LAS ÁGUILAS



El hombre —dice Cándido— tiene dos nacimientos. En el primero, los padres hacen posible el milagro de una nueva vida. El ser humano es incapaz de cortar el cordón umbilical y un adulto lo hace por él. Pierde, en­tonces, la seguridad que le brindaba el vientre mater­no, y expectante ante el mundo, agradece todo el amor que le deparen. El hombre, por su condición de ser bio-espiritual, no puede crecer en armonía desprovisto de amor. Es este sentimiento el que le dará la seguridad en todas las etapas de su vida. Fácilmente, el hijo de Adán sobrevive sin agua y sin alimentos si le prodigan el amor suficiente que lo anime en la inanición.

El segundo nacimiento suele acontecer a finales de la adolescencia. Ahora son los padres los que muchas veces hacen imposible el descubrimiento de la libertad. El ser humano desea ser independiente para formar su propio mundo, pero los padres, guiados por un amor egoísta (no siempre, claro está), pretenden que sus hi­jos no tomen los caminos que los llevarán a ser autén­ticos y humanos. Los mayores temen que los hijos se extravíen y los menores desconfían de la protección de los padres. Aquellos jóvenes que encuentran unos pa­dres llenos de amor y comprensión, pronto llegan a la madurez. Otros, los más protegidos, se vuelven insegu­ros y permanecen hasta los veinticinco años y más sin atreverse a abandonar la casa paterna porque temen no hallar amor en ninguna parte. En este segundo na­cimiento es el mismo ser humano, con sus fuerzas y anhelos, el indicado para cortar el cordón que lo ata a la familia que lo vio crecer.


Me gustaría mucho que aprendiéramos de la natu­raleza, pero el hombre de la selva de cemento y asfalto la acorrala para destruirla sin darse cuenta que de ella depende su vida. El error, para continuar con el tema que nos ocupa, no está en permitir que los pichones vuelen, sino en cortar sus alas para impedir que se va­yan y abandonen el nido. Es ley inexorable de la natu­raleza que los pichones abandonen el nido y vayan a buscar sus destinos. Las águilas para vencer el temor de sus crías a volar, comienzan a llevar las ramas del nido a otros árboles hasta que los aguiluchos com­prenden que ha llegado la hora de remontar las altu­ras. ¿Y hasta cuándo me va a tener hablando? Sírvase un par de tazas de café, concluye.

Les invito a adquirir Alquimia del amor a través de Amazon o  en su librería más cercana. Gracias a todos los lectores de mis obras... Dios sabrá recompensarles.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Oración del día

Oración del día

Oración del día