Oración del día

 


12 de abril de 2023

 Padre celestial:

Danos sabiduría y fortaleza en esta nueva jornada a la que nos llamas al concedernos la existencia. Tenemos una vida efímera y nuestros cuerpos son frágiles cual copa de cristal. Algunos hechos de nuestra vida y fenómenos de la naturaleza escapan a nuestra comprensión.

“Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a él, porque de él depende tu vida, y por él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob.” (Deuteronomio 30: 19-20)

“Presidente, ¿ahora si me cree?”. Quien lo cuestionaba era Leopoldo Guevara, piloto boyacense que desde hacía un año servía como voluntario de la Defensa Civil del Tolima y que pocas horas antes había telefoneado a la Casa de Nariño para informar que “Armero era un playón de lodo, Armero se borró del mapa”.

La pregunta la escuchó Belisario Betancur, la mañana del 14 de noviembre de 1985, cuando descendió del helicóptero que lo dejó, por fin, a los pies de la tragedia de Armero. De la tragedia que se había negado a creer.

“Cuando sobrevolé la primera vez alcancé a ver centenares de personas que me hacían señales de que estaban vivas, que pedían auxilio. Cuando pasé por segunda vez, fueron muchísimas menos”.

“Fue difícil recuperarse de un momento así. Yo estuve en tratamiento psiquiátrico durante seis meses y casi se me acaba el matrimonio porque me daban unos cambios súbitos de humor. Estaba feliz, pero de repente me sentía furioso”.

Leopoldo lo cuenta mientras sostiene entre las manos un rosario blanco que también le recuerda a diario que él fue uno de los héroes de esa tragedia que enlutó a Colombia.

“Me lo regaló el papa Juan Pablo II cuando visitó el camposanto de Armero siete meses después de la avalancha. Cuando me lo entregó me dijo: “hazlo todos los días y cambiarás tu vida. Y así lo he hecho hasta hoy. Oro por mí y por los que sobrevivieron para que les regrese la esperanza”. (Archivo de El País y Colprensa).

 Cuando sobreviene la tragedia pensamos: “¿por qué Dios lo permitió?” Cuestionamos a Dios como si fuera el responsable y olvidamos algo muy valioso que Dios nos dio y que llamamos “libre albedrío “.

El libre albedrío nos permite decidir cómo vivir nuestras vidas y cómo actuar en cada situación. Es por eso por lo que los humanos somos responsables de todo lo que sucede en nuestro planeta. Absolutamente todo.

Culpar o responsabilizar a Dios por nuestras decisiones es lo más simple. Las tragedias naturales son el resultado de los múltiples factores en los cuales tenemos responsabilidad, ya que el ser humano interfiere constantemente con el medio ambiente.

Dios es soberano, pero nos ha dado a todos la libertad de decidir. Por lo tanto, siempre debemos optar por lo más conveniente para nuestras vidas.

Señor, siempre quiero tomar buenas decisiones, pero muchas veces me equivoco. Te agradezco me hayas otorgado la libertad y por eso en este día decido amarte y servirte. ¡Amén!

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