Acerca de la personalidad humana.
El
concepto de persona y su afín personalidad es una lenta elaboración de
varios pueblos. Entre los griegos, y en referencia a la definición etimológica,
su prósopon, tenía una connotación que se fundamentaba en los rasgos
propios y exclusivos que definían la moral individual.

En el
transcurso de la vida, al igual que los conceptos, cada individuo construye de
manera lenta su máscara o personalidad que hacen de cada ser humano una
realidad única e irrepetible. Los materiales que utiliza para su elaboración
tienen fuentes diversas. La primera la constituye la herencia biológica donde
padre y madre le aportan con los 23 cromosomas de cada uno las características
genéticas y físicas que le darán al rostro y al cuerpo su especial apariencia.
Posteriormente la educación comenzará a moldearle a imagen y semejanza de la
comunidad y le inculcará normas de etiqueta y valores religiosos y políticos
que lo convertirán en un ciudadano digno y fiel representante de esa sociedad
humana en la cual se halla inserto, vale decir, le darán una nacionalidad. Es
consecuencia de esta socialización como cada quien se persuade de las ventajas
de la bondad y las amenazas de la maldad del ambiente que lo rodea y donde va
creciendo. Pero paralelamente se hacen evidentes los frutos de la libertad y
autonomía internas y cada ser humano irá tomando estos materiales para hacer su
propia mezcla y así darle color y forma a su imagen, a su personalidad.
En la
familia, nuestros padres, y en la escuela, nuestros maestros, nos impusieron la
misión de ser personas útiles a la sociedad y por eso estudiamos y nos
capacitamos para desempeñar una profesión u oficio que permita, como dice el
pueblo, ganarnos la vida.
Pero
para llegar a ser alguien no basta con tener una buena educación sino se
desarrollan unas capacidades, valores y actitudes que aseguren un excelente
desempeño laboral, social y personal. Cuando estos tres elementos no crecen en
forma armónica se presenta la incoherencia y por eso la experiencia diaria nos
muestra personas intransigentes y exigentes con los demás pero no consigo
mismas. Son injustas y se convierten en verdugos de aquellos que tienen la
desgracia de acercárseles, bien sea por afecto o por necesidad. Si alguien les
reprocha su forma de proceder dicen en un tono que no puede disimular su
agresividad: “Conmigo no se meta, yo soy así.”
Los
seres humanos no podemos vivir sin que otros influyan en nosotros y sin que
también los demás reciban nuestras influencias. Somos como piedras que caen en
el lago de la vida cuyas ondas concéntricas chocan y se mezclan. No hay persona
que no pueda cambiar sus ideas y actitudes cuando resultan equivocadas y las
personas que la rodean y los análisis propios lo confirman. Es de personas
inteligentes y maduras ejecutar los cambios, que la personalidad requiera para
hacerla más atractiva, con celeridad y buena disposición. Si nos oponemos y nos
resistimos a esas mutaciones seguramente que los demás nos condenarán a la
soledad de los avaros y al desprecio de los que no aceptan las normas para
convivir en paz y así trabajar todos unidos para conseguir el progreso
colectivo. Nuestro ser se hizo para la compañía, el amor, el trabajo y la
felicidad, pero sin la buena disposición marcharemos hacia el fracaso y la
desventura.
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