La gracia de Dios
Contrario a lo que se piensa, pocas personas buscan y aceptan la gracia de Dios. Si la acogieran en sus corazones, se darían cuenta de que la misericordia de Dios se hace palpable en la vida cotidiana. La gracia de Dios es el atributo de un Dios indulgente, que perdona todo con los ojos cerrados porque ama al ser humano. La gracia de Dios es la solución a todo caso perdido, a la impotencia humana frente a fenómenos que lo doblegan y humillan. Pero no basta con hablar de Dios y encomendarnos a su gracia divina. Ganar el paraíso o ver palpable el milagro exige un esfuerzo máximo en oración, ayuno
y caridad. No tema ni desconfíe de la Misericordia de Dios que se manifiesta en su Gracia, es decir, en dar. Si hay fe y perseverancia, aunque los méritos personales sean insuficientes, la gracia de Dios llegará como el sol después de una noche cerrada y tormentosa.
Sin embargo,
la gracia de Dios no se debe confundir con algunas falsificaciones que han
hecho seres humanos que hablan de Dios sin tener de Él vivencias que les
demuestren a ellos y a sus oyentes que Dios está en el corazón de quien cumple
sus preceptos. Incluso no faltan los que lo consideran indiferente frente al
bien como al mal y al estado de perdición en que se hallan todos los seres humanos
por naturaleza. Olvidan que Dios es misericordioso, bueno, poderoso y siempre dispuesto
a socorrer a quien lo invoca con fe. Dios es amor y desea la salvación eterna de
quienes aceptan su palabra, pero Dios no puede soportar el mal sin castigarlo, Dios
no tiene por inocente al culpable (Números 14:18).
En su
misericordia, que es mayor que su enojo, Dios quiso salvar al pecador, y dar a
sus pecados el castigo que éstos merecen. Por eso envió a su Hijo Amado, aunque
era inocente, vino a la tierra para cargar con nuestros pecados; sufrió el
castigo de parte de Dios. Con su muerte y resurrección la Gracia de Dios se manifestó
para la salvación de todos los seres humanos. Tito 2: 1 1 Desde ese momento
Dios pudo dar su Gracia a todos, el Espíritu de la Verdad, sin excepción; la
única condición es que el ser humano sienta la sed de su Gracia y acepte al
único Salvador que está a la derecha del Padre para abogar por nosotros y que
nos concede los atributos de su Gracia a través de los sacramentos, pero principalmente,
cuando comemos su cuerpo y bebemos su sangre. Como bien dice el apóstol: La gracia y la verdad vinieron por medio de
Jesucristo. Juan 1:17
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