Suicidio en PDF

 

Tuve que borrar el primer capítulo que algunas personas alcanzaron a leer. Les presento disculpas, pero Facebook no me permite publicar contenido que se relacione con esta novela. Sin embargo, ya se halla disponible para la compra en Amazon.com
Examinen y juzguen ustedes.

Suicidio en PDF es una novela escrita en primera persona. Su protagonista relata los planes y razones que lo llevan a pensar en salir del camino de la existencia. No hay en él un espíritu protervo sino bondadoso. Tiene un supuesto amigo imaginario quien es el destinatario de un archivo en PDF que contiene los detalles. El lector, para entender el plan eficiente del personaje apesadumbrado tiene que leer los soliloquios que dan a conocer lo que interiormente ocurre en él y los detalles exteriores que fueron la causa de la fatal determinación. Como en un carrilera, interioridad y mundo externo, llevan el peso de cada uno de los capítulos desde el momento de la fatal determinación hasta los preparativos para enviar por correo electrónico las causas de esta salida abrupta del mundo de los vivos.

A pesar de que veten este libro, les presento el primer capítulo de la novela Suicidio en PDF. Me dejan en el comentario sus impresiones si quieren seguir leyendo...



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Si estás leyendo esto es porque ellos lograron su objetivo y yo estoy descendiendo al abismo eterno. La logofilia que padezco impidió que te enviara antes este texto introspectivo. Son las últimas palabras que escribí para impedir que mi muerte quede en la impunidad o lo que es peor, en el olvido. Debo reconocer que la lectura de muchos autores me permitió la pericia para escribir esta confesión y los motivos que me impulsaron a abrazar la muerte para poner fin a la iniquidad que repudia mi alma. De ésta intentaré darte detalles, no para que me justifiques o me tengas lástima. Si me justificas, eres un fariseo; si me tienes lástima, un arrogante. Pero no entremos en debates innecesarios y sigamos el curso de los acontecimientos como quien desde el aire sigue el lecho del río moribundo.
El cuerpo se desploma como el ruinoso edificio, pero las ideas son como el terreno sobre el que caen los escombros. Con el tiempo la basura se la llevarán el agua y el viento, pero al despejarse podrán ver sobre ese campo el verdor de la hierba imperecedera que desafía la pretensión del olvido. Pero el olvido no toca a las personas que amamos. Aún en mi mente resuenan las palabras de la abuela:
—¡No abra la boca cuando le estén hablando! —me aconsejaba con amor—. Para una respuesta inteligente tómese el tiempo que sea necesario y no se precipite para que después el arrepentimiento no lo deje dormir
Pero discúlpame si los recuerdos saltan como conejos al amanecer. Procuraré no entrar en minuciosidades porque el instinto suicida es como una pantera negra que a saltos busca satisfacer el hambre. Hallar mi cuerpo no los delatará tanto como estas páginas que dejo como la expresión de mi última voluntad. Además, comparto con algunos sensatos, que las palabras de un moribundo son evidentes.
No temas si alguien te incrimina al hallarte en posesión de este documento. Correos electrónicos se reciben todos los días, pero palabras sinceras muy pocas. A veces, los medios que utilizamos para comunicarnos no son los más eficaces. Sin embargo, nos consideramos eficientes sin haber logrado el cumplimiento de nuestros objetivos con el mínimo de recursos. En mi caso, si llegaste a esta línea, me debo sentir orgulloso, aunque mi corazón no palpite sacudido por la emoción que experimenta quien aún respira. Otra vez la abuela golpea mi cabeza:
—¡Se fuerte y no siga los malos ejemplos de sus compañeros! —me repetía al salir hacia el colegio —. Y al regresar no se meta a jugar maquinitas. ¿Entendió?
No sé cómo concentrarme si las voces del pasado se cuelan como fantasmas burlones, pero no les hagas caso.
Debes publicar en las redes sociales y en tu blog cada uno de los fragmentos que forman este cuerpo de neutrinos para que esos monstruos sean conocidos y sus acciones malintencionadas no causen mayores males. Te he escogido porque eres, más que un amigo, una persona intrépida, comprensiva, pero en especial ecuánime. Si consideras que alguna página hincha la vanidad de la cual hice gala, puedes borrarla, pues, no queda bien la polémica mezquina donde se pretende la objetividad. Como te conozco, insisto, sé que no pierdo el tiempo al proponerte que leas el testamento de un enfermo terminal. Muchos de quienes padecen esta enfermedad no desean hablar porque muy pocos se toman el trabajo de leer o escuchar y analizar sin prejuicios. Es por eso por lo que uno termina hablando consigo mismo, echando más podredumbre hacia dentro, pero ¿a quién puede interesar la desgracia ajena para remediarla? Si llegas a encontrar alguna frase que contribuya a la erradicación de este mal subráyala para que si alguien toma este libro con fines terapéuticos pueda sistematizar con la facilidad del investigador experimentado. Dirás, después de una decena de capítulos, que eso de la vanidad no me fue fácil ocultarla en estas páginas. Entonces, si conoces algún editor acucioso e innovador envíale una muestra del libro. Denunciar el delito ante la opinión es mejor que depositar este escrito en manos de un juez que lo declare libelo y lo mande numerar y archivar. Creo que en esta aseveración estamos de acuerdo porque sabes muy bien que la justicia es ciega con los menesterosos y complaciente con los poderosos. Con el pobre el proceso se hace lento; pero con el rico, acelerado.

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