El
futuro de la paz
Como ciudadanos no podemos seguir mirando lo
que pasa sin tomar partido en los proyectos que la dirigencia política
emprende, y en este caso con el liderazgo de Juan Manuel Santos. El proceso de
paz es tema prioritario y debe serlo en la agenda del alto gobierno. Pero de
nada sirve la intención de quienes lideran si no hay respaldo en las voces del
pueblo. La paz es un derecho y un deber que exige de todos la mejor disposición
para su feliz nacimiento. Es el momento en que nosotros asumamos también que
somos parte importante del proceso y sin distinguir entre nosotros por razones
políticas, sociales o económicas nos convirtamos en abanderados responsables
del destino común que nos hermana.
Pero no se puede negar que ese ideal que nos
vuelve a llenar de regocijo ha tenido un camino tortuoso. Ya completamos
sesenta años repitiendo experiencias de negociación y
desmovilización sin resultados que evidencien una nación en paz. Y eso causa
desgano y escepticismo. La historia republicana tiene un extenso
capítulo de negociaciones de paz y desmovilizaciones
que no han llegado a feliz término. Recordemos la amnistía de 1953, del General
Rojas Pinilla que no consiguió que se desarmaran por completo las guerrillas
liberales del Llano, como tampoco lo hicieron las del Tolima, la zona cafetera,
Antioquia y el Magdalena Medio. El grupo
de los llamados comunes no se acogió a la amnistía y formó las autodefensas
campesinas. Durante el Frente Nacional, en 1958, Alberto Lleras Camargo invitó,
unilateralmente a otra amnistía, sin que produjera resultados satisfactorios. La
pacificación con que iniciaron los años sesenta mostró el esfuerzo militar en
una estrategia contrainsurgente en Marquetalia, Ríochiquito, El Pato y
Guayabero. Pero la respuesta fue la fundación de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia –FARC– en Meta y Caquetá, y la conformación del Ejército
de Liberación Nacional –ELN– en el Magdalena Medio. En 1982, con Belisario
Betancourt, la amnistía desmovilizó cerca de setencientos excombatientes. El
pueblo se dedicó a pintar palomitas de paz en calles y paredes como para disimular
otro nuevo fracaso que culminó con la toma del Palacio de Justicia en 1985.
Desde Virgilio Barco hasta comienzos del nuevo siglo los desmovilizados sumaron
cerca de cinco mil. Mencionemos el gobierno de Andrés Pastrana por los
incontables muertos y secuestrados que dejaron las FARC en tantos municipios
con petardos y cilindros de gas y que hizo que la alfombra roja de la
democracia se extendiera para el paso de Álvaro Uribe Vélez a ocho años de
gobierno y corrupción manifiesta.
Nadie puede negar esos hechos,
pero debemos, como dijo Santos, no
repetir los errores del pasado y disponer los ánimos para el camino que nos
queda por recorrer hacia la paz. El país que asiste hoy a estas negociaciones
es muy diferente al que presenció los fracasos del Caguán y Santa Fe de Ralito.
Sin
embargo, es prudente afirmar que sus ojos ya están cansados de ver la misma
película. Ahora el gran desafío
del gobierno es demostrar a todos los ciudadanos que el 'Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción
de una paz estable y duradera' no es una repetición
de una escena quimérica que nos ha trasnochado por años, pero que al amanecer
se nos vuelve violenta.
Tema
del día en http://efraguza.tripod.com/id25.html
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por su comentario