"CARTA DE UNA MADRE"

 



Amado hijo(a):

Quiero que hagas una pausa y me prestes atención.

Estuve pensando en ti y tomé la decisión de expresarlo a ti y al mundo. No lo aceptes si consideras que es otra de mis locuras de anciana. Si no tienes tiempo para mí, mejor es que sigas tu camino porque te diré lo que pienso en cinco minutos. Te comprendo. El mundo vive agitado y no debes perder tiempo hablando con gente mayor, gente al borde de la muerte.

El día de mi muerte, cuando recibas la noticia, alégrate. Estaré entrando a los jardines celestiales a recoger flores para llevar al altar del Padre Eterno y pedir para ti y tu familia especial protección. No te vayas a sentir solo ni vacío. Además, tú lo sabes, todos nos despojaremos de este cuerpo que nos ata más al dolor que al placer, algunos antes que otros, pero en este mundo estamos de paseo. No insistas en vestir traje negro y mostrar un rostro mustio. No corras en tu auto para llegar a tiempo al sepelio, con una corona de rosas. No me llores porque, aunque me veas quieta en esa caja, sobre ti caerán lágrimas, pues, siempre quise que fueras feliz y el día de mi muerte no será la excepción. Aún estoy viva y, a mis años, un ramo de rosas rojas me hará sentir de quince. Si de camino hallas una cigarrería entra y tráeme una chocolatina. Es cierto, el médico me lo prohíbe, pero saber que tuviste un detalle conmigo me devolverá la salud.

En mi velorio ofrece café a quienes te acompañen ese día de la separación de mi presencia física. El aroma del café siempre me gustó y de seguro mi olfato lo disfrutará. Pero hoy que estoy viva y escribo estas líneas por qué no dejas lo que estás haciendo y vienes a visitarme y nos sentamos a la mesa a tomar tinto. Será para mí un cafecito inolvidable, porque estarás a mi lado hablándome de tus proyectos como cuando niño me contabas de tus sueños. Si aceptas venir a casa tendré listas las almojábanas que tanto te gustan.

Te prometo que si regresas antes de que pierda la lucidez te llevaré al mejor restaurante del barrio y pediré la bandeja paisa con todos los sabores que deben acompañar a los fríjoles. Si en este momento estás en dificultades, no te preocupes, de mis ahorros pagaré esta dicha de sentarme al lado tuyo donde la gente pase y me vean llena de gozo.

Imagino, que un domingo cualquiera traerás a tu pareja y a tus hijos. Diles a ella y a mis nietos que no soy tan buena cocinera, pero en la sazón pongo todo el amor de madre. Después, si lo desean, iremos al parque del barrio y les compraré helados.

Tú sabes que me encanta viajar. Ahora que estoy viva desearía volver a contemplar un atardecer en el Amazonas o en el desierto de la Guajira. Durante el viaje podremos hablar. Les contaré a los nietos que tú eras alegre, soñador, estudioso y que deseabas crecer y ser grande para trabajar. Lástima que ahora tus ocupaciones te esclavicen y no tengas tiempo ni para hacerme una llamada. A mis años escuchar tu voz, así sea por teléfono, rejuvenece mi corazón y me da motivos para levantarme cada día a preparar el desayuno, aunque no estés. Como cuando te preparaba chocolate, huevos y arepas. Comías apresurado y nos íbamos platicando hasta llegar a la puerta del colegio. ¿Lo recuerdas? Entonces no me dolían los pies al caminar.

Dime, ¿qué te parece mi petición? Ahora que estoy viva regálame el sonido de tu voz. Para mí es la más bella canción de la vida.

Perdóname si mis palabras te ofuscan, pero te extraño y tenía que desahogarme hablando con el papel. No quiero que el día de mi muerte grites al cielo y preguntes a Dios los motivos de mi partida porque ya los conoces. No vayas a cometer la blasfemia de culpar a Dios, primero por mi agonía y luego por mi partida. Hay momentos ineluctables y como tal no podemos evadirlos. Agradece al despertar tu existencia y no repares, ni en tu padre ni en mí, los errores cometidos. Tenemos una naturaleza proclive al error, pero fuimos llamados a la perfección.

Pienso que te estoy haciendo perder mucho tiempo. ¡Perdóname! Sólo quise en esta carta demostrarte que pienso en ti y estoy preparada para irme y aunque, tenga muchas otras cosas que decirte no lo puedo hacer por este medio. Hay alegrías, como la de un beso, un abrazo, una palabra de consuelo, que no se pueden postergar ni enviar por WhatsApp. Cuando Dios me llame no te sientas triste y arrepentido de no haberme llamado o haberme traído un detalle. El tiempo que pasaste conmigo Dios lo convertirá en bendiciones cuando me dejes en la tumba. Ese día no me lleves mariachis. Los mariachis me encantan, pero ahora que estoy viva te los agradecería y sería una demostración de cariño inolvidable.

Te amo, hasta más allá de la muerte.

Efraín Gutiérrez Zambrano

Si te gustó espero me apoyes comprando y leyendo el libro Alquimia del Amor que con gusto escribí para ti. Amazon lo distribuye en todos los países. Te invito a mi pagina https://www.facebook.com/efraguzam

Comentarios

Entradas populares de este blog

Oración del día

Oración del día

Oración del día