El miedo nos detiene y esclaviza.





Miedo es una palabra que solemos sustituir con otras como temor, ansiedad, turbación interna. Con ellas queremos dar a entender un conjunto de sensaciones que nos empequeñecen y detienen para conseguir nuestros propósitos.
Pero no hablaremos del miedo como mecanismo de defensa y que todas las especies animales poseen. Gracias a él se reacciona de forma instintiva para evadir o atacar una amenaza que pone en grave riesgo la integridad del ser vivo. Alterada la reacción instintiva se activan los reflejos y el organismo sufre una serie de cambios fisiológicos que dan agudeza, agilidad, fuerzas y destrezas ignoradas.
Nos referiremos a ese miedo que a veces se presenta como un hecho aislado y en otras ocasiones se nos viene encima como un peso permanente que nos oprime. En este segundo caso es nefasto porque altera el equilibro de nuestro cuerpo y es la causa de muchas enfermedades cardiovasculares. Sentimos que sudamos, la piel se torna pálida, se altera el ritmo cardíaco, el estómago se indispone y la cabeza duele.
Al comienzo el miedo puede manifestarse como cobardía pero a medida que se acomoda en nosotros va desatando fuerzas oscuras que conducen a la reacción de manera agresiva. Por eso es conveniente detenernos, hacer una introspección y descubrir nuestros miedos pasados, actuales y futuros. Si logramos saber las causas de nuestros miedos es posible que podamos atacarlos y liberarnos de ellos.            
Al iniciar este análisis las primeras causas de nuestros miedos las hallamos en la misma sociedad, en nuestra relación con los demás y en las vivencias e ideas internas. Cada día aparecen enfermedades desconocidas a las cuales comenzamos a temer. Sentimos pavor ante la muerte, la soledad obligada, el futuro incierto, la desaprobación social, el secuestro, la vejez, el desasosiego, el fracaso, la falta de dinero o de trabajo, las decisiones de los gobernantes irresponsables, el despotismo de los superiores, asaltos, robos, atracos, atentados terroristas, la traición del amigo, la incomprensión de la pareja, el retardo del autobús, el escarnio público, la inseguridad y tantos otros hechos que nos arrebatan la tranquilidad y la felicidad.
Las insatisfacciones son generadoras de temores por regla general. Y el número de éstos aumenta porque la sociedad consumista nos crea a través de los medios una serie infinita de necesidades no esenciales pero que nosotros las convertimos en prioritarias. Para mencionar un ejemplo: Ayer ante la ausencia de teléfonos móviles no sentíamos el desasosiego y el temor de dejar en casa el celular. 
Así  que una acertada manera de disminuir nuestros miedos es aminorar nuestros deseos y necesidades. Demos importancia a las necesidades básicas y aprendamos a distinguir las amenazas reales de las irreales. Refrenemos la imaginación y no la dejemos crear miedos donde no existen. Si el hijo se retrasa en llegar pensemos que la demora tiene una causa agradable y justa. No pensemos en accidentes ni enfermedades para no atraerlas. Un pensamiento positivo y una buena disposición son las mejores armas para combatir el miedo. Para finalizar les comparto este consejo, que si lo ponemos en práctica resultará de gran provecho para enfrentar al miedo y que encontré en el libro Pensamiento y acción de Charles Haanel: “Cuando el miedo es totalmente destruido, la luz brilla, las nubes desaparecen y se encuentra la fuente de energía, del poder y de la vida.”             



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