Gratitud


Hay quienes lo creen y hasta lo afirman sin titubeos que de todos los sentimientos humanos el más efímero y tal vez el más difícil de practicar a diario es la gratitud.

Es que consideramos que los demás tienen la obligación de servirnos y nos sentimos tan importantes que hasta somos indiferentes con quienes se esfuerzan por darnos tiempo, afectos, cosas y conocimientos que llegan a nosotros porque son almas generosas.

Saber agradecer es un valor en el que pocas veces se piensa. Cervantes, recuerdo que en la inmortal obra dice: “de gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben y uno de los pecados que más ofenden a Dios es la ingratitud”. Tal vez fue de estas palabras que la tradición oral acuñó aquella que escuché de labios de mi abuela: “De gente bien nacida es ser agradecida”.

Aunque hay algunas personas que saben dar las gracias por aquellos servicios que reciben a diario como el desayuno, las clases, la ropa limpia, la oficina o la casa aseada… sin embargo, no siempre es así y a muchos pareciera que les doliera los labios para reconocer la generosidad ajena.

La gratitud implica algo más que pronunciar unas palabras de manera automática. Deberemos recordar a Tomás de Kempis, en su imitación de cristo: “se agradecido en lo poco y serás digno de recibir mayores cosas”. Además, resulta útil tener en cuenta que la gratitud emerge como actitud del corazón, en aprecio por lo que alguien ha hecho por nosotros.

Ahora bien, la gratitud no es “devolver el favor” y pensar que si alguien me sirve una taza de café yo debo servir a la misma persona otra taza y quedar iguales…
El agradecimiento no es pagar una deuda, es reconocer la generosidad ajena.
Aquella persona agradecida busca tener otro tipo de atenciones con las personas, no piensa en pagar por cada beneficio recibido, sino en poder devolver la muestra de afecto o cuidado que tuvo.

Una muestra sincera de agradecimiento proviene de un niño cuando con una sonrisa, un abrazo o un beso agradece a sus padres aquellos obsequios o actos de amor que le manifiestan ¿De qué otra manera podría agradecer y corresponder un niño? Y por su parte a los padres les basta con esas demostraciones de afecto.
En este sentido, estas muestras de afecto constituyen una manera visible de agradecimiento; la gratitud nace por la actitud que tuvo la persona, más que por el bien (o beneficio) recibido.

A lo largo de nuestra vida nos rodeamos de personas por quienes tenemos especial estima, preferencia o cariño por “todo” lo que nos han dado; padres, maestros, cónyuge, amigos, jefes…  el motivo de nuestro agradecimiento se debe al “desinterés” que tuvieron a pesar del cansancio y la rutina. Nos dieron su tiempo, o su cuidado.

No debemos olvidar que nuestro agradecimiento debe surgir del corazón y que al hacerlo crecemos como seres humanos.

No siempre contamos con la presencia de alguien conocido para salir de un apuro, resolver un percance o un pequeño accidente. Agradezcamos que alguien abra la puerta del auto, para colocar las cajas que llevamos, o nos ayude a reemplazar el neumático averiado.
El camino para vivir el valor del agradecimiento tiene algunas notas características que implican:

  • ·        Reconocer el esfuerzo de los demás cuando nos proporcionan ayuda.
  • ·        El hábito de dar las gracias.
  • ·        Tener pequeños detalles de atención con todas las personas: acomodar la silla, abrir la puerta, servir un café, colocar los cubiertos en la mesa, un saludo cordial al llegar y un verdadero deseo de bondad en la bendición.

Jean de la Bruyere escribió en Caracteres: “solo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud”.



Tomado de Reflexiones que cambiarán su vida de Efraín Gutiérrez Zambrano.

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