Oración del día
2 de noviembre de 2022
Padre Celestial:
Hoy te alabo y te bendigo. Quiero meditar sobre una de tus maravillas.
La naturaleza
nos instruye. En Reflexiones para un buen día, uno de mis libros, hace años
escribí una reflexión sobre la palmera. Hoy, es mi deseo, volver a contemplar
este árbol, de sencillez y belleza esplendorosa, que crece en estas regiones
cálidas donde habito. Posee un largo tronco y su follaje está verde en pleno
verano. A pesar de su altura, soporta vendavales sin romperse, gracias a las
fibras especiales de su tronco. Sus raíces, igual de largas que el tronco,
buscan agua en lugares profundos y le dan estabilidad. La savia circula por la
parte central del tronco de la planta, y no solamente bajo la corteza, como
sucede en los demás árboles. Como creyentes, aprendamos la lección que nos
brinda la palmera.
Nuestro Dios
quiere que vivamos, en toda circunstancia, con la mirada puesta en el cielo,
dándole las gracias y con el corazón lleno de alegría, sin preocuparnos por los
afanes de cada día. Seamos como aquella mujer que fue sanada por Jesús:
"se enderezó luego, y glorificaba a Dios" (Lucas 13:13). Pero para
que esta actitud sea constante, busquemos un fundamento estable, estar
"arraigados y cimentados en el amor" (Efesios 3:17), edificados en
Jesús "y confirmados en la fe" (Colosenses 2:7). “El justo florecerá
como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa del
Señor, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán;
estarán vigorosos y verdes”. (Salmo 92:12-14)
El alimento
interno de nuestra alma, extraído de Cristo, guardado en lo más profundo de
nuestro ser y protegido de las influencias exteriores, tendrá como resultado un
vigoroso crecimiento y nos permitirá ofrecer frutos a Dios y a nuestra
comunidad. Así no nos desanimaremos si la tormenta llega, pues tendremos los
recursos para soportar la prueba con paciencia y confianza. "Será como el
árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y
no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de
sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto" (Jeremías 17:8). Señor,
gracias por instruirnos a través de tu palabra. Amén.
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