19 de
septiembre de 2025
Señor y
Padre:
Hoy es un día
maravilloso porque veo el sol brillar y el aire que llega a mis pulmones es
limpio. Me das la oportunidad, y te la agradezco, de reconocer y aceptar la
condición humana, sus limitaciones, dificultades y miserias. A
veces me pregunto: ¿Cómo me puede entender Dios? ¿A caso Él ha pasado por las
dificultades que estoy pasando?
Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de
nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera
que nosotros, aunque sin pecado.
Tú no eres un Dios lejano e
inalcanzable, sino un Dios que compartes con sus hijos. Jesucristo, Aquel en
quien “Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal” (Colosenses
2:9) ha pasado por todos estos problemas y desde que nació tuvo que padecer
muchas humillaciones, injusticias y al final de sus días los dolores se
multiplicaron al ser condenado a morir en la Cruz.
“Porque
hay un solo Dios y mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo
hombre”. (1 Timoteo 2:5) Voluntariamente renunció a su
condición de Hijo de Dios para hacerse humano como tú o como yo y sufrió
tentaciones, traiciones, abandono, el dolor del alma lo hizo llorar, el hambre
y la sed lo agobiaron y el interés de muchos se impuso sobre la verdadera
amistad.
Así
que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia
y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos”. (Hebreos 4:15-16).
Señor, danos fortaleza y sabiduría para hacer tu Santa Voluntad. Te
lo pedimos en el nombre de tu Hijo, Jesús. Amén.
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