Oración del día
30 de octubre
de 2024
En esta mañana recuerdo que dijiste: “Yo
soy la luz del mundo”. (Juan 8:12). Pero también enseñaste: “Vosotros sois la
luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se
enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y
alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres”. (Mateo 5:14-16)
Nos pides que brillemos donde Dios nos
ha puesto. Somos tus testigos, tus hermanos. Como un buen electricista ubica
farolas en las calles de la ciudad. Cuanto más oscuro es el lugar, más útiles
son las farolas. Pero, así como las lámparas deben estar conectadas a una red
eléctrica para dar luz, nosotros debemos entrar en contacto contigo que eres la
fuente de energía. Tú dijiste en otra ocasión: "Separados de mí nada
podéis hacer" (Juan 15:5).
Las lámparas no escogieron el lugar
donde fueron puestas; lo importante es que iluminen las calles. En el campo
moral, nosotros como seguidores de Cristo debemos alumbrar, aunque el mundo
prefiera la oscuridad, y cada uno de nosotros debe ser resplandor de la vida de
Jesús. Cada uno se halla en una familia, un lugar de trabajo determinados. Tal
vez, algunos quisiéramos cambiar de contexto, pero no debemos huir de la
voluntad de Dios como Jonás. Si Dios nos envió a ese lugar, Él sabe por qué lo
hizo, y espera que iluminemos con las perfecciones morales de Jesucristo:
bondad, humildad, dulzura, gozo, paciencia, abnegación. Es en la Palabra y la
Eucaristía donde podemos nutrirnos para cumplir nuestra misión.
Pidamos en este amanecer que Jesús que
nos envió a iluminar nos dé su Santo Espíritu y así en comunión con Dios,
salgamos a irradiar con nuestras buenas obras como el nuevo sol que vence las
tinieblas, “porque todos nosotros somos
hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas”. (1 Tesalonicenses 5:5). Amén.
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