Busco un político.
La
humanidad ha levantado altares a la democracia y a la libertad en todas las latitudes.
Desde los tiempos antiguos hasta este Aniversario de la Independencia, que no
puede pasar inadvertido para los colombianos, porque doscientos años son dos
columnas hechas de luchas y anhelos entre abuelos, padres y nietos.
En
honor a los que ofrendaron sus vidas en el ara de la libertad es lo más saludable
reflexionar sobre lo que sembraron aquellos y lo que la nación ha cosechado.
En
aquellos días de la siembra Margarita Urrea dijo con resolución, al saber que el patriota Modesto de Hoyos (su esposo) se marchaba a la
campaña: "Yo me voy contigo, quiero
correr tu misma suerte y moriremos juntos por esta Patria, a cuya libertad
ofreceremos gustosos nuestro sacrificio, o volveremos juntos a recalentar
nuestro hogar con el fuego de la libertad, si Dios nos concede esta
dicha."
Hoy, cuando saboreamos el fruto de la cosecha, mi voz es trémula y no me
atrevo a levantar los ojos para mirar los ríos de sangre derramada para
brindarnos los encantos de la libertad.
A mi memoria vienen voces del mar de donde emergió la democracia. Al
analizar sus mensajes deduzco que lo común en los Siete Sabios de Grecia fue su
lección de areté. Palabra que para
los griegos fue sinónimo de excelencia humana y que los romanos designaron como
virtus. Esa conducta intachable, y
muchas veces heroica, que asumieron los Siete fue la razón por la cual sus
respectivas ciudades los encumbraron con el adjetivo Sabio, es decir, que la
primera sabiduría que la humanidad descubrió fue la política. Con razón, al llegar
los tiempos clásicos, para Aristóteles la areté o virtus era una "excelencia añadida a alguien como
perfección". En concordancia con su definición consideró a la política
como la ciencia más práctica.
El filósofo de Estagira había leído a Cleóbulo de Lindos, quien afirmó
que el mejor gobierno era aquel en el que
los ciudadanos temían más a su propia deshonra que a la ley.
También supo que los atenienses suplicaron a Solón que escribiera la
Constitución de la ciudad porque lo consideraban Sabio.
La leyenda dice que con responsabilidad cumplió el encargo y luego se fue
a perfeccionar sus estudios en el extranjero. Cuando regresó observó que las
leyes que había dictado no se cumplían y murió de tristeza.
Pítaco de Mitilene gobernó la ciudad durante 10 años haciéndola grande y
próspera. Combatió los privilegios y avaricia de la nobleza mientras se halló
en el poder. Sin que se lo exigiera el pueblo al que siempre apoyó, abdicó.
Quilón de Esparta supo controlar a los más altos dignatarios del Estado
espartano y mediante la educación hizo virtuosos y valerosos a los jóvenes que
los persas respetaban y temían.
Periandro de Corinto se hizo famoso por combatir lo que hoy llamaríamos
el desempleo e hizo de su patria la ciudad más rica y progresista.
Tales de Mileto, con su estrategia de las aceitunas, demostró que no hay
mayor riqueza que el trabajo.
Bías de Priene no llevaba, el día que se retiró de la ciudad, más que
ideas y recuerdos. Joyas, tierras y demás objetos de valor no le preocupaban. Murió
defendiendo a un amigo en un juicio y así dejó, para la posteridad, un ejemplo
de lealtad.
Hoy, cuando analizo y comparo, el
pasado me enorgullece; el presente me causa vergüenza y llanto. No me queda otra
opción que tomar el farol de Diógenes, el cínico, y salir por ciudades y
campos a buscar un político.
Las buenas acciones enaltecen el alma, las malas la degradan.
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