Inocentes deseos llevan a la humillación.

Difícil es para el ser humano llegar a la satisfacción plena. Cuando logra satisfacer una necesidad surge de inmediato otra que lo torna inquieto. Es un barril sin fondo que nunca se llena. Cuando cumple con la realización de un deseo allí mismo le nace una nueva exigencia.
Esto pone en evidencia que las personas, a diferencia de los objetos que sólo responden a las fuerzas externas, están sometidas a impulsos que les vienen de su ser interior. Algunos de éstos son innatos; otros, los adquieren a medida que transcurre la vida. Existe un conjunto de fuerzas dinámicas que lo determinan y motivan para actuar o dejar de hacerlo. Son necesidades básicas, fundamentales, de orden biológico tales como el hambre, la sed, el sueño, el descanso, el sexo. Otras, culturales o espirituales como la necesidad  de compañía, amor, amistad, respeto, consideración, aprecio, reconocimiento, prestigio, información, comodidad, ilustración, seguridad y estabilidad.
No sobra hacer notar que cuando el ser humano satisface una necesidad o deseo no solamente se siente equilibrado en la parte satisfecha sino que la totalidad del ser manifiesta el gozo que lo embarga. Maslow afirmaba que cuando el hambre o la sed desaparecen, no es el estómago el único que se siente satisfecho sino que es la persona en su totalidad la que encuentra la tranquilidad y la alegría. Pero el ser humano está siempre deseando algo.
A un deseo le sigue otro y como los eslabones de una cadena atan al hombre a la búsqueda de ese collar de aspiraciones al que no le halla su final mientras viva. Sólo la muerte tiene el poder de romper esa cadena sin fin.
Es empresa inútil señalar jerarquías y coleccionar en listas a ese complejo conjunto de motivaciones porque están unidas de tal forma que ni el mejor de los análisis conseguiría su propósito. Unas dependen de las otras y entre ellas hay tal similitud en su origen dinámico e interno que difícil resulta establecer las diferencias. 
Pero por otro lado es evidente que las necesidades fisiológicas si no son satisfechas originan problemas de salud. La falta de alimentos y bebidas conduce a la desnutrición y la deshidratación. Mas cuando se les satisface se sienten nuevas energías para salir a buscar soluciones a las otras que comienzan a surgir en forma espontánea.
Si lleno el estómago el ser humano no se siente fuera de peligro, seguro, se manifiesta la neurosis. Pero si consigue la seguridad sale presuroso a conseguir la fama, el afecto de otra persona, el respeto de los demás y es casi seguro que, al percatarse de su ignorancia, comience a indagar cómo salir de ella. Si tiene el tiempo suficiente hallará el conocimiento y la técnica. Apropiándose de ellos iniciará la producción de artefactos y la creación de obras de arte. Siempre sin perder de vista, porque es inteligente, que toda obra humana es incompleta y requiere, en consecuencia, mejorarla.  
Si no logra el cabal cumplimiento de sus deseos se siente frustrado, triste, inferior, inútil e infeliz. No es extraño entonces que se muestre agresivo, deprimido o neurótico. Insatisfecho y desprovisto de amor el ser humano es una vergüenza pública, una desgracia andante.            
Se deduce que el ser humano es bioespiritual. Pero prima la necesidad espiritual sobre la física. El hambre y la sed se pueden mitigar si hay abundancia de amor.
Para no caer en la desgracia y la vergüenza, es conveniente seguir este consejo de Epicuro: “Mejor que entristecer el presente deseando lo que no tenemos, consideremos lo que ya tenemos y que figuraba ayer entre lo que deseábamos.”  


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