Historia de un milagro.
En Florencia ocurre el milagro. Es un día de julio de 1501. Se convoca a un concurso para salvar a Hércules. Así llamaban al bloque de mármol. Se presentan entre otros escultores Andrea Sansovino y Miguel Ángel Buonarroti. En agosto se firma el contrato con el ganador para la realización de un Gigante o un Hombre de mármol. Así reza el contrato que los gremios de los canteros de la catedral de Florencia y los comerciantes de lana le hacen firmar al ganador y le dan dos años para realizar la monumental obra. El ganador tiene 26 años. Su prestigio es grande después de dejar en Roma La Piedad.
Ahora tiene al frente a una mole de mármol de la cual ha dicho Leonardo da
Vinci que no sirve para nada. Agostino di Duccio años atrás la trabajó y la estropeó.
Antonio Rossellino intentó arreglar el daño causado, pero su esfuerzo fue inútil.
Es una piedra gigante que tiene 5,25 metros de altura. Miguel Ángel la mira y
le sonríe. Recuerda la escena de David y Goliat. El público de Florencia está a
la expectativa. Algunos miran al joven escultor y ríen. Es un enano que
enfrenta a un gigante. Es un hombre, como tú o como yo, ante un problema y no
tiene más que confianza en sí mismo, sus manos laboriosas y ganas de vencer.
Cuando llega el otoño los bocetos están terminados. Se inicia el labrado
del pecho. Cada día David emerge de la piedra para el asombro de todos. Pero no
es el David vencedor de los demás escultores con la cabeza de Goliat a sus
pies. Es un pastor con una piedra en la mano derecha y su honda en la mano
izquierda. Es un hombre humilde que mira la arrogancia del gigante y sonríe con
esperanza de vencer en tan desigual batalla. El David de Miguel Ángel es el
testimonio de que una vida estropeada puede labrarse con creatividad,
paciencia, perseverancia y mucho trabajo.
Tomado de Reflexiones que cambiarán su vida de Efraín Gutiérrez Zambrano
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