El hambre genera violencia.




Hay niños en el mundo que crecen con hambre física y afectiva. Esta carencia les llena de resentimientos y deja en el  alma infantil el sabor amargo del miedo a la muerte provocada. Su ser amenazado no comprende esa carencia y sus ojos expresan la desolación de una lluvia de miradas que lo maldice. Pronto se da cuenta de su impotencia para descubrir una persona, un animal o una cosa que le brinde seguridad, amor, alegría y sobre todo, pan y agua.
En esta etapa el ser humano experimenta los dolores y soledades que genera la falta de amor como una distorsión de las expectativas vitales que califica no como carencias del momento sino como amenazas contundentes contra su vida. Amenazas que le propinan los adultos que se hallan a su alrededor viéndole morir sin importarle sus gritos lastimeros o su cuerpo desnutrido.
El hambre, en cualquier etapa de la vida, somete al hombre a que se arrastre y humille ante otro para que le tienda la mano y le dé un mendrugo que satisfaga una necesidad inevitable. Pero en el niño, su egocentrismo natural lo conduce a personas de quienes espera sustento, techo y afecto. Él no sabe de derechos, pero sí de necesidades. Eso de las normas son cosas de adultos, pero el hambre es un asunto de vida o muerte que todos sentimos.
En este juego de carencias y satisfacciones el niño no entiende el egoísmo de quienes prefieren derrochar que brindar alimentos a quienes, por su estado de indefensión, se quedan lelos, tras el vidrio del ventanal, mirando a la mesa llena de manjares. Como habitantes de la calle o de la chabola no logran entender por qué este mundo es tan ancho y tan ajeno como dijera Ciro Alegría. 
Esta simbiosis entre presencia de personas adultas y necesidades vitales crea en el infante una serie de distorsiones que con el tiempo endurecen su corazón y arrebatan lo mejor de su humanidad. Cuando llega a la adolescencia demostrará su falta de ternura porque nadie se la dio. Se nos olvida que los seres humanos aprendemos con mayor facilidad si encontramos modelos a seguir. Es difícil que los párvulos entiendan que deben amar a sus semejantes cuando en ellos sólo ven su vanidad y arrogancia que los torna indolentes. Esas personas que debieron ser garantías de vida y satisfacción aparecen en sus mentes como enemigos crueles de quienes deben vengarse y cambian su imaginación ingenua por la maquinación del delito juvenil. Desprovistos del gozo de la vida encuentran el sabor dulce de la venganza. Para los niños que sufren hambre no existe un proceso liberador de desapegos sino un volcán encendido de ansiedades incomprendidas. De esta manera aprenden de la sociedad que los engendró el desprecio hacia las personas  e ingenian la mejor forma de amenazarlos. A nosotros como adultos se nos olvida que los niños crecen, y que darán lo mismo que les hayamos dado.
Es nuestra obligación ayudarles a desarrollar ideas y valores que permitan a los niños ir sonrientes y seguros por las avenidas de la vida. Debemos propiciar espacios para que aprendan a relacionarse con empatía  e integrarse a la sociedad sin resentimientos contra ella.
Quien crece con la amenaza del hambre en cada amanecer, aunque escuche mil discursos sobre el comportamiento ideal, llevará en su alma las huellas de la indiferencia, la insatisfacción y el miedo que le impedirán comprender las normas para las buenas relaciones con sus semejantes.
A diferencia de lo que le acontecía en sus primeros años, cuando era indefenso, de adulto experimentará las ansiedades como volcán que despierta y todo lo quiere destruir. No habrá psicólogo ni psiquiatra que logre contener su furia porque la fuente de su violencia la lleva arraigada a la consciencia, no educada para lo grande y noble sino para la envidia y la crueldad. El desasosiego de esos años infantiles hervirá como lava y caerá con indolencia sobre la sociedad que le negó su derecho a ser humano y feliz.        
   

Deseo reiterarle la invitación el 6 de junio a las 6 de la tarde en el Auditorio Municipal, contiguo a la Biblioteca San Juan Bosco, en Mosquera-Cundinarca para la presentación del libro Secretos de los triunfadores.  

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