¡Qué sorpresa!
Este resultado fue
sorpresa para amigos y enemigos, para pacifistas y violentos, para creyentes y
ateos, para los que se afianzan en el pasado como para los que miran con
optimismo el futuro, y sólo nos queda como conclusión que somos un pueblo que
aún no sabe qué tipo de vida merece. Y la decisión del plebiscito del siglo XXI
deja el corazón de Colombia, como siempre, partido en dos. Los líderes no
tienen legitimidad y el destino de la nación colombiana quedó en la cuerda
floja.
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