar sobre el escenario de las Pruebas Saber y demostrar que conoce el modelo basado en evidencias. A través del tiempo este tipo de evaluación se ha adaptado a las exigencias de los organismos internacionales, y últimamente, simplificado.
Una mirada hacia el recuerdo permite vernos en la década de los setenta presentado, sábado y domingo, ese examen que indagaba sobre la cultura general que teníamos y no los valores y competencias que la etapa de formación escolar había dejado en nosotros. Algunos años después nos llenábamos de nostalgia y traíamos a la memoria a la profesora que nos enseñó a leer y al prefecto de disciplina que con vara en mano evitó que tratáramos mal al compañero o que nos burláramos de aquellos que presentaban defectos físicos o fueran lerdos en su aprendizaje. Así, en alas del recuerdo volvían rostros familiares de niños que sufrieron poliomielitis y que nos peleábamos por impulsar su silla de ruedas para que entrara al salón junto con nosotros. Éramos un tanto pasivos mientras el docente exponía los temas y brindaba la información con materiales como carteleras o un moderno televisor (imágenes en blanco y negro) que la televisión educativa proponía. Luego ejercicios y actividades en casa acompañados de gaseosa y pan.  
Nuestros padres no eran adictos a los resultados en el rendimiento académico y pasar el año nos llenaba de gozo porque habíamos aprendido las excentricidades de algunos personajes de la historia humana o los mitos maravillosos, como el de Perséfone, que explicaban como las flores sonreían al llegar la primavera. Hacíamos competencias de cálculo mental y hasta nos resbalábamos sobre un plano inclinado en la patineta que habíamos hecho con madera y balineras.  
Éramos curiosos y aplicamos a la vida personal y laboral lo que aprendíamos. El conocimiento, repetían los profesores que oficiaban como guardianes de la memoria, no solo es para presentar un examen o pasar un curso, si no que los deben usar y meditar. De premio al concluir el año lectivo nos daban un libro de Julio Verne o Rafael Pombo como premio a los más destacados. No teman entrar en los mundos que los libros ofrecen era una idea que rebotaba como eco en los años maduros. Así aprendimos a ser ciudadanos entusiastas y amables como Ardan. el personaje que Verne nos presentó antes que viéramos ir a los americanos a la luna   
Pero lo único inmodificable es el cambio. Hoy los alumnos se contentan con copiar y pegar e intercambian memes con información superficial o con burlas que hieren a sus compañeros. Los docentes no pueden corregir porque los padres y las autoridades no lo permiten y si llegan a hacerlo pagan con el despido su osadía de querer hacer hombres y mujeres de bien.
Mañana domingo, en pleno siglo XXI, es asombroso que estén los docentes preocupados por los resultados académicos y los muchachos y muchachas saliendo del examen para las rumbas que organizan para disminuir el estrés que produce la evaluación estatal.
Ayer comprendíamos que la memoria es gran aliada de la inteligencia y el eslabón primero de la nostalgia que ata al pasado con recuerdos de tiempos en que la mayor prueba era creer en el futuro.
Hoy es el análisis de las situaciones en contexto. Enunciados, contextos y opciones se repiten a lo largo de las Pruebas Saber. La cultura general ha cedido y son las estrategias para la comprensión lo que evalúa el ICFES.
Tal vez nunca como hoy fue tan importante enseñar a elegir a nuestros estudiantes, más que la respuesta correcta, la conducta asertiva que libre de la distopía y conduzca hacia mejores días donde la dignidad humana vuelva a florecer entre gestos y sonrisas de paz, solidaridad y laboriosidad.                         


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