Puntos curiosos entre dos plebiscitos.
En
una de las páginas de la novela Entre
leyes y amores consigné que la vida es cíclica. Hoy, en vísperas del
plebiscito del gobierno de Juan Manuel Santos, veo tantas coincidencias que
confirman mi hipótesis. Y nombro al presidente porque, según la Carta Magna
vigente, es la autoridad competente para convocarlo.
Como
no me detendré en todas ellas, comencemos por las causas. Entre las del plebiscito
de 1957 estaba la violencia generalizada que asolaba el país y que ya había
cobrado la vida a más de veinte mil ciudadanos. El 95% lo aprobó. También se
ratificaron los derechos políticos de las mujeres. Se inició el famoso Frente
Nacional. En medio de este clima de tensiones y anhelo de paz se hacía
necesario decretar amnistía e indulto para los responsables de las masacres y
en consecuencia Alberto Lleras Camargo dictó el decreto ley Nº 328 del 28 de
noviembre de 1958, mediante el cual se buscó facilitar la solución a la lucha
armada.
Las
semiamnistías se concedieron en los siguientes términos: a las personas que
hubieren cometido delitos en los departamentos aludidos con anterioridad al 15
de octubre de 1958, quienes debían solicitar al gobierno la suspensión del
ejercicio de la acción penal y se obligaban a reincorporarse a la vida civil
ordinaria, someterse a la Constitución y a las leyes de la República, observar
buena conducta bajo la vigilancia de las autoridades y abstenerse de todo acto
que pueda perturbar el orden público o la tranquilidad social”. (Ver Eduardo
Umaña Luna, 1964, La Violencia en Colombia Tomo I.)
Ahora
los muertos son más de 250.000, los secuestros sobrepasaron los 30.000 y los daños causados por los actores del conflicto
son cifras que escandalizan. Los gastos de la guerra exigen un porcentaje del PIB
mayor que el de la salud.
Pero
como sé que el número de los escépticos desafía el sentido común conviene, para
los que necesitan argumentos vivos, que escuchen a las personas que han sufrido
la guerra. Sus retratos están hechos con lágrimas, dolor, y sangre. Se necesita
un corazón de piedra para no solidarizarse con las víctimas. Observar y
escuchar de manera atenta y objetiva ayuda más que incrementar la polarización
entre partidarios del sí y del no.
Tampoco
les parece curioso que, como en aquella época, un expresidente, Laureano Gómez,
fue la figura controvertida por sus actuaciones a contracorriente de los anhelos
populares hasta que los hechos le demostraron que era mejor que no le pusiera
más palos a la rueda de la reconciliación y firmara el pacto de Sitges. Por lo
menos este expresidente jamás se vanaglorió de ser terco. Y como consecuencia
lógica del acuerdo se dictó el decreto legislativo 0247 mediante el cual se
convocó al plebiscito “el primer domingo del mes de diciembre de 1957” para sellar
la unidad de la nación y proclamarla católica, apostólica y romana. También se restableció
la vigencia de la Constitución de 1886 y sus reformas hasta 1947. Los liberales,
a quienes muchos tildaron de ateos, reafirmaron la fe y los conservadores
aceptaron olvidarse de las reformas constitucionales de las dictaduras entre
1948 y 1958.
En
esta ocasión Francisco, el sucesor de Pedro, le ha dado su respaldo a Santos.
El exprocurador Ordóñez, le impartió su bendición a Uribe. El pueblo está polarizado
y las nubes de la incertidumbre opacan el anhelo de paz de los pueblos donde el
monstruo de la guerra abrió tantas heridas.
También,
recuerdo una obra de titulo Mesías,
nombre que viene como anillo al dedo, publicada en 1955, de Gore Vidal,
escritor estadounidense, que me auxilia al prestarme estas palabras que
iluminan una solución al problema de la polarización entre el Sí y el No:
"De haber algún desacuerdo acerca de lo que es mejor, use la vida
como definición, la vida como medida. Lo bueno es lo que favorece la vida."
Efraín Gutiérrez Zambrano
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