Dos casos, dos realidades
Epa
Colombia (Daneidy Barrera Rojas) fue condenada por vandalizar una estación de
TransMilenio durante las protestas de 2019. A pesar de haber ofrecido disculpas
públicas, pagar más de 57 millones de pesos en reparación, y ser madre cabeza
de familia, la Corte Suprema le negó beneficios como prisión domiciliaria o
reducción de pena. Su condena de más de cinco años sigue firme, y permanece
recluida en la cárcel El Buen Pastor.
Álvaro
Uribe Vélez, expresidente de Colombia, fue condenado en primera instancia a 12
años de prisión domiciliaria por soborno y fraude procesal. Sin embargo, el
Tribunal Superior de Bogotá ordenó su libertad inmediata mientras se revisa la
apelación, argumentando que no representa un peligro para la sociedad y que su
detención no estaba suficientemente justificada. Esto, a pesar de que el caso
involucra manipulación de testigos y presiones sobre el sistema judicial.
Incluso
el presidente Gustavo Petro expresó su desconcierto: “Yo no entiendo cómo Uribe
está libre y Epa Colombia, presa. ¿Eso es justicia o es la venganza del
macho?”.
Reflexión:
¿Justicia o privilegio?
Las leyes, concebidas como el pacto sagrado entre
ciudadanos, han sido ultrajadas por quienes deberían protegerlas. No hay mayor
traición que la de quien, con investidura o decreto, convierte la justicia en
privilegio. Las leyes son las que más han soportado la depravación y la
ambición de los poderosos que las evaden o las interpretan para favorecerse y
traicionar su esencia.
Cuando ese
conjunto de leyes que estructuran la justicia se convierte en un instrumento
que castiga con severidad al débil y protege al poderoso, deja de ser justicia.
Se transforma en una estructura de privilegios judiciales, donde el acceso a
buenos abogados, influencia política o respaldo mediático puede torcer el curso
de la ley.
·
La justicia pierde legitimidad cuando no es
equitativa.
·
La ciudadanía pierde confianza cuando ve que los
poderosos pueden evadir consecuencias.
·
El Estado pierde autoridad moral cuando no protege a
todos por igual.
¿Qué
podemos hacer?
La
denuncia pública, el periodismo independiente y la movilización ciudadana son
herramientas para exigir una justicia que no se arrodille ante el poder. Como
dijo una vez Eduardo Galeano: “La justicia es como las serpientes, sólo
muerde a los descalzos.” Pero no tiene por qué ser así.

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