Reflexiones para un Buen Día
Reflexiones para un Buen Día
Tomado de Reflexiones para un Buen Día de Efraín Gutiérrez Zambrano, Alfamomega Grupo Editor, México, 2001
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Es mejor pagar el alto precio de la libertad que
ser prebendado por los tiranos que nos esclavizan. Lamentablemente, es más grande
el temor a ser libres que el miedo a ser esclavos. Henrik Ibsen en su Carta a George Brandès escribió en 1879:
“En la lucha por la libertad, asegurar que ya se tiene, es testimoniar que ya
se ha perdido. Luchar por la libertad es la esencia de la libertad.”
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Muchos de nosotros, para justificar nuestra antipatía,
decimos "déjeme. Yo soy así". Algunos más insensatos agregan:
"es imposible que yo cambie mi forma de ser". El hombre como la
naturaleza está en permanente cambio. En el ser humano esas modificaciones
del carácter son producto del esfuerzo constante por extirpar un defecto y
adquirir una nueva cualidad. Ninguno de nuestros semejantes puede hacer que
mudemos los modales. Somos nosotros quienes hacemos posible que la ira se
torne en paciencia, la tristeza en alegría y el apetito concupiscente en morigeración.
Kalil Gibran dice: "Vuestra alma es a menudo un campo de batalla en el
cual vuestra razón y vuestro juicio, libran la guerra contra vuestra razón y
vuestros apetitos: ojalá yo pudiera ser pacificador de vuestra alma: Pero,
¿cómo podría yo hacerlo a menos que vosotros mismos seáis también
pacificadores, o mejor, los amantes de vuestros elementos?"
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La gente suele quejarse porque no es oída. Y es que escuchar es una
cualidad que muy pocos tenemos. A ésta se agrega saber hablar a tiempo lo
interesante y benéfico. Con estas dos cualidades se asegura el éxito al
conversar. En nuestro egoísmo, pensamos que nuestra vida es el único mundo
digno de mencionar y nos olvidamos de los sentimientos y las apremiantes
necesidades de los demás. De esta manera
rompemos la comunicación. El verdadero diálogo consiste en escuchar atentamente
a quien nos hable de sus sueños, penalidades y alegrías; y en hablar nosotros
de felicidad, entusiasmo y esperanza que son las cosas que complementan una
conversación útil.
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Cuando el hombre no se inmuta ante el
dolor ajeno ha perdido su
capacidad para sentir como ser humano y es muy poco aquello que lo diferencia
de la bestia.
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Discutir y contradecir a los demás suele resultar de gran provecho para el momento
presente. Es una victoria de la astucia, pero no de la inteligencia. Curiosamente,
no hay discusión que no parta de una trivialidad y que no acabe lesionando los
más importantes derechos humanos. Quien evita la discusión puede ser
menospreciado por cobardía, sólo cuando su rival carece de razón y gallardía.
No existe una contrariedad suficientemente zafia como para responder con otra
igual o de peor clase. Además, quien contesta de esta manera, más que aumentar
su reputación, disminuye su merecida honra. Muchos de los que han ganado una
discusión, con agresividad y violencia, han recibido como trofeo los barrotes
de la cárcel, el lecho hospitalario o la fría losa del sepulcro.
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Uno de los más grandes obstáculos que halla el
hombre en su camino al éxito es su falta de fe. No cree en sus
cualidades y no admite sus defectos. (Y cuando es consciente de ellos no los
corrige en el menor tiempo posible.) Al carecer de fe pierde la confianza, y
con la confianza, la seguridad. Desprovisto de la seguridad en sí mismo
menosprecia el valor del entusiasmo. Sin entusiasmo no existe, para el ser
humano, la esperanza. Y sin ésta no hay razón para amar. Y sin amar... El
corazón del hombre se detiene, porque sin amar no vale la pena vivir.
Tema del día en http://efraguza.tripod.com/id25.html
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