De la civilización a la barbarie





Efraín Gutiérrez Zambrano





Para muchos es necesario para mejorar la sociedad reprimir el crimen en todas sus manifestaciones (cada día más sofisticadas y crueles como lo demuestran las prácticas terroristas) y hacer de las cárceles lugares de resocialización. Pero en su equivocación no advierten que el futuro le pertenece a la cultura y la educación.


Un pueblo culto y civilizado camina más seguro hacia el progreso si antes de dominar la ciencia vive los principios y valores. Si así lo hiciere el bienestar a la sociedad le llegará por añadidura. Si hay un tránsito susceptible de disolver lo sombrío y cruel en un panorama de bienestar y paz es la enseñanza en familias y escuelas de una bolsa de valores y principios que salven de la violencia y la miseria. Esta pretensión debe ser el fundamento de un proyecto educativo como municipio y nación, pero se me dirá, eso lo tenemos en cuenta y es lo que hacemos todos los días.


No se puede negar que sobre el papel los valores y principios constituyen un proyecto transversal en las instituciones educativas pero en la práctica los mismos alumnos reconocen que esa clase es una costura y entre los docentes el área encargada de estos saberes es la cenicienta de la comunidad escolar. Estudiantes con los cuales he dialogado en las diferentes instituciones educativas que visito a diario me dicen que no hay un programa sistematizado sobre la materia y los rectores y coordinadores señalan que no hay un profesor especializado en estas temáticas y al que le quedan faltando algunas horas, para completarle la carga académica, le ordenan hacerse cargo de esta asignatura en algún curso.


En los Exámenes de Estado, sea para bachilleres o profesionales, tampoco se tienen en cuenta estos conocimientos porque, en eso los teóricos de la evaluación tienen la razón, los valores y principios sólo se pueden evaluar en las actitudes que las personas adoptan en una situación particular y es allí sobre el terreno donde conoceremos el poder de la paciencia o la luz de la rectitud, como ya lo decía en mi libro Cavilaciones y Escolios.                    


Así que para mostrar los resultados de lo aprendido en la familia y en la escuela sobre estos temas les hago una cordial invitación a mirar los titulares de los medios de comunicación que todos los días dan cuenta de la violencia generalizada y el incremento de los vicios en niños y jóvenes. Tan preocupante es la situación que muchos alcaldes, comenzando por el de Bogotá, han optado por decretar toque de queda para los adolescentes, pero esta medida es represiva más no formativa.


El problema fundamental, según mi criterio, es la falta de autoridad en la familia y la carencia de conceptos básicos sobre ética y valores en la institución educativa. Mientras no tomemos en serio este tema no habrá en la familia y la escuela normas y conceptos claros para que los niños y jóvenes comprendan que sin ley no hay civilización sino barbarie.


Se debe recordar que la cultura consiste en el conocimiento de los grandes ideales y los mejores prototipos humanos que han señalado los caminos a seguir por la humanidad y que la civilización no sólo es el paisaje urbano sino también el edificio jurídico que preserva los derechos y deberes ciudadanos y convierte a la convivencia pacífica en el primer peldaño de la escalera que conduce al bienestar general porque la paz es presupuesto de la prosperidad, para no desentonar con las políticas actuales.


Jamás podremos considerar culto y civilizado a un pueblo donde la muerte prematura a manos de criminales es pan de todos los días y donde los más altos funcionarios son motivo de escándalos de desacato a la ley y ejemplos de corrupción cuya desfachatez encona a los ciudadanos de bien. Así las cosas, queda claro que ni entre jóvenes ni adultos los principios y valores han sido asimilados y en consecuencia sus conductas no siguen los patrones universalmente aceptados por la ética y las sociedades cultas y civilizadas.


Esta tergiversación de los conceptos deja el Estado de Derecho como un edificio que amenaza ruina y a la comunidad como una horda sumida en horrible lucha por la existencia. 
          
Publicado en La Tribuna 16 de septiembre de 2012
          


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