Lo que pasó esta semana

Esta semana que termina fue una lluvia de sorpresas. El primer día, el domingo, Mathew trajo tanta agua y frío que la Colombia abstencionista ni siquiera despertó y con un empate técnico los pocos amigos de la democracia recibieron el crepúsculo. Aquellos que prepararon la celebración se tuvieron que ir a sollozar a la cama y los que esperaban mirar desde el balcón comenzaron a salir levantando las manos en señal de triunfo. Dos monosílabos dieron comienzo al bombardeo de palabras y de imágenes en que se resumía el plebiscito. Más de una víctima recordó sus días trágicos y con ojos perdidos se interrogaba sobre el incierto rumbo que había tomado la paz. El lunes se habló de la volatilidad del dólar y de las posibles soluciones a lo que ya se había pactado como un final feliz. El martes, unos llamaban a la reconciliación y otros a la necesidad de prepararse para seguir en las montañas con los enfrentamientos armados. Al atardecer la sensatez había captado más seguidores que la locura. La Casa de Nariño se hizo un hervidero de noticias y con toda la frescura de los días de octubre hubo encuentros obligados y necesarios entre los líderes de la nación. En La Habana las expectativas se confundían con las esperanzas mientras en todo el país los jóvenes salían a dar calor a las noches con velas y banderas blancas. El peso de la conciencia se impuso y en un diario económico se ventilaron estrategias fraudulentas de la pírrica victoria. El viernes, antes del amanecer, mariposas amarillas anunciaban un nuevo Nobel para Colombia. La comunidad internacional con un gesto generoso premiaba los esfuerzos de un pueblo que no pierde la brújula que lo conduce hacia la paz.

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