Las divisiones escandalizan a los pequeños y marginados.


Por Efraín Gutiérrez Zambrano


Somos parte del Cuerpo Místico de Cristo, según las palabras del Apóstol de los Gentiles: 1Co 12:27.  Ahora bien,  ustedes son el cuerpo de Cristo,  y cada uno es miembro de ese cuerpo. Y si hacemos la asociación y representación correctas esa institución es la Iglesia fundada a su paso por la tierra como Cordero de Dios. Somos parte integrante de ella. A su cuerpo pertenecemos desde el bautismo. Tal vez nos vemos como un pequeño guijarro, pero con gran humildad debemos cumplir nuestra función de enseñar el amor del Padre que se manifestó en su Hijo, Jesucristo.
Tengan todos un mismo lenguaje, y no haya cismas entre ustedes, prosigue el apóstol: 1Co 1:10. Parece, según la historia de la Iglesia, que muchos de sus pastores hicieron caso omiso de este versículo. Olvidan también que las diferentes partes de la Iglesia enferman cuando otras ocasionan el escándalo, no solamente con su falta sino que a ella agregan la soberbia propia del pecado que no se quiere admitir.
Ya en el siglo IV San Juan Crisóstomo escribía: “Si todas las Iglesias fueran por ellas mismas un cuerpo completo, habría asambleas y numerosas reuniones; sin embargo la Iglesia forma un solo cuerpo por lo que el cisma destruye su unidad…Después de haber denunciado este mal utilizando la amarga palabra «cisma», el apóstol Pablo suaviza agregando: «estén todos unidos en el mismo espíritu y en el mismo sentimiento.» No se trata solamente de ponerse de acuerdo con palabras sino de una unión de pensamiento y de sentimientos. Y como puede ocurrir que estemos unidos en un punto pero divididos en otros, Pablo insiste: «Estén unidos de una manera perfecta»…, perfectos en la caridad.   
Podemos estar unidos de pensamiento y divididos en la acción, tener una misma fe y no estar más unidos por una misma caridad. Es lo que ocurría en Corinto, en dónde unos se apegaban a tal maestro, y los demás a otro. Pablo no les reprochaba alguna diferencia en la fe, sino su manera de actuar, las rivalidades humanas…« ¿Que me han informado? ¡Que existen discordias entre ustedes!... ¿Está dividido Cristo? 1 Cor 1:13”. (San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia. Tercera homilía sobre la Primera carta a los Corintios).


Estos días son propicios para meditar sobre la imagen del cuerpo, el vínculo Iglesia-Cristo, que debiera ser indisoluble mediante la vida de gracia que el Espíritu de Jesús comunica a quienes lo aceptamos. Lamentablemente nuestras infidelidades muchas veces nos alejan de la unidad que reclama San Pablo en la primera Carta a los Corintios al considerar a la Iglesia el cuerpo y a Jesucristo su cabeza. Como dice Francisco en su homilía: “La Iglesia no es una asociación benéfica, cultural o política, sino que es un cuerpo vivo, que camina y actúa en la historia. Y este cuerpo tiene una cabeza, Jesús, que lo guía, lo alimenta y lo sostiene.” (1)
Sentirnos parte de Jesucristo, es decir, miembros de su cuerpo exige que trabajemos con un solo corazón y único propósito. Debemos alimentarnos de su palabra y de su pan si queremos tener vida en nosotros.
Y en el caso de quienes tenemos la tarea de evangelizar a través del aula tenemos la obligación de orar, conversar con quien es la cabeza y a quien debemos escuchar. Jesús es el maestro, el camino hacia el Padre, la guía y el modelo a seguir. Él nos dice, con su testimonio de vida, que no hay mejor manera de enseñar que el buen ejemplo. En consecuencia debemos imitarle en nuestro diario quehacer para que aquellos a quienes consideramos destinatarios del mensaje cristiano aprendan más por la espiritualidad del educador que por su bagaje intelectual.
“Ser parte de la Iglesia - continúa Francisco - quiere decir estar unidos a Cristo y recibir de Él la vida divina que nos hace vivir como cristianos, significa permanecer unidos al Papa y a los Obispos que son instrumentos de unidad y de comunión, y también significa aprender a superar personalismos y divisiones, entenderse mejor, armonizar la variedad y las riquezas de cada uno; en una palabra: a querer más a Dios y a las personas que están junto a nosotros, en la familia, en la parroquia, en las asociaciones. ¡Cuerpo y extremidades para vivir deben estar unidos! La unidad es superior a los conflictos, siempre.”
Ser miembros vivos de la Iglesia es actuar como verdadero equipo  que busca llegar a la corona reservada a quienes luchan. Que nuestra familia tenga esa unidad que da el Amor de Dios y que el Espíritu Santo sea quien hable a través de nosotros para que nuestros hijos e hijas conozcan a Jesucristo y se unan a Él para formar parte del reino que Jesús preside con la humildad del Pastor que da su vida por las ovejas. (Juan 10, 11-16)

Bibliografía:
(1)
https://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-catequesis-del-papa-sobre-la-iglesia-como-cuerpo-de-cristo-14705

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