Este es un fragmento de mi libro: Los Jardines Celestiales: El Camino de la Memoria, un texto híbrido entre prosa poética, narrativa lírica y reflexión emocional. No narra una historia lineal, sino que construye un universo afectivo a través de capítulos temáticos. (16) El estilo se basa en imágenes sensoriales, silencios simbólicos, repeticiones suaves, y metáforas cotidianas. Tiene como destinatarios a todos aquellos que recuerdan a quienes han partido, pero seguimos amando. Este libro es la continuidad del que se publicó en el 2022 bajo el título La Dama del Ensueño.

Sección 3: Puentes sin voz — cuando la pérdida se une en papel compartido

El protagonista empieza a notar un fenómeno discreto.
Las cartas que una vez escribió para ella,
las que pensó que sólo él podía entender,
ahora resuenan en otros corazones.

No porque las lean.
Sino porque las replican.

En la biblioteca, una mujer deja una hoja doblada.
No hay nombre,
solo una frase: "Esta tristeza también tiene flores."
Al día siguiente, alguien añade otra: "Gracias por dejarme acompañarla."
Sin saberlo, han iniciado una conversación sin interlocutores visibles.

Un joven coloca en la plaza una libreta abierta, titulada "Para quienes no están,

pero aún nos abrazan."
Las páginas se llenan de letras dispares,
dibujos simples,
fragmentos de memoria.
Nadie firma.
Pero todos se sienten autores.

Las cartas empiezan a cruzarse entre manos anónimas.
No hay sobres.
Hay intenciones.
Una nota bajo una taza en el café.
Un dibujo escondido entre libros prestados.
Una frase grabada con lápiz en una piedra.
"El amor no exige presencia. Solo espacio para expandirse."

El protagonista lee una que alguien dejó junto a la entrada del centro comunitario.
No sabe quién la escribió,
pero al terminar, siente que ha sido respondido por una voz que nunca escuchó.
Y entonces comprende:
la red que se está formando no necesita palabras habladas.
Necesita palabras sembradas.

Las cartas, al viajar entre corazones que han perdido,
crean algo más grande que consuelo:
crean comunidad.

No de nombres.
De almas.

Las que entienden que escribir al silencio
es también ofrecer compañía.

Y poco a poco,
las pérdidas individuales se convierten en tejido colectivo.
Cada carta es un hilo,
cada dolor, una hebra,
y el duelo, una manta que ahora abriga a muchos.

Nadie dirige.
Nadie organiza.
Pero todos, sin saberlo,
están sosteniéndose.

Porque cuando alguien escribe desde el amor,
aunque no sepa quién leerá,
alguien lo recibe.

No como respuesta.
Sino como reconocimiento.

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