La apariencia y sus trampas: entre la luz y la penumbra
La apariencia y sus trampas: entre la luz y la
penumbra
13 de octubre de 2025
Efraín Gutiérrez Zambrano
La realidad, tal como la percibimos, no
siempre es verdad. A menudo es un reflejo distorsionado, una máscara que el
mundo nos ofrece para que la aceptemos sin cuestionarla. Vivimos rodeados de
imágenes, de promesas brillantes, de placeres inmediatos. Pero en ese
resplandor artificial, ¿cuánto hay de auténtico? ¿Cuánto de esencial?
Aceptamos la realidad por las apariencias y en
esa ceguera no discernimos la luz de la penumbra ni el amor de la sensualidad.
Tan confundidos vivimos que con facilidad nos perdemos entre tanta baratija que
el mundo nos ofrece. Esta frase nos confronta con una verdad
incómoda: la confusión entre lo profundo y lo superficial, entre lo eterno y lo
efímero, entre lo que nutre y lo que entretiene.
La filosofía nos ha advertido desde siempre
sobre los peligros de la apariencia. Platón, en su alegoría de la caverna, nos
muestra cómo los hombres confunden las sombras con la realidad. Solo quien se
atreve a salir de la caverna y mirar el sol puede conocer la verdad. Pero ese
camino exige valentía, exige renunciar a la comodidad de lo conocido.
Ilustremos lo anterior con un ejemplo de la
historia.
Durante el auge del consumismo en el siglo XX, se promovió la idea de que la
felicidad podía comprarse. La publicidad convirtió necesidades en deseos, y los
deseos en urgencias. En medio de esa vorágine, muchas personas perdieron el
sentido de lo esencial: el tiempo, la compañía, la contemplación. En contraste,
pensadores como Erich Fromm denunciaron esta lógica, recordándonos que tener
no es lo mismo que ser.
Por otro lado, pensemos en el arte como
resistencia. Vincent van Gogh, incomprendido en su tiempo, pintaba no para
vender, sino para expresar. Sus obras no eran baratijas, eran gritos del alma.
Hoy, su legado nos recuerda que lo auténtico no siempre brilla en vitrinas,
pero sí en la memoria de quienes saben mirar.
¿Cuántas veces hemos confundido el deseo con
el amor? ¿Cuántas veces hemos elegido lo fácil en lugar de lo verdadero? La
apariencia, como el silencio, puede ser engañosa. Y la confusión, aunque se
disfrace de libertad, es una forma de esclavitud.
Porque quien ve más allá de la apariencia
honra la verdad. Quien se deja seducir por el brillo revela su fragilidad. Pero
quien confunde la luz con la penumbra, aunque hable de amor, ya no sabe amar.
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